En este mundo hay buenos y malos, como decía mi madre. Pero no absolutamente. Todos tenemos algún cadáver en el armario, como decía un viejo amigo… Y todos hemos rescatado algún gatito de la basura, como hizo este viejo amigo… Viene esto a cuento de la gente que nos gobierna o nos intenta gobernar, como María Cristina. En este tiempo de cerezas, en este impass de espera, todos los gobiernos habidos y por haber están "en construcción", como algunas páginas web sospechosas.
“Esperando al motorista”, dicen por ahí. Aunque hoy en día sirve una simple llamada telefónica o incluso un mensaje de whatsapp para dar la buena nueva. Los gobiernos buscan candidatos para gobernar. En Bruselas y en mi pueblo. Quien elige y quien decide, en general delegados por la soberanía popular, deberían de afinar más.
Es tan fácil como meterse en Google o en cualquier red social. Antecedentes penales, profesionales, ideológicos, excursionistas, playeros y paelleros… En Facebook, Linkedin, Twitter lo contamos todo. No es tan difícil encontrar al advenedizo de turno que le hizo la corte al gobierno del anterior, el del enemigo, o que comparte yate con empresario sospecho de narcotráfico. Está pasando.
No es tan difícil, digo, meterse en Google. Aunque hay gente que no tiene costumbre ni afición. Como le pasó al empresario Jorge Roca Semper, condenado por facturar a Emarsa durante mil y un años por trabajos no realizados, y que desconocía que se trataba de una empresa pública y que la gente con quien trataba eran políticos y que el dinero que no sabía que malversaba tampoco sabía que era público es decir, de todos los ciudadanos, es decir, también de él. Pobre…
Pero al gobierno de una nación, de una autonomía o de un pueblo, incluso de la Unión Europea, no se la pueden meter doblada. Luego llegan las querellas, los juicios, las denuncias de Hacienda por un quítame aquí un impuesto… Es un no-parar que se puede convertir en un sin-vivir. Como lo que le ocurrió al Gobierno de Pedro Sánchez en el inicio de su legislatura, que vio cómo iban cayendo uno tras otro sus recién estrenados ministros como las fichas del dominó.
Al Gobierno valenciano, que se encuentra en proceso de construcción -léase Botànic II-, le aconsejo que mire el Google, no sea que nos llevemos algún que otro disgusto de última hora o de primer minuto. Que tenga cuidado con los arribistas, los advenedizos y, sobre todo, con todo aquel que no haya tenido una trayectoria profesional y una coherencia ideológica que le hagan digno siervo del ciudadano y de las políticas de ese Gobierno que deposita en él su confianza.
Ya sé que es mucho pedir. Aquí y en Bruselas. Sobre todo porque no todos han -hemos- visto Juego de Tronos y, sobre todo, tampoco su final. Así que me voy a Bruselas. No lo tengo mejor aquí. Hasta el 31 de octubre no habrá gobierno. Es la fecha límite para que el Parlamento Europeo, elegido por los ciudadanos europeos en sufragio universal y directo, den el visto bueno a sus comisarios-ministros.
Desde hace tres legislaturas con ésta, el Parlamento aprueba o no el proyecto de gobierno que van presentado los comisarios elegidos por el presidente de la Comisión Europea en un claro ejemplo de transparencia y democracia. El Presidente de la Unión será elegido por la mayoría de los partidos políticos representados en el Parlamento a primeros de julio. Entre septiembre y octubre los comisarios, elegidos por este Presidente para formar parte del gobierno de la Unión Europea, presentarán su proyecto en el Parlamento, que deberá dar su aprobación.
Tan simple como que la soberanía popular es la que decide quién nos gobierna, como en cualquier Parlamento nacional o autonómico. Algo tan simple como que el secreto está en ir a votar. Como esto ya ha llegado tarde, pero necesitaba una explicación, valga de nuevo la advertencia de elegir a los más adecuados y, sobre todo, a los más leales, no al partido, sino al gobierno y a sus ciudadanos. Y, especialmente, por el peligro de que nos aparezca un cadáver en el armario…