Cuatro proyectos han sido puestos en común este jueves en el Museu de Belles Arts de Castelló. Proyecciones, instalaciones, fotografías, intercambio de opiniones y hasta música de orquesta ha habido. Todo para dotar de protagonismo -esta vez sí- al proceso creativo y de investigación que hay detrás de cada obra expuesta en una galería. Precisamente por eso, no eran trabajos finalizados. Muchos continuarán mutando y mutando.
CASTELLÓ. "Queremos darle más peso al proceso de creación, porque al final es un trabajo muy solitario e invisible", sostienen fuentes del Consorci de Museus. Sus palabras son el eco de muchos artistas y creadores que ven como su tiempo para investigar está siendo "penalizado". Importan los resultados, pero se obvia el proceso. Ese crucial y valioso tiempo en el que todo lo que se hace o piense es significativo para el resultado final. "Lo que ha pasado este jueves en el Museu de Belles Arts de Castelló no ha sido una exposición, sino el final de dos y cuatro meses en los que diferentes profesionales han podido pensar, crear y experimentar. Esto ha permitido además dar una vida humana al museo, porque sus autores han venido cada día al ecosistema donde él habita, no a ver exposiciones comos suele suceder".
Esta ha sido la segunda edición del Cultura Resident, un programa impulsado por el Consorci de Museus de la Comunitat Valenciana, mediante el cual se desarrollan residencias artísticas en las tres provincias, así como en otros centros de ámbito internacional. Se trata de un proyecto que trata así de brindar de tiempo y de un espacio remunerado para la creación a diferentes artistas y colectivos. 188 fueron presentados este año, pero solo cuatro han actuado desde Castelló. Mientras València se centraba en la mediación cultural y Alicante en la producción, a la capital de la plana le tocaba poner el foco en la investigación. "Hemos tratado de que los procesos de pensamiento estén a la misma altura que los expositivos", reiteran sus organizadores. Y es que una parte de los artistas han desarrollado sus trabajos desde cero; otros estaban en curso. Pero sea como sea, el tiempo -esta vez sí- remunerado, les ha servido para poder dotar de continuidad a sus obras; muchas dadas a seguir investigando.
Berio Molina ha hecho una demostración de caligrafía sonora en el Museu de Belles Arts, es decir, del sonido que producen las letras al ser escritas. Para ello ha utilizado una especie de lápiz micrófono con el que ha demostrado en vivo las frecuencias y elementos gráficos que se generan con el abecedario. Algo que nos lleva a analizar las letras no solo por su capacidad de comunicación, sino también por su dimensión estética. Así, el proyecto pivota sobre dos ejes: uno en el que se clasifican las letras según sus cualidades sonoras y otro estético en el que se desierta sobre la forma sonora de la letra.
El análisis se enmarca dentro de un programa de doctorado de la Facultad de Bellas Artes de Pontevedra (Universidad de Vigo) en el que el autor ha iniciado este proyecto de investigación que, tras cuatro meses de residencia en Castelló, se prolongará otros tres años.
Los diseñadores multidisciplinares Cristóbal Baños y Diego Iglesias han trabajado a partir de las colección de cerámica del ente para digitalizarlas mediante una técnica de escaneado en 3D. Lo que pretenden es que así, una vez obtenidas sus réplicas virtuales, se introduzcan en un entorno visual accesible mediante gafas VR. Pero esta digitalización va más allá de una cuestión técnica; se trata de darle al espectador la capacidad de interactuar y relacionarse con el objeto que tienen frente a sus ojos. "Normalmente vemos las obras de arte desde una sola perspectiva porque están dentro de una vitrina, pero es que además muchas pasan los años en los almacenes del museo, impidiendo así que la gente nunca pueda acceder a todo el contenido. Su totalidad siempre estará mediada por otra persona que la selecciona y la pone en un lugar de determinada forma. Mientras tanto la implicación del visitante es cero", explican fuentes del Consorci.
74º lleva por título su proyecto, porque 74 grados es la temperatura a la que llega la tarjeta gráfica al escanear las piezas. "Es otra forma de cocinar el material". Un método que al espectador le permite, por ejemplo poder agrandar y meterse dentro de una pieza con un tamaño real de 1 milímetro. Porque el "museo ya no es un mausoleo, o por lo menos parece que quiere dejar de serlo". Esto ha terminado creando además un debate entre el público sobre si tiene sentido, o no, digitalizar las fuentes del museo. O incluso, de qué sirve tener un museo en una sociedad multipantalla y digital como la que vivimos. Pero más allá de analizar su contenedor, se han observado los posibles usos que puede tener esta transformación para restaurar obras o para fines más educativos.
¿Qué hace una pieza sobre ganadería extensiva en una residencia artística? Pues bien, es el arte y sus herramientas las que han permitido a Lorena Mulet y Marco Ranieri documentar y mostrar la importancia de las actividades vinculadas a la trashumancia, en la construcción del territorio (su biodiversidad, sus condiciones humanas, su paisaje cultural). El proyecto estudia propuestas site específic que integran el arte en la transición hacia un nuevo modelo agroecológico. Y es que la ganadería extensiva se caracteriza por buscar el equilibrio entre el aprovechamiento de los recursos naturales y la supervivencia del ecosistema donde se aplica. Lo hacen además en un momento en el que la actividad agraria ha ido descendiendo y ha dejado formas de vida, paisajes y conocimientos en peligro de desaparición.
En su exhibición, Mulet y Ranieri han mostrado cómo han delimitado una parte de rutas pecuarias, muchas en desuso. Kilómetros y kilómetros con los que han cartografiado cientos espacios de ganados que se continúan utilizando. Pero además, ambos creadores han puesto en valor el trabajo que los artesanos hacen. Por eso, durante su intervención en Castelló, se han instalado siete piezas a partir de los recorridos, se han mostrado las entrevistas y grabaciones realizadas durante los dos meses de residencia y se ha invitado a pastores, artesanos y trashumantes de la provincia para hacer un coloquio.
Raïm es el proyecto online desde el cual Estela Sanchis ha tratado de aglutinar a los artistas visuales valencianos que utilizan la fotografía como vehículo expresivo. Su trabajo lleva en marcha desde mucho antes de ser seleccionada por las residencias del Museu de Belles Arts. Sin embargo, ha sido ahora, cuando la fundadora de la plataforma ha ahondado en el historial de Castellón. Una riqueza patrimonial que los espectadores que hayan visitado el ente habrán podido observar, dado que se han expuesto algunas de las impresiones fotográficas a través de un andamio en medio del claustro del museo. Precisamente un andamio ha sido 'la vitrina' escogida para dejar claro que el proyecto continúa en construcción. Pero además, la fotógrafa ha desplazado al público hasta el Auditori para mostrar otras tantas imágenes mientras pinchaba música de orquesta.
El trabajo de investigación Raïm nació con la intención clara de dar a conocer la obra de tantos artistas que ven sus fotografías poco reconocidas. Para ello, se ha elaborado un programa de acciones públicas para la difusión de estas propuestas, el networking y la discusión entorno a la imagen. Pero además, anhela crear un espacio de incubación del pensamiento entorno a la imagen. Un lugar que instigue el intercambio y la colaboración entre artistas, agentes culturales y el público en general.