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VIDAS LOW COST / OPINIÓN

La inminencia de una Conselleria de Cultura

13/05/2019 - 

Los gobiernos post mayorías absolutas tienen una particularidad poco comentada: no se remodelan. Las gobernanzas de antaño otorgaban licencia para rectificar sobre la marcha. En el puente de mando, conselleras y consellers estaban expuestos al riesgo de un mal viento durante la travesía. El lanzamiento de cuerpos por la borda llego a ser tan habitual que se homologó una expresión para definirlo: crisis de Gobierno. Homologada la expresión, la fórmula parecía homologada. Pero no.

En estos tiempos en que los gabinetes sufren de un irremediable Síndrome del Impostor, se hace imposible asumir el ‘tuitular’ “crisis de Gobierno”. Sin embargo, cuando Zaplana campeaba por el Palau ‘sí se valía’ lo de decapitar al personal. La bicefalia PPCV-UV nos regaló ni más ni menos que seis gobiernos distintos entre 1996 y 1999. ¡Seis alineaciones! Durante la salida y llegada a puerto del Titánic (por Botànic, según Bonig) solo se ha producido un cambio en el line-up: el derivado del ascenso –y caída– de Carmen Montón al Gobierno efímero de Pedro Sánchez.

Los pre millenials recordarán las cuitas en aquel Ejecutivo PPCV-Unió Valenciana. En estos anteriores capítulos del Juego de Tronos por la Generalitat, los zaplanistas se obsesionaron con absorber a los de González Lizondo. La intensidad de la OPA liberó capas tectónicas de mal rollo hasta lograr que UV se dividiera, creando la inmediatamente pepera Iniciativa de Progrés de la Comunitat Valenciana. Y acudo a estos hechos para comparar una decisión salomónica que, con otros fines y desde nuestra latitud, coge fuerza estos días de cara al Pacto del Montgó (Botànic II): dividir una conselleria.

Con la escisión de la UV llamando a la puerta, el grupo regionalista exigió a Zaplana que le diera una segunda conselleria. Zaplana, de trompa romana, pensó: divide y vencerás. Mariángeles Ramón-Llin era originalmente consellera de Agricultura y Medio Ambiente. Para contentar a los lizondistas, el PPCV separó en dos la que ya era su conselleria. Cuantitativo: mismo personal, dos plaquitas de latón en el portal. Tal y como pareció entonces, las competencias se duplicaron enseguida, pero el ridículo se lo merendó UV que, finalmente, acabó arrasada por la influencia del signo popular.

21 años después, la Conselleria de Educación, Investigación, Cultura y Deporte podría singularizar una de sus carteras: Cultura. La mayor tensión por la activación del próximo Gobierno valenciano pasa por la cuota de poder repartida. Repartida entre cuatro, como ya les dije, pero que en el core socialista sabe a solución para todos. La creación de una Conselleria de Cultura es una de las bases de nuestro programa”. Y lo que no dicen: Educación es una manta de palos constante, desgasta más que suma en el balance y gusta cómo ha funcionado el tándem Vicent Marzà-Miquel Soler (secretario autonómico del ramo).

Pero hablemos de Cultura. En el único debate celebrado sobre la materia durante la campaña, la representante de los socialistas, Carmen Amoraga, insistió en que la creación de una cartera propia era una decisión firme. ¿Habiendo ganado las elecciones, con 10 diputados más que Compromís y 19 más que Podem, quién les puede impedir su creació? Amoraga, como directora de Cultura y Patrimonio, orgánicamente número tres de la Conselleria tras Marzà y el secreterio autonómico, Albert Girona, admitió sufrir el principal obstáculo de todo ministerio con cuatro carteras: cuando un proyecto de Cultura llega a las etapas administrativas de esa gran Conselleria, la prioridad, por volumen, músculo y peso, es otra: Educación.

El conseller no solo no se mostró alineado con esta última idea, sino que fue meridianamente claro con su postura: la prioridad son más millones para Cultura y no tanto una placa de latón propia. La ocasión la pinta calva un mes más tarde, porque la tercera en discordia, Rosa Pérez Garijo, candidata de Podem (en realidad, de EUPV) se mostró más bien favorable a la estructura propia. Con dos votos favorables y una abstención, el principal escollo en este momento previo a las negociaciones pasa por una barrera difícilmente franqueable: nadie en Compromís se plantea perder Cultura. Integrada o singularizada, “ni de coña”.

Rosa Pérez Garijo (Foto: EVA MÁÑEZ)

Ahorrando etapas, cabe pensar en el bien común: ¿de qué sirve una Conselleria de Cultura? El PSPV traslada el modelo que puso en marcha Sánchez en Madrid y que, hasta la fecha, mejor no ha podido calar entre los agentes culturales. José Guirao se muestra como un gestor solvente, próximo y eficaz. Cualidades que dan sentido a un Ministerio de Cultura que, tras el reality de Máximo Huerta, no ha levantado ni la menor de las quejas entre la oposición. Convencidos de lo que generaría para la Comunitat Valenciana, la posición de los partidos sentados a tomar la decisión es:

Compromís
Tras una legislatura de transición (ojalá no volver a escuchar esta idea durante el Botànic II), agentes e industrias culturales esperan mucho más del Gobierno valenciano. La creación de una Conselleria de Cultura serviría para evidenciar una apuesta por los supuestos intereses comunes. La posición de Compromís no es frontalmente contraria a su creación. Es más, casi parecería que toda la preocupación pasa por desaprovechar los réditos políticos dentro de cuatro años tras lo que consideran un intenso en este ámbito. Cierto es que en 2020 el presupuesto en Cultura, si la progresión no se tuerce, se habrá más que duplicado desde 2015. Cierto es que perderla en favor del PSPV tendría una compleja digestión interna. 

Podem-EUPV
En Podem-EUPV levantan la mano (sin atreverse a escribirlo en un WhatsApp): ¿y por qué no Cultura para nosotros? Al fin y al cabo, el grupo aspira a poseer dos consellerias y la artimética dice que la primera seria para Rubén Martínez Dalmau (número uno), mientras que la segunda recaería en la número por el partido con el que se han presentado en coalición: es decir, EUPV. Es decir, Rosa Pérez Garijo. ¿Y cuál ha sido uno de los principales papeles desempeñados por la política de Catarroja durante los últimos cuatro años? Delegada del área de Teatros en la Diputación de València. Un área que le ha generado una conexión constante y conocida con las artes escénicas valencianas.

PSPV
Por acabar por el principio, la inminencia de una Conselleria de Cultura es una idea propia del PSPV. Es quien agita el avispero y quien más se ha convencido –en los últimos meses– del margen de ganancias en torno a estos sectores que, estiman, no han aprovechado suficientemente durante sus primeros cuatro años de gestión. Si sucede, si se crea esta cartera independiente, parece difícil que cedan el mando. Sin embargo, admiten que no necesariamente sería Amoraga la futura consellera. Aunque no lo descartan, es cierto que no fue candidata ni es diputada. Otros nombres ocultos a esta hora y en este día parecen hacer fuerza por su cuenta. ¿Desde la independencia? La oportunidad es única y al PSPV no le faltan interesadas ni interesados dispuestos a dar el paso. La solución final, en unas pocas semanas.

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