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tiempos modernos

Guillermo Busutil: "La arrogancia nunca casa con la cultura"

23/10/2019 - 

VALÈNCIA. El periodista y escritor granadino Guillermo Busutil tiene nariz de boxeador y ojos como canicas. Lo primero se debe a su pasión por un deporte –el boxeo- que su maestro Manuel Alcántara definía como “el arte de quitarse a golpes el hambre”. Lo segundo se desprende de su peculiar manera de observar el mundo: encuadrando, delimitando y agudizando la mirada para detectar la belleza de todos los detalles. Es el tipo más culto que vive en la ciudad más culta de España. Desde Málaga y con el mar cerca escribe para el mundo. Su último libro –La cultura, querido Robinson (Fórcola Ediciones)- es una apología pugnaz pero bellísima sobre lo que significa la cultura en estos ‘Tiempos Modernos’. 

-¿De qué depende estar enganchado o no a la cultura? Lo digo porque leyendo tu libro parece que aquellos que no sepan apreciar lo que la literatura, la pintura, el cine o la música nos ofrece hubieran vivido menos.
-Vivir y disfrutar del conocimiento cultural depende de la sensibilidad personal que te dispone hacia el goce de lo bello, las posibilidades de las aventuras que abre de la imaginación, hacia la curiosidad por sentir lo que expresa la palabra, un cuadro, una fotografía, el lenguaje de un piano, de un paisaje, de la forma de una piedra o del instante de la luz en vilo del atardecer. Y de la educación que te enseña a entenderla, a profundizar, a ponerle nombre, a dialogar con ella desde tus propios recursos expresivos. La cultura favorece que miremos y disfrutemos de todo, hasta de lo minúsculo y fugaz, con más intensidad y con una manera más satisfactoria de habitar el mundo, de vivir la vida, de escuchar en soledad y oír lo que nos tenemos que preguntar o decir, y de cuestionar con más convencimiento la mentira, las imposiciones, los límites. Los periodistas culturales contribuimos con nuestro conocimiento a traducirles sus claves a los lectores, a los espectadores, para que aprecien las emociones, las ideas que les traslada una pintura, una novela, un concierto, una película.

-En este sentido dices que la cultura es un antídoto contra el narcisismo, contra el aislamiento, contra la exclusión del otro. ¿La cultura favorecería entonces únicamente la bondad?
-Por supuesto, la cultura favorece la generosidad, la tolerancia, el diálogo en busca del consenso. Hace poco asistí a un acto donde algunos poetas y personas que se declaraban intelectualmente libres se reían con cierta suficiencia despectiva de la expresión de la cultura tradicional de otras personas. Este comportamiento es lo contrario de lo que debe representar la cultura. La cultura no es una mirada ni una conciencia desde la que despreciar a los que no piensan como nosotros o con un pensamiento menos formado. Debemos tener un conocimiento que nos posicione críticos y disconformes pero siempre desde el respeto, la transversalidad, la curiosidad, la búsqueda de una comprensión en convivencia. La arrogancia nunca casa con la cultura, y el rechazo tampoco debe ser irrespetuoso, y mucho menos intelectualmente soberbio o agresivo. Siempre he defendido que en los colegios debería enseñarse Historia de las religiones, y no una sola creencia dogmática. Un buen ejemplo de lo que acabo de decir.

-¿Te consideras un “escritor en periódicos” como decía habitualmente César Ruano? ¿Es esto un demérito?
-Yo soy escritor y periodista. Dos oficios con miradas que pueden tener perspectivas diferentes y también complementarias. Y cuando escribo, sea para un periódico, para un catálogo de arte, en la elaboración de un libro o de un encargo, cuando lo hago desde la plena libertad creativa y también enfocado al análisis crítico de una exposición, de un libro, de una obra de teatro, de una película, de las muchas manifestaciones de lo estético y lo cultural en la vida cotidiana o del rigor de los hechos de una noticia, siempre intento tener ambición de lenguaje, calidad de página, seducción de escritura, y el soporte es lo de menos. La literatura se puede hacer en periódicos e incluso en radio y en televisión. La escritura de lo literario es el resultado de una mirada, de una conciencia, de un lenguaje con el que uno se expresa, se comunica e intenta abrir otros itinerarios, preguntas, emociones, reflexiones. El demérito es hacerlo mal o de una manera mediocre. Por otra parte en nuestro país siempre, desde Larra, ha existido una magnifica literatura de periódicos.

-¿La cultura es política?
-Claro, todo es cultura. El lenguaje, las palabras, nuestra manera de relacionarnos, el deseo, la seducción, el sexo, el silencio responden a una cultura política o a la educación en una u otra. Nada es ajeno a la política, sólo la naturalezas salvaje e incluso ésta está sujeta a sus propias leyes. La es una conciencia, una actitud, un compromiso, un acto de legítima defensa contra lo que se nos impone, y por tanto es política. Otra cosa es que sirva para manipular o para progresar.

-Al final del libro dices que “la cultura no es un negocio (y que nos lo digan a los editores independientes, a los editores culturales), sino una empresa ética para saber y crear progreso”. ¿Debe escapar la cultura de la idea de negocio? 
-No, de hecho la cultura puede ser una empresa. Ahí están los casos de editores como Páginas de Espuma, o las que componen el grupo Contexto, o Anagrama, al igual que hay librerías que han sabido sobreponerse a la crisis, e instituciones como el Cervantes. Cuando me refiero a que no es un negocio aludo a que muchos empresarios o instituciones o grupos de comunicación entienden el concepto de negocio desde la rentabilidad económica inmediata, de la precarización de sueldos y de costes.  En el campo de los negocios y de las empresas también debería entenderse la cultura como marca de prestigio, como apuesta de distinción. No todo se mide únicamente por los beneficios del dinero. Otro problema es cuando la  cultura se convierte en rehén de las exigencias del mercado y entonces se contamina de otros aspectos que la devalúan.

-Hay en el libro algo de melancolía por lo que significaba la cultura hace unas décadas y lo que significa hoy. ¿Crees que corremos el riesgo de que ciertos formatos emergentes como los videojuegos o las series de televisión puedan desplazar a otras artes más ancestrales como la literatura, la música o la pintura?
-Hay cierta melancolía por la falta de respeto hacia la cultura por parte de la política, de las instituciones, de las empresas, incluida la periodística. Cada una y todas le han restado dignidad, la han confinado a lo precario, a la falta de rigor, a lo amateur. Las generaciones optan por soportes nuevos pero las series de televisión o los videos juegos tienen sus raíces argumentales y sus arquetipos en los mitos del cine y de la literatura. El problema es el imperante adanismo que contribuye a que parezcan nuevas propuestas exclusivas de estos soportes. Y volvemos a lo que dije en una de las respuestas anteriores, la cultura es enriquecimiento, suma de lenguajes, de propuestas, de diferentes formas de expresión y de campos de trabajo. El problema es cuando se excluyen unas en favor de otras, restándole valor a las que se rechazan o pasan de moda. Aun así la cultura es metamorfosis y siempre renace, un ejemplo el antiguo tebeo mutó hacia el cómic y luego a la novela gráfica, pero en esencia es lo mismo.

-Y hay espacio también para hablar del periodismo cultural que dices que, cada vez más, está “maltrecho” y con poca influencia. ¿Ya no es época de convertir algunos libros en best sellers por una determinada crítica?
-Este Robinson, que está lleno de Robinsones de los que provengo, de los que me acompañan generacionalmente y de los que están emergiendo, es una puesta en valor de nuestro oficio. El periodismo cultural es una linterna que muestra un camino y desvela los secretos de las manifestaciones de la cultura para que las personas sean mejores sujetos de sí mismos, que como aprendan a ser lo que son capaces de ser. Esa labor de instruir la mirada con una crítica que desvela lo que nombran las palabras, lo que dicen las imágenes, lo que nos propone una novela, lo que sucede en realidad dentro de un cuadro, o lo que continúa al instante de una fotografía nos educa, nos ayuda a relacionarnos mejor y a perder miedos o saltar barreras. Si que las críticas de un libro, de una exposición, de una película, si están hechas con rigor, pasión, honestidad y compromiso de compartir ayudan a que los demás se acerquen a esos productos. 

-Siempre me ha preocupado distinguir la pasión, el rigor y la curiosidad en el periodismo cultural. ¿Cómo lo haces tú?
-Bueno, la clave está en el equilibrio y en saber que ingredientes han de prevalecer sobre otros en función de lo que quieras explicar, analizar, transmitir. En cualquier caso podríamos hablar de un orden, de una fórmula química si quieres, que se inicia con la curiosidad que te lleva a acercarte a un hecho cultural, el rigor del conocimiento desde el que vas a evaluar y transmitir y finalmente la pasión con la que vas a intentar despertar en los lectores esa curiosidad de acercarse a aquello de lo que hablas. Sin olvidarse de hacerlo con un lenguaje oral o escrito que tenga un estilo personal y seductor.

-¿Sirve para algo la cultura?
-Por supuesto, para crear lo que más temen los gobiernos, construir ciudadanos culturales que sean independientes, críticos y creativos. Una actitud muy rebelde e indomable en su espíritu y su poética.

-¿Qué poema, pintura o libro te ha salvado en algún momento de tu vida?
-Muchos, unas veces uno y en ocasiones otros, pero lo que realmente me salva a diario es la existencia y el disfrute de la poesía, de la lectura, de una película, a partir de los que me adentrado en una aventura, en un sueño, en el recuentro en paz y en permanente construcción de mí mismo.

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