LA ENCRUCIJADA  / OPINIÓN

La ambición empresarial valenciana

20/07/2021 - 

Se acerca el momento de que la capacidad y tipología de la inversión privada valenciana encaje con los incentivos europeos. Más allá de acciones dispersas, la respuesta precisa ser coral y comprometida. No sería la primera vez. En los años 50 y 60, algo de esa interconexión inversora se ahormó en la economía valenciana, a menudo horneada por el Banco de Valencia. Ahora, vista la situación bancaria, ¿podrá surgir la voluntad e iniciativa de coordinar decisiones inversoras entre quienes disponen de capacidad de financiación y liderazgo? ¿Podrán responder a la ambición valenciana de ir más lejos y más rápido con apoyo de los nuevos fondos europeos y, de este modo, ganar ese mayor peso en España que tantas veces se plantea como objetivo?

En principio, se podrían señalar diversos antecedentes próximos de ese estilo empresarial ambicioso. Es el caso de los distintos ecosistemas de start-ups alumbrados en los últimos años, aunque convenga matizar, a continuación, que se han promovido, generalmente, a partir de impulsos empresariales individuales. Ello no impide que sean acciones que avanzan en la dirección correcta: ampliar el tejido empresarial en huecos de mercado poco frecuentados por la empresa valenciana. Otras firmas, algunas a gran rapidez, han ampliado su presencia y gama de productos, lo que constituye un segundo y estimulante avance. En otro terreno, el conjunto de la representación empresarial valenciana ha asumido la mejora de la financiación autonómica con notable empeño. Asimismo, destacados empresarios valencianos están realizando un metódico esfuerzo para estimular la más rápida conclusión del Corredor Mediterráneo. A unos y otros hay que reconocerles determinación y la superación de ese rasgo tan valenciano de levantar la voz al máximo, de vez en cuando, para regresar a la resignación o al silencio a continuación, hasta que se produzca una nueva circunstancia considerada ofensiva o discriminatoria. Si existen signos de cambio respecto al pasado, ¿qué ocurre, pues? Suceden varias cosas, pero su síntesis se puede avanzar desde este momento: se precisa una amplia vanguardia que, desde las propias empresas, impulse a éstas hacia metas transformadoras e innovadoras.

Seamos sinceros: en la Comunitat Valenciana y en España existe una clara y tediosa contradicción. De una parte, se pide al gobierno que no interfiera en la actividad privada y que se limite a crear las condiciones apropiadas para la estabilidad y libertad económicas, lo que en el extremo conduciría a un Estado disminuido. De otra, cuando desfallece la economía se atribuyen al gobierno todo tipo de responsabilidades, aplicándole la parrilla de San Lorenzo a cuenta de su inactividad, ineficiencia y derroche. Un discurso antitético que elude la relevancia de las decisiones empresariales que influyen sobre la productividad y el crecimiento económico.

Como han señalado investigaciones muy serias, que podemos agradecer al IVIE, existen déficits o insuficiencias en el tamaño de las empresas, la innovación empresarial, el capital humano empleado y la formación de los directivos. A las anteriores se añade una sobreinversión en activos inmobiliarios que lastra el efecto activador del conjunto del capital privado valenciano y una composición sectorial que no acaba de tomar el rumbo y ritmo que la conducirían hacia bienes y servicios menos proclives a la competencia en precios, ya fuese por su diferenciación o por la dificultad de ser replicados por los competidores.

De otra parte, aunque se hable menos de ello, quizás hemos llegado a un punto en el que los rasgos tradicionales de la inversión empresarial valenciana ya no son suficientes. Para comprobarlo, tendremos que investigar cuánta capacidad de inversión doméstica se queda en la Comunitat y cuánta corre a capitalizar empresas de otros lugares o a sociedades de inversión que se nutren de productos financieros del resto del mundo. En segundo lugar, analizar el efecto sobre la productividad de la propensión a que la inversión inmobiliaria se utilice como primera opción diversificadora por algunos de los grandes patrimonios familiares valencianos. Preguntarnos, asimismo, si tendremos alternativa a FORD, en el caso de que se repliegue su capacidad productiva, como ya ocurre en Almussafes y en sus grandes plantas alemanas. En concreto, ¿seguirá FORD la senda de Volkswagen y Seat apoyando la presencia, en la Comunitat Valenciana, de una planta de baterías para vehículos eléctricos?

De esas cuestiones necesarias forma parte interrogarse, de igual modo, sobre la adquisición, por diversos fondos de inversión, de empresas valencianas que son peritas en dulce. Obsérvese la alimentación, los azulejos y diversas empresas tecnológicas valencianas que han conseguido niveles de éxito: no son otros inversores locales los que las han adquirido; son fondos de inversión y empresas internacionales que, según los casos, quieren conseguir una cuota de mercado apetitosa y con claros visos de crecimiento, controlar a un potencial competidor o bien desguazar y revender los activos más sabrosos de la firma. No sólo es confianza de la inversión extranjera lo que se observa: son objetivos de dominación de la economía valenciana que más crece, cuando no objetivos depredadores.

Sin embargo, la anterior acumulación de preocupaciones queda en un segundo o tercer plano, mientras se enfatiza aquello que, siendo responsabilidad pública, -aunque también podría serlo mixta-, gravita sobre las infraestructuras. Un discurso comprensible pero confuso en ocasiones, ya que se mezcla la reivindicación de mayor inversión del Estado, los desequilibrios del modelo radial y los existentes entre los grandes núcleos urbanos de la Comunitat Valenciana, las carteras de pedidos de las empresas de construcción civil, el efecto de las infraestructuras sobre la productividad y el desconocimiento sobre quién sacará mayor provecho de las internacionales: los que desde aquí exportan hacia el resto de Europa o aquellos que van a utilizarlas desde otros países para reforzar su presencia en el mercado valenciano.

Llegados a este punto de contraste entre lo que hacemos muy bien, lo que hacemos regular y lo que no hacemos, volvamos al principio. Nos encontramos ahora con una novedad, -la llegada de los fondos del Plan Europeo-, que puede contribuir a cambiar los desequilibrios e insuficiencias existentes en la actual economía de la Comunitat Valenciana. No son la panacea, pero sí lo suficientemente intensos como para marcar huellas reconocibles de futuro. Apurar su uso, maximizar su efecto multiplicador y facilitar su rápida ejecución son objetivos funcionales ineludibles para que, dentro de un tiempo, no lloremos sobre la aridez de la arena. Y, junto a los funcionales, se encuentra otro objetivo crítico: el impulso de acciones compartidos por las firmas que se encuentran mejor dotadas de capacidad de inversión, innovación, convencimiento y arrastre. La diferencia entre el ayer reciente y el presente posible es ese: ampliar el diafragma de las aspiraciones de cada empresa y construir la complicidad interesada del mayor número de ellas para vencer el aislamiento empresarial, la vieja cultura del amo omnisciente y las barreras objetivas de escala, nivel de riesgo y conocimiento que se oponen a una nueva ambición empresarial valenciana.

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