EN CONCIENCIA / OPINIÓN

La revolución de los tabernarios

6/05/2021 - 

Qué hable la mayoría rezaba el eslogan electoral de la campaña de Podemos.

Y la mayoría habló. Alto y claro.

A falta de un análisis pormenorizado, de esos que hacen los académicos (no los intelectuales de tertulias y realities), así, después de tragarme los especiales de la noche electoral en la televisión, me vienen a la mente tres conclusiones claras.  

La primera: no queremos ni extremos ni polarización

Y es que, pese a lo que pueda parecer, aunque a algunos no les guste (a Iglesias y a Edmundo Bal les faltó decir que la gente vota mal), los madrileños han votado “más centro”. Eso sí: lo han hecho “a la madrileña” y no a la “danesa”.

En efecto, cuantitativamente, en el extremo de la izquierda, -pese a que Unidas Podemos ha puesto toda la carne en el asador (y la ha socarrado)- se ha debilitado el radicalismo a favor de la alternativa, formalmente, más moderada.  El sorpasso de Más Madrid ha sido un aviso, no para navegantes, sino para Iván Redondo. La gente prefiere el PSOE al sanchismo.

Por la derecha, Ayuso ha conseguido su victoria “por aplastamiento” gracias a una moderación del previsible voto a Vox  (que, pese a los lobos, ha subido un escaño), y a la absorción de los naranjas. 

Porque, cualitativamente, Madrid ha dicho NO  a un partido que se auto reivindica, modo Borgen, “el” centro. ¿Han perdido con esto los madrileños como abroncó ayer Bal?  Pues no lo sé: lo que sé es que han elegido, y no a ellos.  

Lo que sí está claro es que Ciudadanos ha perdido.

El centro no es una ideología. El centro es una actitud y un lugar (siempre relativo a los demás). El eslogan de se “es” no se “está” en Ciudadanos, que suena a secta, es un gran error desde el momento en que se ha dejado de predicar -y practicar- la liberalidad de su ideario.

Porque lo cierto es que no se “es” de centro; se “está” en el centro.

El centro es una posición. Una posición practicada desde una filosofía política nítida (en este caso supuestamente la liberal) donde se intenta atraer a los demás. El centro es el lugar donde en algún momento caben todos: se practica integrando, no expulsando. Ayuso ha entendido el concepto y por eso le ha ido bien.

Ser de centro es lo contrario que negociar poder, buscando equilibrio matemático, con una formación y la opuesta.  Sobre todo cuando individuos, como Sánchez, te llevan a apoyar políticas alejadas de tu ideario y te embaucan en decisiones incomprensibles como las mociones de censura o el recurso de la convocatoria electoral.

Roma no paga a traidores y, visto lo visto, Madrid tampoco lo ha hecho.

La segunda: hace falta una gestión para el mainstream (la mayoría)

La clave del éxito de Ayuso, como vaticinó Tezanos, ha sido "la tabernidad".  A mucha honra y con mucha inteligencia. Sí, porque, en lugar de perderse en discursos enlatados para enfrentar a minorías (la etnia, la nacionalidad, la clase, la religión, o el género), Ayuso se ha dirigido, como una mujer de estado, por primera vez en mucho tiempo a “la mayoría”. 

Lo que el  director del CIS  ha definido, sesudamente, como "un amplio sector social nucleado en torno al mundo de los bares, los comercios y otros establecimientos” somos los mortales: esos que disfrutamos en una terracita, con una cerveza, compartiendo problemas mundanos.

Porque están muy bien los discursos de la diferencia y las políticas para eliminar las desigualdades, pero mejor están los discursos “de lo que nos une” y las políticas para generar afinidades. No  hay nada que hermane más a un español -sea de Vic, Tudela, Mislata o cualquier punto del extranjero- que una caña, un buen plato de jamón y un bar. Isabel lo sabe.

Tezanos insultó a Ayuso diciendo que tenía  “una escasa entidad intelectual y política”. Sí, sí. Pues será escasa, pero le ha permitido conseguir votos de todas las ideologías, clases sociales y condiciones... porque ha conectado con la cotidianeidad de la gente.

Lo interesante es que lo ha hecho también en positivo, no sólo abordando problemas y dilemas que afectan a la salud, la educación, o la economía.

Por primera vez en mucho tiempo una candidata (por la que nadie daba un duro)  ha conectado con ricos y pobres, jóvenes y mayores, mujeres y  hombres… apelando a un valor básico y universal que nos define como seres humanos y que nos toca a todos el alma: la libertad.

Con una sagacidad digna de estudio, en un Estado de Alarma donde aflora la “fatiga pandémica” y el cabreo con gobernantes que coartan sistemáticamente nuestros derechos, con actitud paternalista, mientras agrandan los suyos, Ayuso ha tratado a los madrileños como adultos.

Y, a la luz de los resultados,  les ha gustado.

La tercera: se ha premiado la política de la pasión y la  autenticidad

Pasión por la vida, pasión por la libertad y pasión por la educación: ejes explícitos del discurso de agradecimiento de Ayuso. Los mismos que ha ido comunicando en la campaña.  Gratitud, empatía y fuerza, guías de Mónica García.

Frente al vitalismo hecho mujer, reprimendas de “guardián de las esencias”, “homilías metafísicas” y “victimismos siniestros” de Bal, Gabilondo e Iglesias. Mucha pereza.

Pero además de la pasión, los madrileños han premiado la autenticidad, relegada mucho tiempo en los partidos políticos, a favor de la imagen, del postureo y la mentira. Y¡a Dios gracias!.

Es mejor transmitir lo que sientes, lo que haces y lo que crees de verdad de manera natural, que comunicarlo perfectamente.  En esta campaña, los estilos frescos de Ayuso y García han representado a la “gente” frente a  los argumentarlos de balas, amenazas y supuestos fascistas que ha generado “la casta''.

Esto no es baladí. Los aparatos propagandísticos del llamado gobierno progresista (y de algún otro partido) llevan tiempo aferrándose a “reconstruir la realidad”.  Una realidad en la que necesitan un trampantojo que ahora se les ha caído. Como han mostrado los tabernarios,  la gente no es tonta, la gente vive, trabaja, estudia, enferma... la gente tiene experiencias. La gente intuye siempre la verdad. Y lo que es más importante: con esta certeza la gente se ha manifestado votando. Cuesta entender la sistemática la falta de aceptación de fracasos (claros) aderezada con autoexculpaciones en algunas fuerzas políticas.  Se tienen que hacer mirar lo de la negación de evidencias como mecanismo de defensa.

Porque esta campaña ha apuntado que puede empezar un cambio de ciclo y que la tiranía de las apariencias, en la sociedad de las representaciones, empieza a aflojar. 

Confío sinceramente que “la revolución de los tabernarios” sea el principio del fin de la paleo política. Esa  política plagada de intereses y manipulaciones para mantener el poder en las estructuras  y para ejercer el control social.

Confío que los resultados de ayer agoten la vaca de la propaganda y los Matrix para construir  mundos y partidos paralelos.

Confío que podamos volver a creer en nuestra clase política. En toda. En breve. 

Madrid ha votado libertad. Madrid ha votado cambio. Madrid ha votado verdad. Gracias.

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