Los dos de los nuevos productos de la Agencia Valencia de Turismo son relevantes, a diferente nivel, en las industria culturales. ¿Hacía dónde caminan?
VALÈNCIA. A pocos días de las elecciones, la gente sigue expectante de qué pueda pasar el 29A. Todo o nada puede cambiar en la Administración, y lo que afecta burocrática y políticamente a las personas, se magnifica en las empresas e industria cuyas estrategias se apoya en un gobierno que ahora puede cambiar. Las culturales son algunas de ellas, dependientes en mayor o menor medida, de la cosa pública.
Con el trabajo desarrollado durante los últimos años, ya no se hace raro hablar en las páginas de cultura sobre la Agencia Valenciana de Turismo (AVT), un órgano dedicado a construir productos eminentemente destinados a los foráneos, pero con capacidad de influir notablemente en los ecosistemas locales. Durante muchos años, el sol-y-playa ocuparon los stands de la AVT y posicionaron a la Comunitat como el destino ideal para el turismo de costa. Pero la llegada de Francesc Colomer supuso una pequeña revolución en la agencia: renovó el Libro Blanco, que llevaba casi dos décadas sin actualizarse, y en él se incluía la necesidad de potenciar productos de los que se disponía al estar arraigados en la propia identidad valenciana y que podrían ser un fuerte atractivo turístico.
“La hoja de ruta marcaba que la cultura era un producto a reivindicar para el turismo de la Comunitat, porque frente a la estandarización – una playa bonita puede ser reproducida casi en cualquier lugar-, las manifestaciones artísticas ligadas a la identidad de un territorio, singularizan a este”. Esto lo cuenta el propio Francesc Colomer, en una entrevista para Culturplaza que complementa un análisis del hecho cultural gestionado por la agencia.
Presentado en verano de 2016, la marca Mediterranew Musix y Mediterranew Fest busca ser una plataforma para los festivales de música, que desde los 90 -con la explosión del FIB- han marcado el verano de muchas ciudades de la costa valenciana, se internacionalizaran y potenciaran como producto turístico. Según un informe de la Asociación de Promotores Musicales, cuatro festivales valencianos se situarían en el top 10 de eventos musicales estatales en número de asistentes. La lista la encabeza Arenal Sound, seguida del Medusa, y en sexta y séptima posición se situarían el FIB y el Rototom Sunsplash, respectivamente. El caso del primer festival de Benicàssim es paradigmático: un fin de semana en el que una ciudad de Castellón es capaz de reunir a un volumen importantísimo de público extranjero, combinando propuestas nacionales y atractivos internacionales.
La marca Mediterranew Fest ha ido viajando, a lo largo de estos años por diferentes ferias nacionales e internacionales, promocionando los macrofestivales de la Comunitat que se unían si cumplían unos requisitos, de volumen en primer lugar, y de calidad en un segundo. Si en 2016 se concedieron ayudas por valor de 203.769 euros a cinco festivales, la última convocatoria pudo otorgar 438.925 euros a 14 eventos, multiplicando el impacto de la iniciativa en el ámbito privado. Más allá de conseguir promocionar fuera de nuestras fronteras la propuesta musical, Mediterranew Fest también ha servido en muchas ocasiones para actuar como intermediario en conflictos entre la Administración y la promotora, en una relación que nunca es fácil por el impacto y la burocracia que implica organizar una actividad para 200.000 personas en cualquier lugar. Los fuegos apagados durante estos primeros meses no han sido pocos; algunos insalvables, como ha podido ser el caso del Marenostrum, que fue expulsado de la marca.
- En estos conflictos naturales entre la Administración y las empresas, ¿se debe tener más manga ancha?
- No se trata de tener manga ancha, se trata de tener una manga adecuada, que se adapte a las necesidades de unos y otros. Los festivales al final se celebran, pero entre todos deberíamos intentar profesionalizar más el sector y quitar el cuerpo de piedra que a veces es la Administración para gestionar más fácilmente estos eventos. Más que nada porque no hablamos de multinacionales, sino que las promotoras son, en realidad, empresas medianas que arriesgan una importante suma de dinero.
La apuesta por la marca de los festivales es firme desde la AVT y su idea es seguir creciendo en presupuesto y actividades, diversificando además su marca chica, Mediterranew Musix, que ahora busca promocionar la música de bandas y los géneros de fusión y músicas del mundo, sin olvidar los macroeventos, pero intentando especializar la oferta de la Comunitat.
Caso diferente es el de la Film Commission que se creó hace tan solo unos meses, a partir de una Proposición No de Ley (PNL) que instaba a crear ese organismo, que existió y murió en la estructura de la Ciudad de la Luz, a nivel autonómico.
La iniciativa del cine de la AVT se presentó en Fitur sin ningún tipo de estructura más allá de ser “un punto de encuentro de los proyectos similares ya rodados en la Comunitat”, y en efecto, ha sido este año cuando se ha aprobado por primera vez un presupuesto dedicado a ello. Sin embargo, la realidad de esta segunda marca es mucho más ambigua que su hermana musical: lejos de querer crear una agencia para atraer rodajes, la Film Commission de Turismo quiere ceñirse lo máximo posible a sus competencias, que son las de turismo: crear rutas que visiten exteriores donde se hayan rodado películas, como recientemente ha hecho Paterna con Dolor y Gloria de Pedro Almodóvar.
Las funciones de esta marca aún se están diseñando a través de un convenio dotado de 80.000 euros entre la asociación Productors Audiovisuals Valencians (PAV) -una de las tres asociaciones del gremio en la Comunitat- y la AVT. Tanto el contenido como el presupuesto que se le asigne al proyecto durante los próximos años determinará el éxito de la iniciativa, mientras la aún frágil industria audiovisual de la Comunitat busca apoyo y proyecto.
Como ya contó en su día Culturplaza, este convenio no ha estado exento de polémica, por el hecho de haber sido negociado con una organización que representa únicamente al 30% de los productores de la Comunitat, con lo que las otras dos asociaciones mostraron sus reservas ante la fórmula. “No contemplamos que este convenio no busque crear un ecosistema justo en el que participen todos los actores culturales que sean necesarios” advierte el director de la AVT. “Aún estamos ultimándolo, pero el acuerdo tratará de recoger las necesidades y posibilidades de promoción turística que pueden surgir de los diferentes rodajes que en algunas localidades como Peñíscola, Benidorm o València ya son habituales”.
Más allá de estas dos marcas, la AVT ha impulsado -a través de diferentes convenios- un total de nueve planes directores de turismo cultural que implicarían en gran parte al patrimonio histórico de la Comunitat. También se está creando una red de museos contemporáneos en zonas rurales, para atraer a gente a centros culturales de alto valor como el de Vilafamés, que muchas veces no goza de la popularidad que su colección puede merecer.
Por otra parte, se está trabajando en empezar a certificar con la Q de Calidad Turística a centros culturales como museos: “sabemos lo que significa la Q en el turismo de playa, ¿pero en la cultura? Pues ya hemos certificado con esta distinción en museos de Alicante, Riba-roja…”, explica Colomer.
Queda pendiente, aunque eso el director de la AVT lo deja a juicio del análisis de este diario, una mayor coordinación con la Conselleria de Cultura en general y con el Institut Valencià de Cultura en concreto, que parecen andar más despacio con la realidad cultural de la Comunitat que la propia agencia. Las grandes promotoras musicales, por ejemplo, buscan un interlocutor único, y Turismo -que está siendo el que les hace caso- no deja de recordar que su trabajo se ciñe al de ser interlocutor entre partes: “nosotros no tenemos competencias de nada, solo tenemos la capacidad de facilitar y reunir a las diferentes partes con vistas a mejorar el producto turístico”.
El “maridaje”, según Colomer, aún es algo “aspiracional”. Mientras, añade, “donde nosotros podemos aportar valor es en la promoción, no en reforzar la salud de una industria cultural”.