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MINORÍA ABSOLUTA  / OPINIÓN

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17/12/2020 - 

Necesitamos más líderes y menos dirigentes. La pandemia ha puesto el foco en el liderazgo político, y a la mayoría, les ha metido en un aprieto. De cómo respondan a este desafío marcará su futuro político. Porque la pandemia les está pasando factura y les pondrá en su sitio. 

Una de las que sale reforzada de esta encrucijada es Angela Merkel. La canciller alemana nos dio una lección de liderazgo público en su intervención en el Bundestag, cuando anunció el cierre total de Alemania hasta el 10 de enero, una medida drástica para minimizar los riesgos de una nación que encabeza la cifra de muertos diarios en Europa.

Con un discurso, de una inusual carga emocional, consiguió conectar con los ciudadanos con una gran naturalidad, mostrando empatía, cercanía, confianza y seguridad. Y ahí reside el secreto del liderazgo, ser capaz de forma espontánea, con esa crudeza y realismo, de transmitir emoción, aplacar el miedo y contagiar seguridad.

Y esto solo se consigue con inteligencia emocional. Daniel Goleman nos enseña como la IE es la condición sine qua non del liderazgo. El padre de la Inteligencia Emocional asegura que es muy importante que los líderes sean capaces de sintonizar con las emociones del resto, siendo calmados y claros.

Ahora más que nunca la lupa está puesta en los políticos que, además de tener que lidiar con una crisis sanitaria mundial, se enfrentan a una sindemia, porque las consecuencias de esta crisis trascienden al ámbito sanitario. Las secuelas en el ámbito económico y social son todavía incalculables.  

Aquí en España, esta pandemia nos ha llegado, paradójicamente, con los niveles de desafección hacía los políticos en máximos históricos. Pero hasta los más incrédulos necesitan respuestas. Certezas ante la incertidumbre. Confianza ante el desasosiego. Un horizonte que vislumbrar. Asumir un relato coherente para sobrellevar estas circunstancias que nos ha tocado vivir con cierto sentido. 

Porque tener distintas restricciones, con sus 17 maneras diferentes de gestionar la crisis, no genera una sensación de seguridad. Además de afrontar los aspectos sanitarios, es fundamental gestionar las emociones, especialmente el miedo. La percepción del riesgo que tienen los ciudadanos está en función de la información que reciben. De ahí la importancia de una acertada comunicación para concienciar a la ciudadanía. Porque estar apelando sin cesar a la responsabilidad individual no es suficiente, de hecho, es evitar asumir el cometido del gobernante que debería coger las riendas y tomar decisiones, sin tacticismos.

Además de la tibieza que transmiten con esta barra libre de restricciones, la ausencia de liderazgo en la dirección política de nuestro país, se aprecia fundamentalmente en la falta de inteligencia emocional. Porque si como dice Goleman la empatía es la base para todas las competencias sociales, aquí ha brillado por su ausencia.

Poca empatía con los familiares de las víctimas con el baile de cifras de fallecidos. Si en la primera oleada, el Ministerio de Sanidad dijo que eran 27.127, ahora el INE contabiliza 45.684 muertos. 

Tampoco demuestra empatía el Gobierno subiéndose el sueldo mientras nuestra economía cae en picado con una tasa de paro dramática y unas previsiones económicas nada halagüeñas. Aunque por vergüenza torera hayan renunciado a la subida del 0,9% que tenían prevista para el año que viene, los miembros del Gobierno sí que han disfrutado de una subida del 2% en este fatídico 2020. Subida que cobrarán este mes, con carácter retroactivo, los altos cargos de la Generalitat.

Maneras diferentes de abordar este cataclismo que marcan la diferencia. Una diferencia que marcó Merkel con sus palabras la semana pasada. La fría líder alemana se emocionó y emocionó. Con una fuerza inspiradora del que no pretende aleccionar, sino dar ejemplo.

Aunque aún haya menos de un 10% de países en el mundo gobernados por mujeres, el liderazgo femenino se está haciendo, por fin, un hueco importante.

Tanto es así, que hasta el Papa Francisco, ha hecho referencia a este fenómeno. En una entrevista con su biógrafo, el Pontífice aseguró que los países dirigidos por mujeres han reaccionado mejor y más rápido a la pandemia, sobre todo, porque han tomado decisiones de forma rápida y las han comunicado con empatía. 

El liderazgo femenino ha estado presente, pero ignorado a lo largo de nuestra historia. La actual serie documental de Nieves Concostrina, nos está dando a conocer las hazañas de grandes heroínas como María de Castilla, la primera mujer de Estado y reina de la Corona de Aragón, que llegó a gobernar en solitario más de treinta años; o la religiosa valenciana,  Isabel de Villena, la primera escritora conocida en valenciano, que narró en su obra Vita Christi, la vida de Cristo desde un punto de vista femenino. 

Está claro que, ante un periodo tan inestable y convulso como el que estamos viviendo, un nuevo liderazgo es un asunto urgente. Y el liderazgo femenino está aquí para quedarse, y será uno de los protagonistas del futuro. No por una cuestión de género, sino de inteligencia emocional. 

La buena noticia es que la inteligencia emocional se aprende y puede ser mejorada en cualquier etapa de la vida. Nunca es tarde. Porque un dirigente puede destacar por su inteligencia, pero solo será un líder por su empatía.

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