NOSTÀLGIA DE FUTUR / OPINIÓN

Lo que la hacienda danesa aprendió del desengaño amoroso de una artista

23/05/2019 - 

La artista Sophie Calle participó en la Bienal de Venecia de 2007 exhibiendo su obra Take care of yourself (cuídate). El título hacía referencia al cierre del mail que su ex le envió para romper su relación. Sophie Calle, sin saber cómo responder ni entenderlo del todo y con la sensación de que el correo no estaba dirigido a ella, decidió seguir el consejo de su hasta entonces pareja: cuidarse. Pidió ayuda a 107 mujeres, dos marionetas y un loro, elegidas por su profesión o experiencia, para interpretar la carta. Las invitó a analizar el e-mail, comentarlo, bailarlo, diseccionarlo. A entenderlo por ella y a responder por ella. Fue, según la artista, una manera de encontrar el tiempo para romper. Una manera de cuidarse.

El resultado, en forma de vídeos, garabatos, gráficos y fotografías, tuvo una importante influencia en la socióloga Lene Krogh Jappesen que trabajaba entonces en la modernización de SKAT, la agencia tributaria danesa, y hoy lo hace en el Centro Danés para la Innovación Pública.

Inspirada por los principios de la burocracia creativa, un oximoron solo en apariencia para el que aún no se había acuñado el término, Lene decidió trasladar el experimento de Sophie Calle al departamento de impuestos. Construir un puente entre el arte contemporáneo y la rigidez y falta de humanidad del más gris de los departamentos estatales podría sonar como una boutade o simplemente algo imposible. Pero el experimento dio resultados.

Lene y sus colegas cogieron una de las cartas estándar, supuestamente neutras y comprensibles, que el departamento de impuestos enviaba a sus ciudadanos, y eligieron a un grupo de diverso de personas para que la interpretaran: mujeres y hombres, mayores y jóvenes, maestras o activistas. Se la entregaron en mano y les pidieron regresar en dos semanas con sus comentarios. Todos lo hicieron.

Una persona grabó un vídeo quemándola mostrando la rabia que le generaba, una maestra de escuela pidió a un alumno que la comentara y este, al no entenderla, la convirtió en una bola de papel para encestarla en la papelera. Otras hicieron interpretaciones menos radicales. Lo que es cierto es que ninguna de las personas que participó en el experimento entendió la carta de la manera en que los funcionarios de hacienda anticipaban y pretendían. A partir de ahí éstos últimos iniciaron un fructífero trabajo intentando simplificar y clarificar el mensaje empatizando con las personas destinatarias.

La anécdota demuestra que la creatividad puede alcanzar y mejorar hasta los procedimientos que en teoría están más alejados de ella. Señala que el sector público es una fuente abundante de potencial creativo a aprovechar y que no hay mejor manera de fomentar la innovación pública que hacerlo desde las virtudes esencialmente humanas de la curiosidad, la humildad y la empatía.

Curiosidad al no dar por cerrado el camino del aprendizaje, humildad para reconocer la incapacidad técnica y propia de responder a todos los problemas y saberlo todo, empatía para ponernos en la piel de los que conviven con nosotros: usuarias, destinatarios, colegas, clientes o ciudadanía.

Como ha afirmado Sir Jonathan Mills, ex-director del Festival de Edimburgo, en el seminario internacional sobre el poder de la creatividad al que he sido invitado por la ciudad de Bergen, y en el transcurso del cual Lene Krogh Jappesen compartió la historia que ilustra este artículo: “la cultura (y la creatividad) es lo que nos hace profundamente humanos”. Y esa creatividad, añado, puede iluminar hasta los rincones más grises de la burocracia o de cualquier organización.

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