Este sábado el mundo entero se une en una acción que nació en el año 2007 de la mano de la organización World Wildlife Fund (WWF) para visibilizar el movimiento contra el cambio climático y la pérdida de biodiversidad. La Hora del Planeta consiste en el apagón energético de edificios institucionales y hogares de todo el mundo para que durante una hora, sociedad y administración, visibilicen esta lucha.
Sin embargo, ¿son este tipo de iniciativas efectivas para la concienciación del problema o les viene muy bien a algunas instituciones para cumplir con los mínimos en responsabilidad social?, ¿cuántas de estas administraciones que se suman creen firmemente en las políticas medioambientales? Y, sobre todo, ¿cuántas de ellas impulsan las iniciativas necesarias y las dotan de recursos?
Asistimos en todos los ámbitos a discursos de buenas voluntades en la defensa del medio ambiente, pero a la hora de aplicar políticas sostenibles son habituales las excusas y la falta de responsabilidad para llevar a cabo proyectos que produzcan un verdadero impacto. Porque siempre molestan a alguien, suponen una renuncia a algo, o se considera que no es el momento adecuado. Y hace tiempo que es el momento.
Está muy bien que nos unamos este sábado durante una hora, a las ocho y media de la noche, que apaguemos todas las luces de casa y lo contemos en las redes sociales. Pero estaría todavía mejor que las restantes 8.759 horas del año estemos igual de implicados trabajando para preservar la tierra.
Este mes hace un año que cambió nuestra vida y el día a día de todas las personas del planeta con la llegada de la pandemia de la Covid-19. Fueron unas semanas de encierro total en las que nuestra vida se detuvo, en las que nos escondímos de un virus invisible que desbordaría los hospitales de todo el mundo y que acabaría con miles de vidas.
Para mi esa fue la hora del planeta. En esas semanas de estado de alarma vimos como la tierra respiraba, como desapareció parte de la nube de emisiones C02 en las principales capitales industriales de todo el mundo y así lo vimos en las imágenes ofrecidas por la NASA. Vimos la disminución de los índices de contaminación en todas las ciudades con reducciones inimaginables, o animales de todo tipo cruzando pasos de peatones aprovechando la ausencia de las personas. Un parón que mejoró la calidad del aire que respiramos, que alivió ecosistemas y biodiversidad y mostró cómo podría ser el mundo sin los combustibles fósiles.
Desde luego, que esa pausa de la actividad humana fue un corto respiro para el planeta que no ha revertido la situación, pero que ha revelado una vez más el abuso que hacemos de él y que los recursos que nos ofrece son finitos. Tampoco la Hora del Planeta será la solución al grave problema. Esta cita es un símbolo de todo lo que podemos hacer si nos unimos para cuidar de él y en esta tarea deben estar todas las administraciones.
Y aquí ya hemos empezado. La Generalitat Valenciana ha presentado la Ley de Cambio Climático y Les Corts Valencianes está tramitando la de Economía Circular, haciendo una apuesta indiscutible por las energías renovables con el impulso de las fotovoltaicas, además de una buena gestión de los recursos hídricos y la modernización de los regadíos o la prohibición de fabricar productos con obsolescencia programada.. Porque urgen respuestas valientes y responsables. Lo irresponsable, y cómodo, es no hacer nada.
No tenemos que conformarnos con momentos concretos para aliviar nuestras conciencias con pequeños gestos. Es obligado impulsar las políticas en beneficio del planeta y la salud de las personas, dotar de recursos esas iniciativas y transformar los modelos de producción, consumo y movilidad, hacia otros más sostenibles. Tenemos la voluntad y los medios para liderar este cambio en nuestro territorio. Y lo vamos a hacer.