En el ámbito de la actual conflictiva y compleja relación entre China y los Estados Unidos, uno de los episodios más dramáticos y, por lo tanto con mayor impacto mediático, ha sido el del hostil posicionamiento del gobierno norteamericano en relación con la actividad de la compañía china Huawei. Creemos que es muy oportuno en estos momentos tratar de aportar algo de orden y luz sobre este episodio. Pare ello conviene dar algo más de información sobre Huawei. Además será bueno hacer referencia a lo que realmente está en juego en la carrera del 5G para comprender el alcance de la controversia y las posibles consecuencias claramente negativas del mismo. Todo lo anterior para tratar de llegar a alguna conclusión que pueda contribuir a entender mejor el mundo actual. La instantaneidad y cercanía de los acontecimientos hace muy difícil poder discernir en una realidad vertiginosa y mutante lo que de verdad está sucediendo y hacia dónde vamos. Como dijo el brillante filósofo francés, Raymond Aron, hay que mirar a lo lejos para entender la realidad.
Huawei no es una empresa cualquiera. Veamos algunos datos objetivos, incontestables. Huawei la funda en 1987 un personaje enorme, el ex-militar Ren Zhengfei. Su familia era de origen humilde (su abuelo era un experto cocinero que destacó por su habilidad en curar el jamón a sus vecinos en la provincia de Jiangsu; su padre fue contable en una fábrica de armas en Cantón; su madre fue profesora de la escuela secundaria). Desarrolló una gran parte de su carrera como tecnólogo militar alcanzando cierto reconocimiento por sus capacidades tecnológicas. En 1982 por razón de una reestructuración del personal de las fuerzas armadas que conllevo el retiro de unas 500.000 personas se vio forzado a salir del Ejercito Chino. Fue en esta época que se trasladó a la provincia de Shenzhen (el motor actual de la economía china) para desarrollar su actividad en el campo de la electrónica. Desde sus inicios Huawei se centró en el diseño y desarrollo, fabricación y comercialización de aparatos y equipamiento de telecomunicaciones. En menos de 30 años se han convertido en un jugador global e imprescindible en el campo de las telecomunicaciones. En la actualidad tiene más de 200.000 empleados, presencia en más de 170 países, está entre las primeras empresas de telecomunicaciones (de hecho en 2012 ya superó a Ericsson como el mayor fabricante de equipos de telecomunicaciones mundial y en 2018 adelantó a Apple como el mayor fabricante de smartphones del mundo solo en segundo lugar y después del gigante coreano, Samnsung Electronics), da servicio a más de 1.500 millones de personas (es decir un tercio de la población del mundo), ha alcanzado en 2018 una cifra de negocios de 108 mil millones de dólares americanos (lo que supone un espectacular incremento de 21% respecto del año anterior). Pero Huawei es algo más. No solo son impresionantes datos cuantitativos. Supone, en el ámbito cualitativo, el ejemplo más claro de lo que una empresa China puede llegar a hacer y la potencia que puede desplegar.
Es este sentido, es muy recomendable la lectura de “Huawei. Liderazgo, cultura y conectividad” de Tin Tao, David de Cremer y Wu Chunbo. En su páginas se explica cómo Huawei se construyó por gente con mucho talento y visión. Especialmente el impulso de Ren Zhenfei fue decisivo. Su disciplina y como expresa el mismo, su sacrificio fueron clave para los logros de Huawei. Ren ha aplicado lo mejor del confucionismo para hacer crecer la empresa. De esta forma, ha proyectado esta filosofía oriental de la vida de la que he hablado en otras ocasiones para conseguir transmitir mensajes morales sencillos, realistas, de gran practicidad. Dicha doctrina está imbuida de la importancia del trabajo en equipo, del sacrificio individual para conseguir algo más grande, del pragmatismo en su implementación pero siempre tratando de no alejarse de sus principios esenciales. Y estos principios implican un equilibrado coctel de la tradición china mencionada antes y del pensamiento capitalista occidental. La primera se precisa en la dedicación colectiva de sus empleados. Es decir, y esto entronca con la gran tradición china, la individualidad se desdibuja para que la colectividad tome el mayor protagonismo y de esta forma alcanzar una fuerza, una solidez y una energía imposibles como sujetos aislados.
Pero también Ren aprendió algo esencial del capitalismo moderno occidental. Y lo incorporó como elemento vertebrador de la cultura de Huawei. Se trata del hecho de que las empresas tienen necesariamente que servir a sus clientes. Y no tanto a sus accionistas y menos a los mercados, la bolsa y a los especuladores. Ren es especialmente crítico con este aspecto del capitalismo actual. Este planteamiento nos recuerda al pensamiento de nuestro exitoso empresario Juan Roig: el jefe es el cliente. Esto hace, como sucede en el mundo Mercadona, que las decisiones de Huawei se toman en función de precisamente de las necesidades, gustos, apetencias y tendencias del cliente. Por lo tanto la empresa está al servicio de los consumidores. Es una aproximación moderna, eficaz que garantiza el éxito. Y en este punto ha resultado clave las enormes inversiones en I+D. En este sentido Huawei es consciente de que sus comienzos estuvieron ligados a productos de una calidad mejorable pero su afán de superación estaba ahí y se iba a canalizar a través de un plan. Gracias a dedicar enormes recursos a potenciar la calidad ha alcanzado un innegable liderazgo tecnológico permitiéndole llegar a su dimensión actual. Así Huawei tiene 21 institutos tecnológicos alrededor del mundo. Y en 2017 ya invirtió en innovación cerca de 14.000 millones de dólares. Son cifras astronómicas. Y esto es consecuencia de la centralidad del cliente en el universo Huawei hasta el punto de que Ren afirmase que la empresa debía dar la espalda a los jefes y centrar su atención en la total satisfacción del cliente.
Cabe constatar que el éxito de Huawei ha estado más ligado a la unidad de su propuesta, a la homogeneidad de sus valores que a ningún tratado de escuela empresarial. En efecto, Huawei configura una cultura corporativa muy potente rayana en el ascetismo inherente a la meditación más clarividente. Y a reconocer el éxito de Occidente en estos ámbitos. De lo anterior cabe inferir que perjudicar a Huawei es finalmente causar un daño a sus clientes no solo chinos sino también del resto del mundo.
Por lo tanto, el órdago lanzado por Estados Unidos a la compañía escenifica la lucha entre diferentes culturas empresariales estando en juego la hegemonía y supervivencia de una frente a la otra. Y esta pugna se concentra alrededor del desarrollo, uso e implementación de la avanzada tecnología 5G. Así la incorporación de Huawei en la lista negra del Departamento de Comercio de los Estados Unidos supone la imposición a las empresas tecnológicas norteamericanas de una prohibición de la venta de determinados elementos/productos tecnológicos a Huawei. Esta agresiva actitud del Gobierno de los Estados Unidos resulta especialmente perjudicial para Huawei ya que le impide la compra de determinados componentes fabricados en Estados Unidos que necesita para su proceso productivo. Se trata de un cambio político sin precedentes en los Estados Unidos cuya fortaleza se ha basado en la globalización de las cadenas de suministro y la maximización de sus eficiencias. Esta doctrina se evidenciaba en el hecho que los Iphones se diseñaban por Apple en California y ensamblaban sus componentes en China. Estamos pues en el comienzo de una nueva etapa en la política de Estados Unidos que requiere una profunda reflexión por las importantes e imprevistas consecuencias que pueda tener. Próximamente analizaremos qué ha sucedido en esta contienda, (porqué es relevante) y qué puede suceder a continuación.