VALÈNCIA. ¿Qué puede contarnos las prendas vestimos sobre nosotros mismos? ¿Y sobre la sociedad que habitamos? ¿Qué ideas gritan los hilos y las cremalleras respecto a las calles que recorremos, respecto a la ciudad en la que vivimos? Estas cuestiones (y algunas otras más) protagonizarán el próximo 6 de febrero El matí de la moda, una charla organizada por Rambleta y Caixa Popular en la que participarán Eduardo Jairycovich, director y estilista de Chapelle Mag; el sombrerero Betto García, con taller en València y cuyos diseños conocen tanto las carreras de Ascott como las pasarelas de Nueva York, y Lucas Zaragosí, integrante de Estudio Savage, un laboratorio creativo en el que lanzan pequeñas colecciones de ropa a medida.
Tres proyectos distintos, tres prismas de trabajo diferentes, pero con una tintineante consigna en común: apostar por la costura como una plataforma desde la que transformar el entorno que les rodea y enhebrar otras maneras de existir, de crear y de ser. En concreto, Betto García considera que sus producciones deben contener un mensaje social más allá de la perspectiva estética, así lo ha demostrado en desfiles que hablaban de homofobia o acoso escolar. “Todos los que tenemos cierta influencia y cierta visibilidad debemos aprovechar esos canales concienciar a la población sobre asuntos que consideramos relevantes. Tenemos que posicionarnos y, de hecho, si una marca no se posiciona públicamente, si calla ante ciertas cuestiones, también se está posicionando”. ¿Y si pertrecharse de aguja y dedal fuera el comienzo para cambiarlo todo?
Ese afán reivindicativo también es compartido por los responsables de Chapelle: “es una labora a la que estamos dedicando muchos esfuerzos y con la que nos diferenciamos de otras revistas de estilo. Me parece algo importante y que debería hacerse desde otros medios, porque no es tan difícil”, apunta Eduardo Jairycovich. “De todas formas, también defiendo las publicaciones tradicionales de tendencias, los dos caminos me parecen bien. De hecho, nosotros empezamos así, pero se nos quedaba muy corto, queríamos ir más allá de la prescripción de prendas o estampados: necesitábamos un discurso en el que estuvieran presentes valores como la igualdad y el feminismo, o reflexiones sobre cuestiones como la tradición, la raíces y la apropiación cultural… Promovemos la aceptación de todo tipo de bellezas, facciones y tallas, es algo que llevamos mucho tiempo defendiendo. Creo que el arte es un buen vehículo para proponer ciertos temas a la sociedad y despertar emociones en el público”, agrega.
En el caso de Savage, su torrente de actividad no se limita al mundo del tejido y los botones, sino que aborda muchos otros ámbitos que tienen al diseño como eje vertebrador. Y es que, para Zaragosí, todas las disciplinan que abordan desde su estudio “están íntimamente relacionadas porque nos inspiran los mismos referentes del mundo del arte, la cultura, la música, la arquitectura, la artesanía… Nuestra forma de entender el trabajo se basa en el respeto, la coherencia y la honestidad. Siempre hemos creído que existe otra forma de hacer las cosas y eso es lo que estamos intentando hacer desde que empezamos hace ahora 10 años”.
La moda valenciana: estado de la cuestión, tendencias y cuentas pendientes. Justifique su respuesta. Abre la sesión Betto García: “creo que una característica común en muchos a creadores valencianos es que compartimos un espíritu como de “comboi fallero”, cuando nos unimos podemos hacer una superproducción con cuatro cosas porque tenemos un punto que es a la vez resolutivo y alocado”. En el apartado de asuntos que tocaría mejorar, Lucas Zaragosí señala la necesidad de “visibilizar a las pequeñas marcas que día a día intentan potenciar una buena imagen de nuestra ciudad aquí y en el resto del mundo. La importancia de las pequeñas cosas. Las marcas cada vez más deben buscar la manera más personal de comunicar y conectar con su público para enamorarle. Es imprescindible que los diseñadores de cualquier disciplina dediquen tiempo al proceso de creación, a pensar en la verdadera utilidad y necesidad de los productos”.
Llegados a este instante, el responsable de Savage entronca la mirada local con la internacional para señalar que resulta “inevitable no percibir macrotendencias globales comunes como la sostenibilidad, la diversidad, la identidad fluida y la nueva masculinidad en distintos sectores. Y es una evolución lógica y muy positiva y una muy buena forma de visibilizar, acompañar y empatizar con los demás”.
Y ahora, un jarro de esa agua fría apodada realismo: “En València no hay una gran industria de la moda y, por eso, muchos diseñadores y estilistas se acaban yendo a Madrid o Barcelona. Intentamos sacarnos las castañas del fuego aquí, haciendo casi magia, pero a menudo no es posible encontrar trabajo. Nos hacen falta grandes marcas y empresas locales que apoyen y den trabajo a los profesionales del sector”, subraya Jairycovich. Aun así, no hay espacio en estos lares para el derrotismo: “creo que la designación de València como Capital Mundial del Diseño puede traducirse en un aumento de oportunidades laborales. Además, en la ciudad cada vez se realizan más desfiles y esto, al menos, da visibilidad a los jóvenes talentos”. En esta línea, la revista que coordina ha vivido en los últimos tiempos un salto casi metafísico: en su último número, centrando en la diversidad, ha pasado de la web a la corporeidad de la celulosa y la edición impresa. “Es algo que siempre habíamos querido porque creemos que el papel da más prestigio, actúa como un reclamo, de hecho, muchos artistas siguen alumbrando fanzines y contenido muy interesante en formato físico. Es algo que se puede coleccionar y que resulta más apreciado. Además, en el caso de las fotografías de nuestra revista, creo que el papel les aporta cierta vida”, explican.
Los humanos vestimos moda, la vemos en los transeúntes con los que nos cruzamos, en los compañeros de trabajo. La observamos en escaparates y marquesinas. Teniendo en cuenta lo presente que está en nuestra vida, ¿tenemos un conocimiento real de la galaxia textil o estamos anclados en un puñado de prejuicios y cuatro conceptos básicos? “Creo que todavía hay una visión muy superficial de este campo que está muy lejos del sentido en el que lo entendemos los profesionales, pero es cuestión de tiempo que esto vaya cambiando. De hecho, los profesionales jóvenes estamos luchando para que eso pase”, señala el director de Chapelle Mag. Coincide así con Betto García, quien denuncia que prevalece “una visión muy distorsionada del sector. Las rutinas productivas reales las conoce muy poca gente, hay todo un esfuerzo detrás del que la sociedad apenas sabe. Es interesante mostrar estos mundos por dentro y si se divulgara más al respecto, se despertaría un mayor interés y se despertarían vocaciones ocultas”. “Además, pienso que hay naturalizar más este trabajo, porque hay una pompa y una soberbia al alrededor de la industria que a menudo la deshumaniza”, agrega el sombrerero. Bastante más optimista se muestra Zaragosí, pues defiende que en València “tenemos la suerte de contar con un público que valora mucho la creación de autor y todo el trabajo que hay detrás”.
Y aquí, un frente común: combatir el estigma de que la moda es un escenario frívolo y vacío de sentido. “Es una industria y, como tal, es un importante motor económico, social y cultural. Y así debe actuar. El trabajo diario, la constancia y la pasión es lo que hace que funcione”, señala el responsable de Savage. Para Eduardo Jairycovich “lo esencial sería que desde las instituciones se defendiera esta disciplina como una manifestación cultural más. Eso se reflejaría en una mayor visibilidad y más ayudas a quienes se dedican a ella, especialmente en el caso de propuestas nuevas”. “A veces es la prensa la que nos frivoliza y otras veces somos los que trabajamos en ella quienes frivolizamos nuestras propias creaciones. Hay una retroalimentación ahí- reconoce Betto García-. Aunque ahora mismo estamos viviendo una época en el que las marcas se están posicionando más en cuestiones como el Orgullo, el feminismo o el medioambiente”.
La aldea gala de los artesanos de la costura, aquellos que miman cada puntada, sobrevive en el imperio textil dominado por las grandes marcas low cost, estas multinacionales que fabrican productos en masa a precios irrisorios (y a menudo, en condiciones laborales y medioambientales que nos horrorizarían si dedicáramos medio minuto a conocerlas). ¿Es posible la coexistencia de estas dos formas de entender un acto tan cotidiano como vestirse? “La convivencia es imposible. Las marcas artesanales tenemos que hacer un esfuerzo por diferenciarnos porque si sacamos productos similares a los de esas grandes cadenas, es imposible competir: gran parte del público optará por la versión más barata. De hecho, yo reviso las colecciones de esas empresas precisamente para no coincidir”, apunta Betto García.
A pesar de ello, el sombrerero reconoce que, por una simple cuestión de poder adquisitivo “con los sueldos actuales, es insostenible para la mayoría de bolsillos recurrir únicamente a diseños de autor o hacerlo de forma continuada. En mayor o menor medida todos caemos en el sistema, es muy difícil escapar, estamos metidos en la misma rueda”. Por su parte, para Zaragosí, el taller tradicional y personalizado y la gran fábrica son “opciones totalmente válidas, principalmente porque las grandes cadenas ya están empezando a posicionarse a favor del consumo cada vez más responsable. Y es un gran paso. No tendría sentido que no lo hicieran”. En cualquier caso, destaca que la personalización y el trabajo artesanal es un concepto distinto, necesita tiempo, atención y detalles. Es mucho más cercano y emocional, son las manos que hay detrás”.
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