La serie de Paco León y Anna R. Costa cuenta con algunos personajes de la cultura gitana que rompen con los estereotipos que vemos habitualmente en los medios de comunicación
VALÈNCIA. Movistar+ ha anunciado esta semana que Arde Madrid, la ficción creada por Paco León y Anna R. Costa, tendrá una segunda temporada. La plataforma de pago lo confirmaba tras saberse que se trata de la serie más vista en los primeros cuatro días posteriores a su estreno. La recreación libre de la vida en Madrid de Ava Gardner, acompañada por su tres criados ficticios, sirve como excusa para relatar, en tono de comedia, mucho más: como era de esperar, se inspira en el Madrid de la época, el del bar Chicote y las estrellas de cine y la copla del franquismo; en segundo lugar se divierte con las disputas con los vecinos de Ava Gadner, el expresidente de Argentina, exiliado en España, el General Perón, con su señora, la sirvienta y el perrito. Pero sobre todo se centra en los tres empleados de hogar con los que se proyectan tres grandes temas: el contraste con la España reprimida, la que representa el personaje de Ana Mari (Inma Cuesta), miembro de la sección femenina, estricta, soltera y virgen; la España analfabeta, simbolizada en el personaje de Pilar (Anna Castillo), la criada que se queda embarazada porque carece por completo de información alguna sobre educación sexual; y la España de la picaresca, personificada en el personaje de Manolo (Paco León), el chófer que siempre está metido en líos de estraperlo.
Como elemento extraordinario que envuelve la serie conocemos la vida de la actriz y su séquito. Un grupo de privilegiados, la mayoría aristócratas y artistas, que disfrutaban de la fiesta, el alcohol, el cante y el baile, como si la falta de libertades, la represión y la pobreza no existiera en el país. Es la España que la inmensa mayoría de los españoles no olieron ni de lejos. Y como animadores de los saraos, de esos que le gustaban al “animal más bello del mundo”, aparecen constantemente músicos y bailarines de etnia gitana.
La comunidad gitana tiene peso más allá de ser la comparsa de los reiterados jolgorios. A través de determinados matices, Arde Madrid se distancia de otras series de televisión donde los personajes de la cultura gitana han sido reducidos a constantes estereotipos: los gitanos son quinquis, los gitanos son machistas y los gitanos no tienen educación.
El distanciamiento con respecto a estos tópicos se constata en el dibujo de tres personajes de cierto peso en la serie: Vargas (Moreno Borja), patriarca y propietario de un anticuario, hombre sumamente educado y recto, que está fascinado con Ava Gardner; su mujer, Lucero (Miren Ibagurren), de fuerte carácter, defensora del matrimonio gitano, que, sin embargo, no se somete a la voluntad del marido sino que es ella la que lleva las riendas del matrimonio. Y, por último, Ezequiel (Cheto Muñoz), el hombre de confianza de Vargas, demasiado torpe para la delincuencia y demasiado blando para recurrir a cualquier violencia.
“Yo robárselo no se lo quiero robar. Bastante mala fama llevamos ya los gitanos. Te voy a dar un dato: hasta que no llegó Carlos III, que dios lo tenga en su gloria, y prohibió el exterminio y la opresión a los gitanos, aquí se nos trataba igual que a las ratas. Que si éramos unos mangantes, que si no queríamos trabajar… De robárselo, nada. Pero que lo tengo que conseguir como sea”.
En presencia del chófer Manolo, el gitano Vargas le da vueltas durante esta escena a cómo conseguir un preciado collar que posee la actriz, del que se ha encaprichado su mujer, Lucero. La gitana está enfadada con su marido porque cree que este le ha sido infiel con Ava Gardner. En un intento de conseguir el perdón de su esposa, él intenta comprar el collar.
A través del anterior diálogo los guionistas marcan distancias con respecto al estereotipo del gitano-ladrón que tantas veces hemos visto por televisión. Aunque la trama más adelante termina en un hurto a la desesperada, este finalmente no es realizado por los personajes del clan gitano, sino por Manolo, un payo. Anteriormente, tras el fracaso de la compra por la vía legal, a mitad de trama, los gitanos habían realizado un intento de robo, aunque el personaje de Ezequiel terminó por achantarse ante la posibilidad de tener que usar la violencia. Es decir, una y otra vez procuran romper con el cliché para negar lo que tantas veces hemos visto. Son gitanos, pero no quieren delinquir ni mucho menos usar la violencia.
Por otra parte, el personaje femenino de Lucero, pese a mostrar un carácter celoso, elemento estereotipado sobre la cultura gitana, se posiciona en el polo opuesto con respecto a la actitud machista de aguantar la infidelidad del marido y ser sumisa ante el hombre. Manteniendo el tono cómico de la serie, lo que dificulta mucho no caer en tópicos, el personaje de Lucero se muestra como una mujer poderosa.
“Tres gitanos juntos, aquí huele a delito”. La frase pertenece a los diálogos de Anclados, la serie de Telecinco ambientada en un crucero, que fue emitida entre mayo y julio del 2015. La ficción recibió quejas de diversas asociaciones gitanas por “denigrar y estigmatizar con sus chistes y estereotipos” a los gitanos. Pese a que terminó siendo denunciada ante la Comisión Nacional del Mercado de la Competencia (CNMC) por ser un “ejemplo más del fomento de la animadversión hacia el pueblo gitano y su estigmatización ligada a lo delictivo”, según una de las federaciones de Asociaciones de Mujeres Gitanas, la CNMC finalmente archivó la denuncia “por no encontrar elementos de juicio suficientes” y considerar que la serie estaba amparada “por el derecho a la libertad de expresión”.
Pero, aunque las denuncias hayan sido desestimadas, bien es cierto que determinados colectivos llevan protestando enérgicamente sobre la constante reiteración de estos estereotipos sobre los gitanos en los medios de comunicación. El pasado verano, el monólogo de Rober Bodegas sobre chistes de gitanos, crispó el ambiente hasta tal punto que el cómico recibió decenas de amenazas y terminó disculpándose por las bromas. “Son chistes nocivos que solo contribuyen a perpetuar una educación racista de mierda, que alimentan ideas que no nos hacen evolucionar como sociedad”, declaró la actriz gitana Alba Flores en la red del pajarito. La hija de Antonio Flores, que interpreta en Vis a vis a una gitana llamada Saray, ha roto moldes con su personaje al ser la primera gitana lesbiana que hemos visto en una serie en España (después llegaría la película Carmen y Lola de Arantxa Echevarría).
“Uno no puede tratar de erradicar el racismo de una sociedad prohibiendo un chiste racista. Más bien al contrario: cuando una sociedad deja de ser racista, deja de producir chistes racistas”, reflexionaba, de forma distinta, el escritor Andrés Barba en relación al caso de los chistes de Rober Bodegas. Tres polos en constante conflicto: estereotipación y racismo; libertad de expresión y límites del humor.
Ya fueran reprobables aquellos chistes o no, la realidad es que los gitanos continúan apareciendo como delincuentes y analfabetos en televisión. En la serie Gigantes, del propio Movistar+, estrenada apenas hace un mes, veíamos de nuevo a determinados personajes gitanos, los antagonistas, dedicados a actividades ilegales.
Existe alguna que otra excepción más como la de Arde Madrid , Vis a vis, o Carmen y Lola. En la serie de TVE Centro Médico Lolita interpretó al personaje de una enfermera gitana. “No todos los gitanos somos quinquis, también podemos estudiar y tener carrera”, declaraba la actriz sobre un estereotipo que es fácilmente rebatido en la vida real si se quiere encontrar esa mirada, con historias como la siguiente: la del albañil granadino, también gitano, que dejó su trabajo en la construcción durante la crisis para sacarse el título de medicina. Perfiles como el de este medico gitano cuesta encontrarlos en las series de televisión en España, con algunas excepciones puntuales como las mencionadas, cuando en la vida real existen. Por eso series como Arde Madrid ofrecen cierta esperanza. Al menos sensibilidad.