BRUSELAS. “En Ellas, todo lo que tenía que decir de la política valenciana del PP, ya lo dije. Nos salvamos todos, me salvo hasta yo…”. No, no es cínico. Esteban González Pons, eurodiputado valenciano por el PP, se encuentra cómodo en Bruselas en esta segunda legislatura, con la familia y con las miras puestas en un futuro infinito en esta ciudad que atrapa. Del pasado, “no lo voy a negar”, como diría el trovador cubano en su canción. “Es un momento en el que ya podemos hablar hacia atrás con justicia. Cada cual cuenta su historia y yo cuento la mía. Podemos hablar de nuestros errores y de nuestros aciertos”, así zanja la referencia a su primer libro. Porque prepara otro y otro. Uno por petición de su editorial y otro por necesidad propia, son un thriller político.
Pero sí hablamos de Ellas. Y habla de su paso, efímero, por la política valenciana en la época del ladrillo y de la corrupción. Efímero pero intenso, porque ocupó puestos de tanta responsabilidad como las tres conselleries que presidió en cuatro años. Y lee un capítulo de Ellas, mientas hablamos. “La sangre va a manar por nuevas bocas del metro de Jesús. Valencia llora sin consuelo, cuando se había convencido de que llorar es de pobres. Valencia anda y llora bajo la burbuja inmobiliaria… Que no vengan más Papas por favor”.
-Si tuviéramos en la vida un “comando Z”, como en el ordenador Mac, para volver atrás, ¿qué cambiaría en su vida? ¿Se arrepiente de algo?
-No me arrepiento. En la vida no hay que mirar atrás, hay que mirar hacia adelante y agradecer la experiencia.
-Y de su paso por la política valenciana?
-Fueron sólo cuatro años. Y soy consciente de que no estaba sucediendo nada en Valencia que no estuviera sucediendo en toda España. Y que valencia pagó por todos. Pero a nadie le ha quedado el estigma que, en mi opinión, injustamente le quedó a Valencia. En “Ellas” describo esa sensación. “Valencia parece que no se quiere nada… El cielo estuvo al alcance de los dedos de Valencia”.
-Muchos de sus compañeros de partido en Valencia no dirían lo mismo…
-Lo que están pasando les pasará a los que están ahora. La política española es cainita. No es suficiente con vencer al adversario, por desgracia, hay que destruirlo. Los gobiernos socialistas y de Compromís verán cómo les investigan cuando no estén. En España tenemos que aprender a cooperar, a dialogar y a trabajar juntos lo común, lo público. Pero de Valencia no quiero hablar. Ya he cerrado aquella etapa hace mucho, son 15 años.
-Ellas ha sido su confesión y su penitencia.
-En la novela me he liado… Como en toda primera novela, llegas con muchas cosas que contar. Y dentro hay tres novelas: una historia de amor autobiográfica, una historia generacional de los nacidos en los 60 y 70 y que hemos sido una generación perdida, y luego cuento la Valencia de la “belle epoque” y cómo cayó.
-¿Generación perdida? La generación del “baby boom” ha sido la más mimada..
-De entre los políticos que mandan hoy, hemos pasado de Rajoy a los de Pedro Sánchez. Y si miras en tu negocio, muchos periodistas que están lo son desde la transición. Y después ya vienen los que nacieron en los 80. Se los han saltado también a los periodistas, como a los grandes escritores. Todo lo que hemos hecho en esta vida los de mi generación es La Movida. No hicimos ni la Transición ni el 15M. Somos obedientes y conformistas, bien educados y bien comidos. Los niños de nuestra generación no sufrimos porque éramos niños en los últimos años de Franco y tuvimos una niñez que no fue infeliz. Pero salimos con el “software" del franquismo en nuestra cabeza. Nos dio la educación sexual un cura. Y cuando te desprendías de la educación sexual de los curas, vino el sida. Y pasamos del miedo al pecado, al miedo al contagio. La única libertad de enfrentarse al sexo fue después de los divorcios.
-Al que se opuso la derecha española…
-Yo soy un hombre de centro -señala una fotografía sobre su cabeza de Adolfo Suárez-. Este señor es la derecha española. Creo que España es un país de centro y yo me considero un hombre de centro, moderado. El PP no ha aplicado el capitalismo salvaje. Ha hecho una política económica bastante moderada y de acuerdo con lo que se estaba haciendo en Europa. Ni siquiera es liberal. Por liberalismo entendemos desregulación. La política posterior a la crisis financiera de 2008 es conservadora, de reducir el gasto público. Las ultraliberales de Estados Unidos son de desregulación. Ésas son las que condujeron a la crisis del 2008.
-Aquella crisis casi termina con el Estado del Bienestar. ¿Cree que está en peligro?
-En Europa, el Estado del bienestar forma parte de nuestros valores fundacionales, es seña de identidad europea. Nunca ha estado en cuestión, lo que sucede es que desde el euro, que es un proyecto que se queda a medias, lo que vemos son políticas austericidas, es el miedo desde el norte a que sus políticas se desestabilicen. Tienen miedo y, en lugar de conducir a que las economías del sur se parezcan al norte, les lleva el miedo a que el norte se parezca al sur. En España, las vísperas del 2008, no la cogieron con la economía desregulada, sino con una economía borracha por la revalorización que supuso el euro, con una inflación brutal. Yo antes pasaba el fin de semana y tenía para invitar a las chicas con 5.000 pesetas, ¡y eso son tres euros! Ganábamos como alemanes, de repente teníamos un dinero que, no fue la desregulación, sino el exceso de liquidez provocado por el euro y una euforia en los mercados por la desregulación desde la etapa de George Bush.
-De nuevo, ¿peligra el modelo de vida europeo?
-Europa hoy representa el 12% de la población mundial, produce el 22% del PIB y consumimos el 51% del gasto social mundial. Es muy difícil que podamos mantener el gasto social tal y como lo tenemos ahora. Eso sólo podremos soportarlo si nos unimos como los Estados Unidos de Europa. Los europeos somos los habitantes del planeta que más y mejor hemos matado, y más armas hemos exportado al resto. Y conseguimos la paz porque teníamos un mercado único. Cuando se incorporan las ex dictaduras del sur y luego las del Este, cundió la sensación de que se podía dar un paso más hacia la Unión Europea. Fracasó la Constitución. Y aquí estamos. La Unión Europea es un producto en construcción sin planos. Y ahora nadie está construyendo Europa.
-Bueno, hay líderes fuertes como Angela Merkel y Emanuelle Macron.
-Hay líderes europeos, pero no hay un líder de Europa. Ni Merkel, ni siquiera Macron, que es bonapartista, no europeísta. Macron quiere ocupar el puesto de Merkel que va a dejar vacío, quiere una Europea francesa. El futuro es una Europa federal o una Europa intergubernamental. En una Europa federal, el Parlamento tendría más fuerza y el Consejo sería un Senado. Y la mayoría de políticas serían las comunitarias. Habría una unidad fiscal y una Europa social. Junker, que fue el último europeísta, decía que hay países pequeños y otros que aún no saben que son pequeños. Y luego está la Presidenta Ursula von der Leyen, que ha hecho lo mejor, conseguir el plan de recuperación para la crisis post pandemia. Si me preguntas por él hace un año, diría que es imposible, a sabiendas de que este plan de recuperación va hacia la Europa gubernamental y contra la Europa federal. Era necesario, era urgente y es histórico que lo hayamos conseguido. Otra cosa es que se va a disolver como un terrón de azúcar en un vaso de café con leche.
-¿Este “Plan Marshall” ayudará a reconstruir Europa tras descubrir que no éramos capaces de fabricar mascarillas?
-El plan Marshall vino después de la segunda guerra mundial. Europa estaba arrasada, pero merced a la guerra desarrolló las mejor tecnología del mundo. La guerra nos había hecho dueños de la tecnología. Con los mejores aviones, coches y electrodomésticos, nos ayudó a salir. Ahora nos viene más dinero pero la tecnología no es nuestra, es japonesa, china y norteamericana. Ahora la economía es de cosas que no se pueden tocar. Los europeos fabricamos cosas que se tocan: coches neveras. Y el mundo actual es de lo que no se toca: del software, de la Inteligencia Artificial. Lo más cerca es Spotify, que es sueca y está a punto de ser comprada. No existe un navegador o un sistema operativo europeo o una nube europea. Los datos de los europeos están en nubes chinas o norteamericanas. Somos una colonia digital.
-¿Nos hemos perdido algo por el camino de la globalización y de las crisis?
-La carrera digital y de la Inteligencia Artificial las hemos perdido. Nos queda la robotización. Porque, como fabricamos cosas que se tocan y un robot es la fusión de la mecánica con la inteligencia artificial, tenemos la mitad del invento. Es la oportunidad de Europa. Si el robot es un coche sin conductor, nosotros tenemos el coche, como si es una nevera que hace la compra por ti. En esa carrera tenemos la mitad, porque en lo otro ya no llegamos. Somos desarrolladores e inteligentes, y tenemos buenas universidades. Pero esa carrera ya la hemos perdido porque éramos muy buenos en la otra. Europa era un gran productor de hardware. Sabemos que la robotización real creará extraordinarios problemas sociales que hay que resolver a medida que se avanza. Pero no son menores que la digitalización, que va a provocar que un par de generaciones se van a quedar fuera. Por eso estoy a favor de la renta mínima de inserción, para aquellas personas que ya no pueden formarse. Soy consciente de que los jóvenes están trabajando en condiciones muy precarias, pero tienen una capacidad de adaptación que no tiene mi generación.
-¿Su generación se retrata en sus libros? ¿Se siente cómodo en esta nueva reinvención?
-Toda la vida he querido ser escritor. La política fue una forma fácil de no enfrentarme al miedo que me daba sentarme a escribir. Y después de cumplir los 50 me vino el “ahora o nunca”. He publicado la primera novela. Ha vendido dos ediciones, sin promoción ni feria del libro, por la pandemia. Y ahora tengo muchas cosas que contar, porque he vivido mucho… Estoy escribiendo un thriller político y espero tenerlo terminado antes de un año. Me levanto a las seis de la mañana para escribir y escribo los fines de semana. Y la editorial me ha encargado otro de lo mismo. El encargo viene de la constatación de que en España no escribimos ficción política. En Francia, Reino Unido o Alemania son muy habituales. Uno, el que hago de motu propio, desde un punto de vista más romántico, y el otro es más conspirativo. Son muy comunes las relaciones sentimentales entre políticos y periodistas. De esto va mi novela, de lo que he visto. La política y el periodismo político son actividades muy duras y muy absorbentes, con las que se pasan momentos muy emotivos.
-¿Es una historia de amor y odio?
-Yo no he visto en la política la crueldad que vi en la universidad. Lo viví de profesor, porque soy Doctor. Mi tesis es “El acto parlamentario en el sistema de fuentes del derecho. Sí, es muy aburrido. Si volviera atrás, estudiaría historia o geografía o filología. Mi padre no me dejó. Yo habría sido profesor de historia. Tenemos el software del franquismo aquí. Mi padre, que era especialmente conservador, me decía que estudiara medicina o derecho, que historia o filología no era para chicos. Por eso no lo estudié y yo habría sido feliz.
-No ha sido político…
-Si volviera a empezar, no sería político. Porque la política que a mí me convenció, hace muchos años, ha desparecido. La de Suárez y la de Felipe González, incluso la de Manuel Fraga y Santiago Carrillo. La política que vivimos en los ochenta era extraordinariamente constructiva… y estaba prestigiada. Y dedicarse a la política era lo mejor que cualquiera podía hacer. Y eso ha desaparecido. Hoy en día, los mejores currículums no se acercan a la política.
-Parece como si huyera de ello, como si su estancia en Bruselas fuera una especie de exilio.
-No es un exilio. Aquí he encontrado el lugar para servir mejor a España y a la Comunitat Valenciana. De todo lo que he hecho, el mejor servicio es lo que estoy haciendo en la Unión Europea. He encontrado mi sitio. E intentaré seguir sirviendo en el Parlamento Europeo después de las próximas elecciones, no tengo intención de volver a Madrid ni a Valencia. Si puedo seguir una legislatura más, en Bruselas todavía quedan puestos políticos que me gustaría alcanzar. Lo voy a intentar. Mi pasión ahora es el federalismo europeo y la europeización de las políticas española y valenciana. Me gustaría contribuir a que la política de la confrontación se sustituyera por la política del consenso.
-¿Eso no son sólo buenas palabras? ¿Lo has aprendido en Europa?
-No. En Europa me he convertido en un buen político. No digo que antes no lo fuera, pero era un aprendiz. Aquí he conocido una política que pone el foco en lo que une y no en lo que separa. Llevo casi siete años haciendo política con socialistas y liberales a nivel europeo. Lo considero tan importante como que, si un día los socialistas no fueran necesarios para forma la mayoría parlamentaria, yo les invitaría a la coalición de todas formas. La diversidad de puntos de vista enriquece. Me parece increíble que, en 40 años de democracia, en España no se ha producido ni una sola coalición PP-PSOE.
-En España hubo una guerra civil…
-Es verdad que los españoles preferimos siempre una guerra civil y así vivimos la política. Pero eso debe acabar… Hay que mirar a lo que se hace fuera -y me muestra sus calcetines navideños en azul-europa y con el logo del Partido Popular Europeo-
-¿Acabará o cambiará por la covid?
-El virus de la covid nos ha cambiado ya. Es un acelerador histórico, natural, las enfermedades lo son, como la vida y la muerte. No ha puesto sobre la mesa nada que no estuviera ya, pero lo ha acelerado todo. El teletrabajo era una tendencia. La covid lo ha convertido en una exigencia. La precarización del mercado laboral se estaba produciendo y después de la covid habrá que combatirla con uñas y dientes. La covid nos ha demostrado que se puede hacer todo desde casa. Era cuestión de tiempo que eso sucediera, pero ha ocurrido a toda velocidad. Y va a ser muy difícil que volvamos a una vida parecida a la de antes.
-¿Ni con la vacuna?
-Pero tiene una cosa buena, no existe ninguna vacuna contra un coronavirus, es la primera y la hemos desarrollado en menos de un año. Y no una, sino dos y tres diferentes. Con esto se demuestran dos cosas. Una, que cualquier enfermedad es susceptible de ser curada, depende sólo de la cantidad de recursos y dinero que se ponga en la investigación. Y dos, que al ser humano lo salva la ciencia, no la religión ni la política. Y que deberíamos incrementar, como hemos hecho con el coronavirus, el dinero en investigación científica, en todos los presupuestos.
-¿La covid ha polarizado la sociedad?
-No, la polarización es un fenómeno diferente. Surge primero por la precarización de la clase media. Segundo, por el miedo a la globalización. Y, tercero, por la aparición de una alternativa económicamente viable pero no democrática. El comunismo fracasó frente al capitalismo porque no era viable económicamente. Sin embargo, China hoy es la versión contraria del comunismo. Económicamente viable pero sin democracia. Se puede ser próspero sin ser demócrata. Y eso en un mundo en el que la globalización ha hecho surgir el nacionalismo, y la precarización el populismo, da lugar a que movimientos de extrema derecha estén protagonizando el debate en Latinoamérica, Estados Unidos y, en menor medida, en Europa. cuando desaparece la clase media, desaparece el sustento de la representatividad democrática.
-¿La covid nos ha enseñado a sacrificar la navidad?
-Como muchos, me quedo en Bruselas con mis niños por mis padres. Tienen más de 80 años los dos y me parece una imprudencia ir a verles. Creo que Ximo Puig y Mónica Oltra están acertando en la gestión de la pandemia en València. Porque en España echo de menos más contundencia a la hora de aplicar medidas de protección. Sin ánimo de ser ejemplo de nadie, he decidido no viajar a España en estas fiestas. La navidad es un espíritu, no una fecha… Parece que hace mucho que no hemos visto “Qué bello es vivir”, la película de Frank Capra.