VALÈNCIA. Serie confinada: dícese de aquella realizada durante el confinamiento, con sus artífices encerrados en sus casas y filmadas, mayormente, con sus teléfonos móviles o los de los actores. No hay plataforma sin su serie confinada. Empezó TVE con Diarios de la cuarentena, en los momentos duros del encierro, como ya les contó aquí en Culturplaza mi compañera Teresa Díez hace un tiempo. Era una serie amable, que apostaba por un costumbrismo sencillito, sin otra pretensión que acompañarnos con humor en el encierro, haciendo casi de espejo de lo que vivíamos cotidianamente.
Y tras ella, las demás, con algo más de ambición y convocando nombres importantes del cine en un formato que, en realidad, no es de serie propiamente dicha, sino un conjunto de cortometrajes unidos por las limitaciones en las condiciones de producción dadas las circunstancias. La de HBO se llama En casa y los cortos llevan las firmas de Leticia Dolera, Rodrigo Sorogoyen, Paula Ortiz, Carlos Marqués-Marcet y Elena Martín. La de Amazon Prime es Relatos con-fin-a-dos, a cargo de Álvaro Fernández Armero, Fernando Colomo, David Marqués, Miguel Bardem y Juan Diego Botto.
La última en llegar, y ya con carácter internacional, ha sido Hecho en casa, de Netflix, con 17 piezas a cargo de Ladj Ly, Paolo Sorrentino, Rachel Morrison, Pablo Larraín, Rungano Nyoni, Natalia Beristain, Sebastian Schipper, Naomi Kawase, David Mackenzie, Maggie Gyllenhaal, Nadine Labaki, Khaled Mouzanar, Antonio Campos, Johnny Ma, Kristen Stewart, Gurinder Chadha, Sebastián Lelio y Ana Lily Amirpour.
Ya supondrán que, con tanta diversidad, hay de todo. Conviven vídeos que no se diferencian en nada de cualquiera de los que podamos subir a las redes mostrando a nuestra familia o nuestro entorno, como los de Labaki, Johnny Ma o Sebastian Lelio, con cortometrajes que desafían las limitaciones técnicas y no renuncian a la ambición estética o narrativa, como es el caso de Sorogoyen, Gyllenhaal, Colomo, Dolera, Larraín o Botto. Humor negro negrísimo en dos de los mejores, el de Fernando Colomo, Emparedados, y el debut en la dirección de Juan Diego Botto, Gourmet, y su sorprendente y gamberra crítica social. También tiran de humor provocador Pablo Larráin, cargándose cualquier atisbo de romanticismo, y Paolo Sorrentino, con una broma malévola a costa de dos jefes de estado actuales, en un ejercicio que, inesperadamente, recuerda bastante al descacharrante cómic sobre Maili y Pedro que está ofreciendo por entregas en twitter el dibujante Álvaro Ortiz, tras el éxito de El murciélago.
Hay unos cuántos relatos de género fantástico, por supuesto; la rara situación en que nos encontramos, parece que vivimos en un mundo de ciencia ficción, los propicia. Maggie Gyllenhaal ofrece uno de los mejores ejemplos, con un corto de muy buena factura técnica. También Sorogoyen, en Una situación extraordinaria, aprovecha creativamente la extrañeza que nos invade. Uno de los más interesantes es el de Leticia Dolera, que desarrolla en Mi jaula un componente fantástico con el que expone algunas realidades muy incómodas del momento y ciertas cosas sorprendentes que hemos visto estos meses, como la presencia de animales salvajes en las ciudades.
El mundo exterior también ha sido objeto de la curiosidad de los y las cineastas. Ana Lily Amirpour ofrece una bella mirada sobre la desierta ciudad de Los Ángeles mediante un paseo en bicicleta y Ladj Ly tira de dron para capturar la intimidad de los vecinos del barrio parisino de Montfermeil y esa sensación de tiempo detenido. Por su parte, Naomi Kawase y Carlos Marqués-Marcet se mueven en un terreno experimental y sensorial.
En muchos de los cortos prima el retrato íntimo, el reflejo de la cotidianidad y el paso del tiempo. Es el caso de los cortos firmados por Elena Martín, Johnny Ma o Gurinder Chadha, excelente, que muestra su vida familiar y la convivencia con sus hijos durante el encierro en un episodio vitalista, sin afectación y lleno de verdad. Y en el que no oculta algo que, no sé si sorprendentemente, no aparece en ningún otro episodio de ninguna de las series confinadas: la propia enfermedad o la muerte provocados por la COVID-19.
Llama la atención esta ausencia. La enfermedad, el riesgo sanitario, o incluso las situaciones dramáticas debidas a la precariedad o a cualquier otra circunstancia que la excepcionalidad de la situación ha provocado no asoman en estas colecciones de cortometrajes, salvo en los de Chadha y Dolera. La realidad reflejada en las series es la vivencia del encierro, sea a través de historias cotidianas, tanto de ficción como de no ficción, que se centran en la soledad, el amor, la infancia, la amistad o la familia, o sea mediante el recurso a imaginativos argumentos de thriller o ciencia ficción.
Mientras tanto, aquí en València, el actor y autor teatral Manuel Valls, junto con un puñado de buenos intérpretes valencianos, se sacó de la manga Extra life, una serie online que pueden ver en youtube y que, para servidora, es la mejor de todas las que nos ha dado la cuarentena. Está hecha sin dinero ni medios, a través de videollamadas, sin ninguna cadena o plataforma detrás, pero con talento, imaginación y una idea muy clara de cómo aprovechar las especialísimas circunstancias que estábamos viviendo. Extra life, además, sí es una serie, con sus capítulos, sus cliffhangers y su progresión dramática.
Extra life es ciencia ficción de la buena. Básicamente, una distopía con apuntes sociales, donde reverbera nuestra realidad del presente (como en todas las buenas distopías): desigualdad, precariedad, capitalismo salvaje, esa nueva trampa del neoliberalismo llamada gamificación (palabreja fea donde las haya), control social, etc. Todo ello contado con humor, un humor que no oculta lo inquietante del argumento, sin salir del consabido primer plano de la pantalla del ordenador que tanto hemos experimentado, y aburrido, en nuestros videochats y en gran parte de los programas televisivos. Solo que aquí resulta un recurso estructural y forma parte intrínseca de la historia.
A pesar de ello, de la pobreza técnica de la pantalla del ordenador y la inmovilidad a la que obliga, está interpretada con mucha convicción y naturalidad por parte del propio Valls, Pilar Martínez, Juan Carlos Garés, Sara Vallés, Pilu Fontán, Alberto Baño, Vicent Pastor, Leo de Bari, Iria Márquez, Jona García y Jero Cornelles. Y, aunque es una demostración inapelable de que el dinero no lo es todo, de que lo principal es tener buenas ideas y saber cómo contarlas, sería precioso y un caso de justicia que encontrara el apoyo de alguna cadena para poder desarrollarla como merece. ¿Cómo? ¿Que no ha visto Extra life? Pues ya está tardando.