ALICANTE. Se inició en la novela a lo grande publicando su primer libro en 2015 con la editorial Planeta, pero con su segunda obra se ha superado, alzándose con el Premio Azorín 2019. Joaquín Camps había presentado su último texto, La silueta del olvido, al certamen que convoca la Diputación de Alicante y el Grupo Planeta. La gran noticia le llegó durante la gala de entrega del galardón celebrada este jueves, donde subió al escenario ante mil quinientas personas para recoger el primer premio que recibía en su vida. “Cuando supe que era finalista, me puse a pensar cómo sería el momento de ganar y subir al escenario, pero cuando sucedió, me embargó la emoción más de lo que había imaginado”, afirma el premiado escritor.
Se había trasladado hasta el Auditorio de la Diputación de Alicante desde la vecina ciudad de València, donde nació y donde reside actualmente, pero también donde se ubica la trama de su libro. “Al principio quise que se situara en Nueva York, pero pensándolo mejor, me di cuenta de que no hay que irse tan lejos para encontrar las mejores ubicaciones, así que elegí una ciudad que conozco bien y que he estudiado ahora un poco más para poder situar cada episodio donde me gustaba”, explica. Una ciudad que conoce igual de bien la protagonista de la novela, una inspectora de policía que, junto con un grupo de agentes, tratan de esclarecer una serie de asesinatos en extrañas circunstancias.
Claudia, una mujer en un papel narrativo que tradicionalmente ha venido ocupando el hombre. “Me gustan mucho los personajes femeninos, desde el principio pensé que debía ser una mujer y que me sentiría más cómodo construyéndolo”, explica el autor. “Era además un reto meterme en la piel de una mujer, aunque surgió como algo inconsciente, pero rápidamente me di cuenta de que funcionaba y quise continuarlo”, desvela. Una protagonista a la que además de conferirle sus cualidades profesionales, la elabora con una profunda carga de humanidad y le atribuye una cojera. “Me dio la sensación de que necesitaba un defecto físico que yo pudiera modular a lo largo del relato”, explica.
“Cuando se ve de donde viene ese problema que tiene, se ve también de qué forma ha condicionado sus emociones a lo largo de su vida”, describe. Algo que le pareció literalmente interesante para perfilar sus características personales. Pero esa humanidad que destila Claudia, es percibida también en el resto de los personajes. “Afortunadamente, todos somos imperfectos”, sentencia, el escritor valenciano, que se ha valido de esas imperfecciones para crear, como el define, “una especie de montaña rusa emocional” donde el lector, conforme transcurre la novela, aborrece o ama a esos personajes. “Quería que fusen creíbles y que hicieran reflexionar al lector respecto a asuntos moralmente ambiguos”, destaca sin hacer spoiler.
Joaquín Camps es un meticuloso economista. Primero crea la idea y la deja 'reposar' durante un tiempo para después elaborar meticulosamente el argumento. Hasta que no ha llevado a cabo ese proceso, no escribe ni un renglón. Pero después da rienda suelta a su imaginación en esa parte más creativa e instintiva en la que da vida a cada personaje. “Hay una idea preconcebida de que los economistas estamos rodeados de números y gráficos, que no tenemos corazón, pero no estoy de acuerdo con eso porque creo que enriquece mucho tener intereses diversos”, cuenta el autor. Él es profesor de la Universidad de València, en el departamento de Dirección de Empresas, donde ha publicado varios trabajos científicos. “En mi caso, estoy además en un área que analiza el factor humano de las organizaciones y que se aleja de lo que se entiende como economista”, explica.
De todos esos conocimientos adquiridos se ha valido para construir este thriller de alta tensión en el que también utiliza el humor negro o “cínico”, como él dice, con el que “descomprimir los momentos tensos y que la lectura sea mas ágil, que el lector pueda respirar un poco”. Pero también se ha puesto al día en asuntos hospitalarios y policíacos a través de varios médicos y magistrados. Unas ideas adquiridas que no hacen más que alimentar fuertemente su ya de por sí prolífica imaginación, que le ha llevado a tener a medias dos nuevas novelas que pronto verán la luz.
Por el momento, sus dos primeros textos han sido thrillers, un género con el que asegura que se siente muy cómodo. “Es un género como cualquier otro, un género que me gusta y que consumo, pero no me gustan las connotaciones que a veces se le atribuyen en libros donde solo pasan cosas muy deprisa y de forma intrigante, pero donde el personaje pasa de largo y el autor se olvida de ellos”, confiesa. Para él, tienen que tener profundidad. “Me gusta que las novelas sean sobre personas”, explica. “Si no pasan cosas me aburro, pero si solo pasan cosas también me aburro”. Así que apuesta por la mezcla de ingredientes como el humor o el romanticismo. “Creo en el eclecticismo de los géneros", sentencia.