BERLÍN (EFECOM). Las negociaciones de fusión entre el Deutsche Bank y el Commerzbank han generado reacciones encontradas y, mientras la cotización de los dos bancos sube en bolsa, los representantes de los trabajadores han expresado su preocupación por la pérdida de puestos de trabajo.
La acción del Deutsche Bank había subido un 4,17 % a las 13:38 GMT y la del Commerzbank incluso un 6,6 %. Los defensores de una posible fusión, además, apuntan a la conveniencia de la misma, para evitar que una de las dos entidades sea absorbida por un banco extranjero.
Los críticos responden a ello diciendo que el banco resultante de una fusión también podría ser absorbido y recuerdan que a lo largo de 2018 las dos entidades perdieron cerca de la mitad de su valor en bolsa.
Los sindicatos advierten del peligro de destrucción de entre 10.000 y 30.000 puestos de trabajo. El presidente de la Asociación para la Protección de Accionistas, Klaus Niedy, habla incluso de que la fusión abre una puerta que permitiría la eliminación de 50.000 empleos, lo que equivale a la tercera parte de la suma de las dos plantillas.
No obstante, el temor a la pérdida de puestos de trabajo no es el único punto que abordan los reacios a la posible fusión.
Algunos críticos recuerdan una de las reflexiones que hizo en su momento la canciller Angela Merkel ante las lesiones de la crisis de 2008, Merkel dijo que se debía evitar que un banco fuera tan grande que, en caso de entrar en problemas financieros, el estado se viese obligado a rescatarlo con dinero del fisco.
Además, muchos consideran que, en el caso de una fusión, el nuevo banco no sería lo suficientemente grande como para tener un peso específico internacional, aunque sí para generar problemas de estabilidad en el sector en Alemania.
En la mayoría de los medios de comunicación germanos se da por hecho que los grandes impulsores del comienzo de las negociaciones fueron el ministro de Finanzas, Olaf Scholz, y su secretario de Estado, Jörg Kukies.
Scholz había dicho que sería deseable que existiese otra vez un banco alemán de peso internacional y, aún antes de que se hiciera oficial el comienzo de negociaciones, había afirmado que entre las dos entidades había conversaciones informales.
Sin embargo, una vez que se conoció el inició de las conversaciones, el Gobierno se ha esforzado por mantenerse al margen.
"Se trata de una negociación de dos entidades privadas de empezar negociaciones de fusión y nosotros tomamos nota de ello". dijo este lunes el portavoz del Ministerio de Finanzas, Jörg Hebestreit, durante la conferencia de prensa habitual del Gobierno.
A partir de esa declaración, tanto Hebestreit, como el portavoz del Gobierno, Stefen Seibert, eludieron responder acerca de si el Gobierno había olvidado las lecciones de la crisis de 2008.
Sin embargo, posteriormente Scholz volvió a la carga y, durante un foro celebrado en Berlín, rechazó que una fusión pueda traer riesgos a la estabilidad financiera en Alemania.
"Es un error de perspectiva. Tenemos que abordarlo desde el punto de vista de toda la UE", aseguró.
El bloque, agregó el ministro, puso en marcha varios instrumentos financieros a raíz de la crisis de la deuda para evitar fallos en la estabilidad, como el mecanismo único de resolución bancaria, y es en la actualidad mucho más segura que entonces.
A esas dos preocupaciones, la del recorte de plantilla y la de que se generen riesgos de estabilidad, se suman las dudas sobre los beneficios empresariales de una fusión.
Según los medios de comunicación, dos de los grandes accionistas del Deutsche Bank, el gestor de activos estadounidense Blackrock y la familia qatarí Al Thani, son escépticos ante los planes de fusión.
El presidente del Deutsche Bank, Christian Sewing, explicó en el comunicado en el que dio a conocer las conversaciones que estas estaban abiertas a cualquier resultado y que el inicio de las mismas no permitían hablar de una fusión inminente.
"La experiencia muestra que puede haber razones económicas y técnicas para rechazar la fusión", dijo Sewing.
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