No es la primera vez que estas entidades del arco mediterráneo se cortejan; ya en 2012, con Rodrigo Rato se entró en negociaciones sin éxito. Recientemente, el coqueteo con Banco Sabadell tampoco prosperó. Personalmente creo que la fusión es una buena oportunidad; no en vano nuestro querido Luis de Guindos repite y repite que la sobredimensión de la banca en Europa nos lleva a que el 75% de los bancos europeos no obtienen la rentabilidad mínima que exige un inversor, y las expectativas de futuro son peores; no es descabellado pensar en alcanzar nuevamente tasas de morosidad entre el 3% y el 5% consecuencia de que un tercio de las empresas españolas tiene probabilidad muy alta de no estar en condiciones de devolver los créditos después de la pandemia .
Vaya por delante mi consideración hacia las dos entidades que han resultado de nuestras cajas de ahorros, cuya transformación se gestionó con tan poco acierto. El sector financiero español ha vivido unos años de excesiva regulación e incertidumbre generada por las crecientes e interminables necesidades de capital. Caixa es la tercera entidad por volumen de activos y no acudió a ayudas públicas directas; obtuvo recursos de ampliaciones de capital con altos descuentos sobre su valor objetivo que llevaron a que la Fundación bancaria La Caixa (heredera de la antigua caja de ahorros) sólo sea propietaria del 40% del capital. Por su parte, Bankia, heredera de la caja madrileña, recibió 22.424 millones de euros que, tras la fusión con Banco Mare Nostrum, le otorga al Estado una participación del 61,8% y la promesa de poner a la venta esas participaciones desde 2018. Promesa incumplida en numerosas ocasiones; digamos que el Estado debe deshacerse de esa participación en Bankia y no lo tiene fácil.
Por ello, de producirse, creo acertada esta fusión si las relaciones de canje acordadas resultan razonables para Bankia y con la debida autorización de Competencia. Con las valoraciones actuales, la entidad fusionada tendría como principal accionista la Fundación la Caixa con un 30%, el Estado Español con un 14% a lo que seguirían participaciones menores de inversores privados, y las fundaciones herederas de las cajas, como nuestra Fundación Caja Murcia. Si sumamos simplemente, sería el banco con mayor peso en el país por activos, con más de 650.000 millones de euros y con 6.600 sucursales. Pero el amor adelgaza al principio, y hemos de esperar una entidad bastante más delgada por las llamadas sinergias que podrían alcanzar el 30%, como en el caso del Sabadell.
Con la fusión se gana eficiencia, si los márgenes no crecen o sólo lo hacen de manera raquítica, el recurso que queda es el de recortar los costes. Y de eso se trata la eficiencia: mide qué parte de los ingresos se comen los costes de explotación, y ahí Bankia tenía una muy buena ratio, con un 43,6%. Se trata de menos oficinas y menos empleados para ajustar esa sobrecapacidad a la que, entre otros, han aludido el Banco de España, el Banco Central Europeo o el Fondo Monetario Internacional. Entiendo lo que los organismos reguladores pretenden: menos entidades y más fuertes para reducir los riesgos de inestabilidad del mercado financiero. Sin embargo, el mercado bancario español está más concentrado que el alemán, francés o italiano y nuestras entidades, como consecuencia del proceso de concentración, también son de las más eficientes, aunque peores en términos de capital. Entiendo también que el Estado español tenga cierta presión a salir de Bankia y de esta forma se diluye bastante su participación.
Veámoslo con perspectiva de largo plazo: El sector financiero se sitúa dentro de los índices de disrupción empresarial entre los primeros lugares; ¿qué significa esto? Que su modelo de negocio está amenazado en el contexto económico actual; las amenazas son claras: la irrupción de los GAFA (Google, Amazon, Facebook y Apple) imponen la digitalización acelerada en unas entidades de gran tamaño, con altos costes de infraestructura, especialmente de personal. Se impone también analizar cómo van a ser nuestros productos y nuestra relación con los clientes; la banca online no es hacer lo mismo, pero en virtual. Cualquier revolución tecnológica exige replantear nuestros procedimientos, por lo que es aconsejable fortalecer la colaboración entre Bancos y FinTech. Para todo esto, es necesario primero contar con entidades ligeras de peso, entidades eficientes. Nos interesa a todos que nuestros bancos sean fuertes y seguros, están altamente regulados y vigilados en comparación con los nuevos ofertantes digitales de crédito. Por ello, no debemos caer en la tentación de demonizar los mecanismos que aseguran su supervivencia.
Enhorabuena, el bebé será precioso.
Isabel Martínez Conesa es catedrática de la Universidad de Murcia y vicepresidenta del Círculo de Economía