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tribuna libre / OPINIÓN

La polaridad afectiva en tiempos de pandemia

5/04/2021 - 

El ser humano se diferencia de otros seres vivos porque es racional, es decir, piensa y tiene lógica, teniendo la capacidad de reflexionar y tomar decisiones. Pero además de esto, resalta en él su parte afectiva, marcada por los sentimientos y las emociones.

Los sentimientos y emociones que experimenta un individuo, así como las variaciones en su estado de ánimo, son el efecto de lo que ha percibido de su entorno y la experiencia.

Tras muchos estudios en neurobiología, es posible actualmente conocer un poco más sobre el papel e influencia de los afectos en el pensamiento, el juicio e incluso la motivación de las personas.

Las necesidades afectivas del ser humano son cubiertas por las relaciones sociales positivas, las amistades, la familia, el amor de pareja y el compañerismo. Pero hay que tener presente que la afectividad también puede originar numerosos conflictos, como muestra de ello se encuentran los duelos por pérdida de un ser querido, las heridas por las rupturas de pareja, el miedo a fallar  o la decepción por alguna mala acción de una persona amiga.

Para tener una afectividad positiva es imperante trabajar en mejorar el proceso de la comunicación con nuestros seres queridos y que se exprese de forma clara y abierta  las necesidades mediante peticiones concretas. Este diálogo efectivo servirá para crear puentes de unión y derribar las barreras en la afectividad.

La afectividad posee variadas características, entre ellas se puede mencionar el nivel de polaridad, la inestabilidad y fluctuación, la intensidad, la multiplicidad de los afectos y la repercusión conductual. Ubicándonos en el nivel de polaridad, este va a consistir en la contraposición de direcciones que ésta puede seguir,  por ejemplo, el paso de lo positivo a lo negativo, del agrado al desagrado, de la atracción a la repulsión, o del gusto al disgusto.

Con esto vemos que los afectos pueden ubicarse en polos opuestos y además pueden ser oscilantes, como ocurre  en la adolescencia.

Adquirir conocimiento sobre cada uno de los eventos afectivos y el cómo pueden afectar a cada individuo, es todo un desafío.

Para explicar si la polaridad afectiva será positiva, neutra o negativa, se debe considerar la estrecha relación entre el evento y el hecho de si se satisfacen o no las necesidades humanas.

En la vida diaria, especialmente en el proceso de comunicación, las personas suelen tratar esta información como un conocimiento de sentido común, que no escriben ni hablan explícitamente, porque todos lo comprenden.

Sin embargo, a veces es necesario que se converse claramente, porque cada persona puede percibirlo o sentirlo de manera diferente de acuerdo a sus necesidades o a su experiencia de vida.

En la polaridad afectiva las emociones varían y pueden pasar de un polo a otro, por lo que se debe trabajar en orientarlas hacia lo positivo, debido a que en el caso de la alegría por ejemplo, está activa todos los procesos psíquicos, es decir, los pensamientos, los movimientos  y las decisiones se aceleran y transcurren con mayor fluidez y rapidez; el pensamiento se torna más creativo y con tendencia hacia la fuga de ideas.

En contraposición, la tristeza, enlentece el pensamiento, los movimientos, desmotiva, quebranta el espíritu y se dificulta la transición de ideas, manteniéndose sólo aquellos pensamientos que avivan el estado depresivo.

Para explicar un poco más este tema podríamos tomar como ejemplo el caso de la pandemia por covid-19, en la que se ha visto que las personas por medidas de protección sanitaria han tenido que permanecer con distintas medidas de confinamiento y restricciones durante más de un año, además de usar mascarillas no teniendo contacto físico cercano, y relacionarse con nuestros iguales por medios digitales y redes sociales. Pero siendo el humano un ser libre, social y emocional, estas medidas influyen en su afectividad, la cual posiblemente se torne negativa porque no ve cubiertas sus necesidades emocionales y sociales, lo cual es más notorio en los niños, quienes necesitan interactuar libremente con su entorno y sus pares, porque se encuentran en una etapa de descubrimiento y desarrollo.

Por su parte el adulto canalizará todo esto de acuerdo a sus conocimientos y experiencias, por ejemplo, en muchos lugares del mundo se ha tenido un elevado número de casos de personas que se han enfermado psicológicamente porque se sienten encerradas, sus negocios han quebrado, han perdido familiares, el tiempo de confinamiento ha sido muy prolongado…, y esto ha hecho posible que se agobien en exceso, y se oriente su afectividad hacia el polo negativo. Sin embargo, están las personas que manejan mejor los recursos que poseen y saben usar las herramientas tecnológicas aprovechando este tiempo para desarrollar trabajos por vías digitales, montar negocios por internet, realizar cursos de formación, o simplemente conectarse de forma continua con sus familiares y amigos, teniendo en mente que todo esto pasará y en algún momento volverán a la “normalidad”.  

El afecto positivo otorga una diversidad de ventajas para el ser humano, como por ejemplo, lo hace sentir mejor, despierta su curiosidad, incrementa la capacidad de investigación, potencia su creatividad, incrementa la motivación, mejora las relaciones interpersonales y favorece el aprendizaje.

Si bien es cierto que cada persona puede percibir el afecto como positivo, neutral o negativo, conforme a sus necesidades y como resultado a sus patrones de crecimiento y experiencias vividas, también es cierto que al tener racionalidad además de la emoción, el ser humano será capaz de elegir, actuar y pensar de la mejor manera conforme a lo que percibe, a lo que siente, a lo que hicieron de él, y a los recursos y capacidades que tiene, y todo esto siempre orientado hacia una afectividad positiva que incremente su “positivismo”, o “mente positiva, mente productiva”, porque estos van de la mano con la polaridad positiva, la cual nos ayuda a mantener sanos, felices, activos, y en continua evolución, en un mundo que se encuentra en un cambio constante.

Pedro Adalid es doctor en educación y profesor universitario de Políticas de Calidad Educativa y Planes de Mejora

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