VALÈNCIA. Las referencias asociadas a la palabra muro van de un anónimo a dos ilustres apilamientos de ladrillos, el desaparecido en 1989 entre Berlín Oriental y Occidental y el prometido por Donald Trump en la frontera entre EE.UU. y México. También evoca un paredón de fusilamiento, el distanciamiento entre dos personas y la puerta de acceso a la vida privada que entreabre Facebook. En su nueva obra, titulada El muro, la compañía de teatro La Teta Calva ha optado por su sentido más metafórico, el de los impedimentos que erigimos en nuestras vidas hasta bloquear nuestras aspiraciones. Y anima a derribarlo.
“Todos los conceptos están asociados, porque están ligados a la coerción de la libertad, a un ‘de aquí no puedes pasar’. Hay gente que construye barreras con miedo a que el exterior les ataque y otros que alzan un tabique que les separa de su entorno más cercano. Es una obra en la que hablamos de la diferencia entre lo que sueñas hacer en tu vida y lo que tienes que hacer”, detalla Xavo Giménez, que integra la compañía junto a la dramaturga María Cárdenas.
La propuesta es el primer musical del tándem. El punto de partida fue el del álbum conceptual publicado por Pink Floyd en 1979. En principio, la idea era realizar su propia versión del disco, pero la pareja empezó a desgranar las letras de las canciones y descubrió que en aquel trabajo “no sólo se escondía una obra maestra de la música, sino también un personaje atascado en la habitación de un hotel que se ve obligado a hacer una revisión de su vida, porque está al borde de la locura y del suicidio”, refiere Giménez.
En un guiño al nombre del protagonista del disco, Pink, la protagonista del montaje es una cantante llamada Rosi. Merce Tienda interpreta a esta artista transgresora, pero incomprendida, que ha de renunciar a su talento para salir a flote. La pieza está enmarcada en un motel de carretera de un área de servicio que podría estar tanto en Baltimore como en Cuenca. “Le hemos dado un aire a lo David Lynch para así aportar cierta magia y generar un distanciamiento que, por momentos, crea la ilusión en el espectador de estar viendo una secuencia de una película”, explica el director.
La ambientación y los personajes que pululan por el edificio le dan un aire estrafalario al conjunto. La idea conecta con la obra del dramaturgo argentino Rafael Spregelburd La estupidez, igualmente contextualizada en un hotel decadente habitado por una fauna humana bizarra.
Xavo radica esa conexión en la procedencia argentina de Cárdenas y el influjo que ejercen en ellos autores porteños como Claudio Tolcachir, Daniel Veronese y el citado Spregelburd: “María tiene el don de entrar en el alma de los personajes. Yo me encargo del juego teatral y de la puesta en escena, y ella de destripar a los protagonistas y crear seres esperpénticos que, no obstante, nunca superarán la realidad”.
Acompañan a Rosi en la trama su mánager -“un pobre tipo que no tiene cómo ganarse la vida”-, un cantante de bodas, una mujer de la limpieza transexual, un batería y un cazador poeta. Como en la obra familiar de La Teta Calva Les aventures de T. Sawyer, donde interpretaba a la villana del montaje, Lady Joana, Merce Tienda vuelve a vestir estampado animal. “El muro es como una fábula. Este mundo es una jungla, donde si no cazas, eres cazado. Y la protagonista es un pájaro herido que se disfraza de fiera”, advierte Giménez.
Como en sus trabajos anteriores, la risa aligera la desolación de la trama, que se balancea entre la comedia ácida y la cruda realidad. “Una constante en nuestra trayectoria es darle voz a los más heridos, a los más frágiles… Siempre escribimos sobre personas de a pie a las que les pasan grandes dramas. Son historias que conectan con la gente, porque las sienten cercanas, pero siempre les damos un punto extravagante para dotarlas de teatralidad”, comparte el director, que también interpreta a dos personajes en la obra, la limpiadora y el cazador.
El reparto lo completan Leo de Bari y el líder del grupo Gener, Carles Chiner, que también ha compuesta la banda sonora. En opinión de Xavo, “es un rock muy castizo y muy de fritanga, digno de los casetes que se venden en el universo de navajas, queso curado y miguelitos de La Roda de un área de servicio”.
La ironía de todos sus trabajos se extiende al formato elegido. La Teta Calva cae en el musical, en sus propias palabras “rozando el ridículo”.
Un 30 por ciento de la obra es música en directo y el resto, dramaturgia. La intención es reírse de la necesidad del artista de renunciar a sus sueños y abrazar las propuestas comerciales, “lo que está escrito en el guión” para sobrevivir. La elección del formato es un arma de doble filo, porque tiene un doble sentido: “El musical es lo que toca hacer, lo que vende, lo que llena las salas. Cada vez lo vemos más presente en los espacios convencionales de toda la vida. Es un formato escénico que nos gusta, pero está acabando por no deja lugar a las dramaturgias contemporáneas. La americanización de la cultura vino primero por la televisión y ahora está cada vez más presente en el teatro. Como resultado, el musical es el lenguaje y el formato al que uno se ve abocado para que sus trabajos tengan reconocimiento. Y a nosotros, cuando las cosas se nos ponen en contra, nos gusta jugarlas a favor”.