VALÈNCIA. Un documental en el que aportan su testimonio ex adictos, personas con depresión y vidas truncadas que recuerdan a sus compañeros muertos en el camino, podría ser sobre la guerra o quizá acerca de barrios conflictivos castigados por la droga. Pero no. Se trata de un repaso al destino de los actores infantiles más importantes de los últimos años en la industria de Hollywood. Su título es Showbiz Kids (Los niños de Hollywood) y está dirigido por Alex Winter, ex actor infantil, para HBO. Cuenta con una banda sonora de Jeff Tweedy grabada mano a mano con sus dos hijos, Sammy y Spencer, además de la extraordinaria canción de Wilco If I ever was a child con la que se inicia el documental.
El reportaje comienza con la información de que cada año 20.000 niños realizan audiciones en Hollywood, pero un 95% de ellos nunca consigue nada. Como percha, aparece uno de esos niños junto a sus padres, explicando por qué se presenta a esos castings. Ambos han llegado desde Florida, tienen un Instagram en el que el crío se muestra ya como una superestrella -lo lleva su madre- y confían en que caiga algo.
Es curioso que en una sociedad que se rige por criterios cada vez más moralistas no se haya reparado nunca en este fenómeno. Los niños que trabajan en el mundo del espectáculo son víctimas del trabajo infantil, algo condenado por los Derechos Humanos. Según la Organización Internacional del Trabajo: "El término trabajo infantil suele definirse como todo trabajo que priva a los niños de su niñez, su potencial y su dignidad, y que es perjudicial para su desarrollo físico y psicológico". Según este documental, que es una colección de testimonios que no son originales -es ampliamente conocido el destino de muchas estrellas infantiles-, todas esas circunstancias se reproducen en los niños del espectáculo.
Henry Thomas, el crío de ET el Extraterrestre, confiesa que cuando tenía que actuar se meaba encima, que el rodaje se le hizo eterno, tenía solo diez años, y luego en el colegio los demás niños le ponían motes, lo que se le hacía insoportable. Su popularidad era un infierno. El caso de Mila Jovovich, por contra, se debió a la necesidad de sus padres. En la URSS, su padre era médico y su madre, actriz. En Estados Unidos, él era cocinero y ella limpiadora en una mansión. La madre decidió que su hija se dedicase al mundo del espectáculo para sacarles de esa situación. Sin embargo, cuando entró en el negocio, los fotógrafos la trataron como si fuese una lolita. Ya en la adolescencia, muchos adultos se acercaban a ella. Dice en la entrevista "cuando pienso en lo que me hacían, me parecen unos asquerosos, pero me creía muy especial y madura".
Todd Bridges, el hermano de Arnold en la serie que en España se tituló igual, también sufrió abusos sexuales. A su compañero, Cary Coleman, que tenía ese aspecto entrañable porque un problema renal le había frenado el crecimiento, le hicieron trabajar al día siguiente de haber recibido un trasplante de riñón. Eso le hizo odiar la serie el resto del tiempo que estuvo trabajando en ella. Además, cuando se fue haciendo mayor, su aspecto hizo inviable que siguiera consiguiendo papeles. Esa es la tónica en muchos de ellos. Cuando se hacen mayores, se acaba su carrera. En ese instante, no saben cómo seguir ni qué hacer.
En general, todos los entrevistados denuncian una sobrecarga de su tiempo libre. Padres y abuelos ambiciosos les ponen a tomar clases de todo tipo de actividades artísticas. Tardes y fines de semana. Uno señala en un momento dado: "No hay ningún niño que le diga a sus padres que quiere ponerse a trabajar". Sin embargo, al nacer en California, dicen que para muchos probar suerte es como jugar al fútbol en otras latitudes.
Vivir rodando tampoco es romántico. Se pasan la mayor parte del tiempo solos, esperando, en el camerino o en hoteles. Odiaban sobre todo las sesiones de fotos, les parecía detestable verse en las revistas para fans como deseados modelos adolescentes. Lo que hacían los fotógrafos con ellos antes del #MeToo, cuya aparición es lo que motivó a Winters a grabar este documental, era irreproducible, dice alguno. A otros, los directores de cine les chillaban y trataban mal delante de todo un equipo de adultos. Se sentían humillados. Rodaban experiencias amorosas antes de haberlas tenido en la vida real. Por lo general, los diálogos románticos o sentimentales no los entendían, no sabían de qué iban, no habían pasado por nada parecido en su vida fuera de los focos.
Es curioso cuando Cameron Boyce, que falleció poco después de terminarse esta película, dice que le resulta muy duro encontrar que toda su adolescencia está perfectamente documentada día tras día, especialmente en las redes sociales. Resulta llamativo, porque, en contraste, hoy buena parte de la sociedad, tanto menores como adultos, no puede vivir sin el reflejo de su vida, ficticio, manipulado o no, en las redes sociales y la sensación de validación que estas les devuelven en forma de likes. En otro caso, una actriz cuenta el trauma que sufrió al meter su nombre en Google y encontrar montajes de pornografía con su cara.
La peor parte es el dinero. Al margen de decenas de personas que se acercan a ellos y a sus familiares para quitárselo, son muchas veces los propios padres los que estafan a sus hijos. El actor de Arnold, a sus problemas de salud, tuvo que añadir pleitear con ellos cuando se hizo mayor porque consideró que se habían quedado con la mayor parte de lo que había ganado. Al propio director del documental le sorprendió que los recuerdos de todos sus entrevistados fueran tan similares. Aunque ahora hay leyes que protegen las finanzas de estos niños y limitan las horas que pueden trabajar, cabe reflexionar si los críos deberían repetir esta experiencia más de una vez, es decir, pasar a ser profesionales. Por mucho que se haya restringido su trabajo, sigue siendo trabajo.
Sin embargo, hay casos, como el de Jodie Foster, en el que declara que su vida estuvo bien trabajando de actriz cuando era niña. Dice que solo se perdió lo que es tener inseguridades en la adolescencia, que se sentía privilegiada. Otro caso, como Will Wheaton, que ha sido homenajeado como niño actor en Big Bang Theory, declara en el documental que en cuanto tuvo una edad, tomó una decisión en firme: "no tengo por qué hacer esto que le gusta más a mi madre que a mí".