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TIEMPOS MODERNOS

Ferdinand von Schirach: "La justicia moderna no debe ser malévola ni cruel. Eso sería justicia medieval"

10/10/2019 - 

VALÈNCIA. Seguro que se lo habrán dicho en alguna ocasión pero Ferdinand Von Schirach -magistrado alemán, escritor de best sellers por todo el mundo y ganador del prestigioso Premio Kleist- sería un estupendo personaje de novela. Es elegante y habla con voz pausada. Ha estado de visita en España para presentar su último libro, 'Castigo', un compendio de doce relatos en los que se aborda qué sucede tras un fallo, tras una sentencia judicial y se produce un castigo. Von Schirach indaga en la honestidad y lucidez para encontrar la verdad en los procesos criminales. En este nuevo libro indaga en lo que debería significar la justicia en estos 'Tiempos Modernos'.

-Este nuevo libro está compuesto por doce relatos que nacen de su trayectoria como magistrado. ¿Son casos reales como en 'Crímenes', uno de sus best-sellers? Y en este caso, ¿cómo de complicado es 'narrativizar' la 'literatura legal'?
-Antes de todo, yo soy abogado y he de mantener secreto profesional, es decir, no puedo contar detalles de las vidas de mis clientes y por ello tengo que cambiar las historias de tal manera que mezclo historias y sintetizo, convirtiendo todo en ficción, así nadie puede reconocer su caso. Lo que sí que hago siempre es mantener la atmósfera original de esos casos.

-En muchas de sus obras, la moral, la ética se abren paso apelando directamente al lector. En 'Terror', por ejemplo, son los lectores los que deben ponerse en lugar del que juzga. ¿Por qué nos coloca ahí? Imagino que quiere mostrarnos la complejidad y enorme responsabilidad de los individuos que juzgan a otros.
-Para mí es muy importante que la Constitución de un país sea una cosa viva, que los ciudadanos discutan y hablen sobre las diferentes partes de la Constitución. Que forme parte del día a día. Si no fuera así seria simplemente papel mojado. Por eso es muy importante para mí, por ejemplo, hablar de lo que significa el concepto de dignidad individual en una Constitución, de lo que significa el hecho de que el Estado no debería ejercer una violencia contra los ciudadanos. Y me gustaría volver a la situación de la Roma clásica, cuando los ciudadanos se reunían en el foro para hablar de los negocios y el día a día del Estado y, de ese modo, daban vida a los asuntos públicos.

-Para aquellos que no estamos familiarizados con la ley, nada más que para cumplirla en sus doctrinas más básicas: ¿cómo podría explicarnos lo que significa para ustedes, los magistrados, ese instrumento con el que juzgan vidas? ¿es casi, por decirlo de alguna manera, un instrumento sagrado?
-Algo muy importante para mí es explicar en mis relatos la diferencia entre lo que uno considera justo y la justicia en mayúsculas. A veces, hay discrepancias entre esos dos conceptos que, a primera vista, pueden parecer horripilantes. Porque a veces hay fallos jurídicos que no nos parecen justos pero que, a largo plazo, son buenos y beneficiosos para el sistema legal. Pongo un ejemplo. Nos puede resultar muy negativo este caso: un hombre asesina a su mujer y en una charla telefónica con su hermano lo admite. Y la policía, que le ha pinchado el teléfono, lo lleva a juicio. Y el juez lo absuelve porque dice que las grabaciones fueron obtenidas de forma no autorizada y por ello no hay prueba concluyentes. Y esa resolución nos puede indignar pero, a largo plazo, tiene resultados beneficiosos. Sólo así el sistema estatal va a comprender que no puede acceder a nuestro teléfono o a nuestro mail sin nuestra autorización. Es decir, así el Estado y las autoridades saben que hay límites que no pueden invadir. Así que este fallo que puede ser injusto a corto plazo, hace justicia en mayúsculas a largo plazo.

-Estos 12 relatos hablan del castigo, de cuando se produce una sentencia firme. En este sentido, ¿cómo trabaja usted para que el castigo no se acabe convirtiendo en venganza? ¿Estaría el castigo del lado de la ley y la venganza sería casi una perversión de la ley?
-Para mí el deseo de tomar venganza no es una perversión. De hecho, es una emoción que sentimos todos en muchos momentos de nuestras vidas, cuando vemos que se ha hecho algo injusto a nosotros o nuestros seres queridos. Y entonces queremos tomar venganza ya. Eso es perfectamente humano. Pero la justicia no puede dejarse guiar por venganza, rabia, indignación u odio. La justicia debe canalizar esos sentimientos. Por eso la justicia actúa de forma lenta, es una razón para calmar los ánimos y que el fallo no sea guiado por emociones negativas; también es un tiempo necesario para que surja el ser humano detrás del acusado y podamos conocerle mejor. Hace trescientos años, en los códigos penales, a cada delito le correspondía una condena. Si alguien robaba se le cortaba la mano. Y daba igual si robaba porque estaba loco, por hambre o porque esa manzana le había sido robada previamente. En los códigos penales modernos ese concepto de la culpa y los hechos deben estar en relación causal. Es importante dejar las emociones fuera.

-¿Han dicho de usted que es un narrador muy compasivo y muy humano? ¿Es esa la visión que tiene usted de la justicia y del poder judicial?
-En algunas ilustraciones antiguas se muestra la justicia como una persona que tiene los ojos vendados con una espada. Para mí el derecho moderno no debería tener una espada en la mano, sino más bien un escudo para los ciudadanos. La justicia nunca debería ser malévola ni cruel, ni vengativa. Eso sería una justicia medieval. La justicia moderna debe ser dura en los casos que conviene pero debe tener un rostro humano.

-En un momento del primer relato podemos leer: “Un juez podía tener sentimientos y mostrarlos. La ley quería que fueran personas y no máquinas quienes juzgaran un delito”. Eso me hace pensar en la inteligencia artificial, en la ética de las máquinas... ¿podrá sustituirse alguna vez la figura de un juez por un logaritmo que acumule todos los datos, los procese y después, conforme al código penal, dicte una sentencia justa?
-No, sustituir jueces pos máquinas me parece una idea horripilante porque nosotros, como seres humanos, vivimos contándonos historias. Si leemos en un periódico dos frases sobre un horrible crimen en masa nos asustamos, por supuesto. Pero eso es sólo la primera parte. La segunda discurre durante el juicio. Y aunque no dudemos de la culpabilidad del acusado, en un juicio se indaga en la pregunta: “¿cómo alguien llegó a cometer esos crímenes?”. Y eso es parte de nuestra humanidad, algo que ha guiado nuestra civilización desde la ilustración. Y no quiero echar a la basura esos logros de cientos de años de progreso. Y quiero que la justicia esté en manos de gente decente e inteligente y no en manos de una máquina de inteligencia artificial.

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