Trump tiene a su favor un sólido balance y si gana Biden podría suponer un alivio para las relaciones con Europa y China, según el economista
MADRID. Dejando de lado las personalidades muy diferentes de los dos candidatos presidenciales, las próximas elecciones del 3 de noviembre van a coincidir con una de las peores recesiones de la historia de EE UU. Sin embargo, la rápida actuación de las autoridades mediante un fuerte aumento del gasto público (casi 2,8 billones de dólares desde marzo de 2020) para apoyar a las empresas y los hogares, así como las medidas de la Reserva Federal para recortar los tipos de interés y ajustar la flexibilización cuantitativa, han conseguido que la actual situación económica no se convierta en un gran problema en la campaña electoral.
Ambos candidatos, el presidente Donald Trump y su oponente demócrata Joe Biden, tienen estrategias de campaña confrontadas. Mientras que Biden ha optado por un enfoque tradicional, con un manifiesto detallado que propone muchas medidas específicas, el rival republicano ha utilizado el balance de su presidencia en lugar de propuestas precisas como base para lograr su segundo mandato.
Esto se debe a que, económicamente hablando, el balance es bastante robusto. En efecto, el crecimiento entre 2017 y 2019 (pre-pandemia) fue de un 2,4% en promedio, superando el crecimiento potencial estimado del país, de alrededor del 2%. Este resultado se logró en gran medida gracias a la reforma fiscal de 2018, la cual impulsó la inversión, principalmente gracias a la reducción del impuesto de sociedades del 35% al 21%. Un segundo factor que apoyó él crecimiento de Estados Unidos, en un momento en que muchos observadores temían una recesión, fue el plan de recuperación de 2018.
El efecto combinado de estas dos políticas, a pesar del ciclo alcista de los tipos de la Reserva Federal, empujó el desempleo a niveles históricamente bajos (3,6% a finales de 2019). No obstante, cabe señalar que este impulso se logró en detrimento de un aumento de la deuda pública, que pasó del 106,6% en 2016 al 108,3% del PIB en 2019.
En consecuencia, envalentonado por este balance, Donald Trump ha pedido a sus votantes que no alteren el status quo. Sin embargo, se han introducido algunos elementos nuevos en la mezcla, como un paquete de infraestructura masivo de 2 billones de dólares y la adopción de un enfoque más intervencionista (por ejemplo, en los precios de los medicamentos en la industria farmacéutica).
Por su parte, Joe Biden centra su programa principalmente en el gasto público masivo, estimado en unos 7 billones de dólares en diez años. El gasto se centraría inicialmente en el sector público, con una importante inversión en infraestructura (1,3 billones de dólares), seguido de la I+D y de la atención sanitaria. Este plan de gastos da prioridad a la transición energética y al medio ambiente, destinando 2 billones de dólares en cuatro años al ahorro de energía, la renovación del parque automovilístico y el desarrollo de energías limpias. Su segundo objetivo es apoyar a las clases medias que, por ejemplo, se beneficiarían de la ayuda para la matrícula universitaria. Por último, su tercera estrategia está dirigida a las pequeñas y medianas empresas.
Para financiar este importante gasto, Joe Biden propone aumentar el impuesto de sociedades del 21% al 28% para las grandes empresas y aumentar los impuestos para los hogares con ingresos más altos. En total, se espera que los ingresos adicionales sean de entre 3 y 4 billones de dólares en una década. Parece, por lo tanto, que el plan de Biden podría desencadenar un aumento de la deuda pública de EE UU y poner al dólar bajo presión. Además, el impacto que esto tendría en las empresas no está claro, ya que este plan generaría un aumento de la actividad por un lado, sin embargo, el aumento de los impuestos pesaría mucho en la contabilidad de las empresas, enturbiando así el resultado final.
La incertidumbre hace difícil evaluar qué sectores se beneficiarían de una victoria demócrata. Sin embargo, es muy probable que los sectores financiero y energético sufran bajo una presidencia de Biden, puesto que ha expresado claramente su intención de endurecer la regulación de esos dos sectores, que se beneficiaron enormemente con Trump y que verían nuevos resultados positivos en el caso de su reelección. Los sectores que se verían favorecidos por una victoria demócrata serían los relacionados con la infraestructura, debido al, gran gasto público anunciado en el manifiesto.
Hay que señalar que la aplicación de las políticas de ambos candidatos depende de qué partido domine el Congreso. Junto con la elección presidencial, los estadounidenses serán llamados a votar a los 435 candidatos de la Cámara de Representantes y 35 de los 100 candidatos del Senado. Sin una clara mayoría en ambas cámaras, será difícil para un presidente recién elegido aplicar plenamente su programa. La falta de una clara mayoría en el Congreso le daría al presidente entrante menos libertad de actuación.
Con la actual crisis sanitaria y las dificultades económicas, la presentación de un nuevo paquete de estímulos probablemente encabezaría la lista de tareas pendientes del nuevo presidente. En el caso en que los demócratas ganen, este paquete sería más riguroso y permitiría a las autoridades locales un mayor margen de maniobra (autoridades locales, estados, etc.). Los demócratas y el Partido Republicano (Grand Old Party) están, en general, en la misma página cuando se trata de asuntos de comercio internacional. Ambos partidos perciben a China como su principal rival y quieren restablecer el equilibrio comercial con Beijing. Sin embargo, también quieren revisar sus relaciones comerciales con todos los socios, incluyendo los de Europa.
Desde que llegó al poder, Donald Trump ha presionado a los socios comerciales de EE UU, anunciando su intención de renegociar los acuerdos comerciales y dar prioridad a las empresas estadounidenses. Esto ha tensado las relaciones entre la Unión Europea y Estados Unidos, y estos últimos han amenazado con aplicar aranceles a las importaciones europeas por valor de 25.000 millones de dólares. Si Donald Trump es reelegido, es muy probable que siga aplicando la misma estrategia y, por lo tanto, trate de mantener la presión sobre Europa. Si Joe Biden llega a la Casa Blanca, esto podría cambiar las cosas, ya que no es hostil al multilateralismo y sin duda ampliaría el tiempo para las negociaciones.
Aunque algunas de las disputas son estructurales, en el caso del sector aeroespacial, por ejemplo, una victoria demócrata podría evitar las amenazas a la industria automotriz. Además, algunos de los aranceles de los sectores emblemáticos de Europa podrían renegociarse en el marco más amplio de las cambiantes relaciones comerciales de Estados Unidos. Por lo tanto, que Joe Biden esté en el despacho oval podría ser algo positivo para Europa.
Manuel Maleki es economista en Edmond de Rothschild