Dicen que en la época de cambios es muy fácil fracasar por el éxito logrado, y ahora es uno de esos momentos históricos
Que la economía es algo importante nadie lo duda, aunque seguro que algún tonto contemporáneo (con permiso de Luís del Val) lo pensará. La administración (gestión de los recursos) de nuestra casa (sociedad), origen etimológico de la palabra economía evidencia su relevancia, tanto es así que el gran profesor e historiador, Juan Reglá, lo incluyó como una de las cuatro clases de relaciones humanas, lo social, la economía, la política y la cultura, que pueden explicar el comportamiento de la historia de la humanidad.
Uno de los grandes debates, y cuestiones a decidir por los responsables públicos, es como se organiza la economía de los países que dirigen, basculando como opciones entre el principio auto organizativo del propio Mercado y el principio de intervención y planificación Estatal del mismo (que me disculpen los economistas como mi compañera de columna del Valencia Plaza la profesora de la UJI Mariam Camarero).
En cuanto a la posibilidad de intervención y planificación del Estado en el sistema económico, ya vimos los resultados del Comunismo en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, y su implosión a finales del siglo XX, pues se fue haciendo cada vez más rígida y esclerotizada su economía, que unido a los gastos militares por su expansionismo y hostilidad mundial, hizo inviable ese sistema.
El sistema auto organizativo y sin límites, lleva a una economía donde impera la ley de la selva del más fuerte, donde las burbujas y especulaciones afloran y estallan por doquier y donde los tiburones financieros, CEOs y consejeros delegados de todos los colores, ideologías y pelajes, así como sus secuaces (políticos o no) intentan revivir y recrear la época medieval-feudal con la creación de Fondos, Oligopolios y Lobbys (de los que abundan en Bruselas y que juegan con reglas propias) que pretenden y sueñan con crear Monopolios para tenerle a usted, sufrido consumidor como un cliente cautivo.
También está a mitad camino el nacional socialismo con su versión modernizada y mejorada de la República Popular China, donde en la microeconomía rige más o menos el capitalismo, pero que en la macro, quien tiene el control final es el Estado, ahora llamado Xin Jinping, que también decide otros aspectos muy importantes de la vida de sus ciudadanos, o mejor dicho de sus súbditos o lacayos.
Nuestro sistema económico constitucional, llamado por algunos como de economía social de mercado, pues consagra y “reconoce la libertad de empresa en el marco de la economía de mercado” pero a la par se “reconoce la iniciativa pública en la actividad económica” con la posibilidad de “acordar la intervención de empresas cuando así lo exigiere el interés general”, es un sistema muy abierto a diferentes posibilidades, según el momento y contexto que nos ocupe en cada momento, como han podido comprobar en las anteriores citas.
Y entonces nos encontramos que en el contexto actual de crisis pandémica (a perro flaco todo son pulgas) la electricidad, un recurso básico de nuestra economía y fundamental para las familias, ha experimentado un incremento de recibo de al menos el duplo respecto hace un año, siendo uno de los más caros de toda la Unión Europea, ante los ojos atónitos de los españolitos paganos, y el encogimiento de hombros de los políticos que gobiernan ahora, que echan las culpas a sus antecesores o a la propia UE.
Desde luego es un problema complicado y difícil, por lo que se debe buscar la sencillez expositiva para simplificar y buscar una solución, sin tener que recurrir, aunque nos acerquemos, a la solución gordiana de Alejandro Magno, ya saben aquel nudo que el que lo desatase conquistaría el Oriente y cuando llegó el gran griego lo cortó.
Lo primero, para enmarcar la cuestión, es tener claro que es un mercado regulado, es decir que no es libre del todo, y por tanto igual que se ha regulado en un sentido, con la Directiva (UE) 2019/944 del Parlamento Europeo y del Consejo, de 5 de junio de 2019, sobre normas comunes para el mercado interior de la electricidad, y su transposición en España por el Real Decreto-ley 23/2020, de 23 de junio, por el que se aprueban medidas en materia de energía, con el resultado actual que lucra en exceso a las eléctricas en perjuicio de los consumidores, por lo que podría regularse de otra forma, puede cambiarse, aquí me acuerdo de las palabras de mi amigo el gran profesor Javier Paniagua, cuando le he escuchado muchas veces decir (perdón por si me equivoco) que toda ley es una inversión para el futuro.
Y que al igual que España ha optado por un mix energético determinado, en el que se persigue la energía nuclear, Francia mantiene sus nucleares logrando unos mejores precios y reduciendo sus emisiones en carbono. Y al igual que en 1997 con José María Aznar se inició la privatización del sector energético español, otros países europeos y occidentales mantienen empresas públicas energéticas, como Canadá con su HydroQuebec, o Estados Unidos con su Tennessee Valley Authority, o Suecia con su Vattenfall, Francia con EDF y Engie, o Italia con Enel (una empresa publica que con el permiso del gobierno de José Luís Rodriguez Zapatero se quedó con la española Endesa).
Además otras de las cuestiones que plantean los expertos, es que tras ese proceso privatizador, se ha producido una excesiva concentración empresarial en detrimento de la libre competencia, por lo que nuestro mercado energético está controlado por tres grandes compañías, como son Endesa, Iberdrola y Naturgy, con un 81% de cuota, y tanto es su posición dominante de mercado que la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia, ha sancionado en diferentes ocasiones a alguna de las anteriores como ocurrió en mayo de 2019 a Endesa Generación, S.A. y a Naturgy Generación, S.A.
Y por supuesto está la gran cuestión sobre como se fijan los precios finales de la electricidad, que es lo más aparentemente que va contra el libre mercado y contra toda lógica (aunque como en el mundo del Derecho todo es justificable), pues rige el llamado sistema de precio marginal, en el que los precios se fijan prácticamente después del consumo (con la excusa de que no se puede almacenar la electricidad), es decir usted va al cine y el precio de la entrada, se calcula según los que están sentados al inicio de la película y se lo dicen (y cobran) a la salida; y lo de marginal es porque se paga por el coste del kilovatio hora más caro de producir, y no por un reparto del coste total entre todos los kilovatios producidos, es como si el precio del coche que compró en su día en un concesionario se hubiera fijado por el vehículo más caro vendido ese día, independientemente de que usted se haya comprado un utilitario y otro cliente (muy dirigido por el concesionario) se hubiera comprado un sedan o todo terreno “full equipe”.
Este sistema será todo lo legal que quieran (que ya les digo yo que si) pero ese sistema de precio marginal, puede generar o acrecentar una triple crisis de marginalidad dentro de la gran crisis pandémica que vivimos; primero una crisis social por la pobreza energética que origina en las familias; en segundo lugar incrementar la crisis económica por el efecto inflacionista de los costes de los negocios, haciendo a algunos inviables; y por último profundizar la crisis política de desconfianza hacia los partidos del régimen, PSOE Y PP, responsables de haber llegado a estos extremos y no arreglarlo ahora, así como contra los populistas que se manifestaban hace escasos meses por subidas que no llegaban a un 10 % en la factura de la luz cuando ahora son del 200 %, y por supuesto contra Europa a la que se señala finalmente como responsable del sistema tarifario eléctrico actual, según alguno de nuestros gobernantes.
Estamos en el ojo del huracán de múltiples crisis, pero las hojas de los árboles no nos deben impedir ver el bosque, y mucho menos estar tentados de aplicar la técnica del avestruz y él ya escampará, porque con el problema geopolítico del gas argelino de por medio, por mucho sol para impulsar las fotovoltaicas y mucho viento para las eólicas que haga, las renovables no van a solucionar por sí solas el problema, nos debemos poner manos a la obra, ¡ya!, pues es muy fácil, y ya ha ocurrido, morir de éxito, esperemos que no.