VALÈNCIA. Un gran poema es universal desde la encarnación del propio tiempo que le tocó vivir. Como cualquier otra creación, los poemas, la prole del tiempo y la poesía, llevan la impronta de sus circunstancias. Un poema puede ser la mejor crónica de una época marcada por la irracionalidad, por lo incomprensible, por lo que no se podría representar de otro modo pese a disponer de toda la información objetiva relativa a los dolores y las heridas. Un poema puede explicar lo inexplicable por otros medios. La tierra baldía, del poeta nacido en Misuri aunque nacionalizado británico frisando la cuarentena TS Eliot, arranca con ese ya mítico April si the cruellest month, abril es el mes más cruel, y cuatrocientos treinta y cuatro versos después concluye —corre el año mil novecientos veintidós— dando por cerrada una etapa en la poesía en lengua inglesa, y por iniciada otra era literaria brand new. Los meses son ahora más crueles que de costumbre: antes de abril ya lo fue marzo, y después, mayo, y los meses estivales de junio, julio, agosto y septiembre. Octubre todavía no ha tenido tiempo de pronunciarse, aunque podemos anticipar que ya, metidos de lleno en el ocaso de las estaciones, tendremos que esperar a una primavera lejana para ver reverdecer el ánimo: la tierra parece más baldía que nunca, porque la percepción es un fenómeno subjetivo que se desmaya tanto con una contienda bélica mundial, como con un virus inopinado que siega vidas y convierte la economía de muchos en un páramo regado con sal.
En un tiempo tan desconcertante como este, se nos invita a los lectores en español a recorrer de nuevo La tierra baldía: Luis Sanz Irles ha encontrado un camino que hasta ahora permanecía oculto fuera de las lindes del inglés original en el que Eliot compuso el poema, que fue podado posteriormente por la edición del inspirado Ezra Pound, quien terminó de dibujar los límites de esta tierra compleja, oscura, y dada a las interpretaciones. El camino de Sanz Irles, tal y como se nos dice en los textos que acompañan al poema en el libro publicado por Olé Libros, además de corregir imprecisiones, amplifica la dimensión sensorial de la sonoridad relacionada o no con el sentido —la sonoridad de los versos también es sentido—, permitiéndonos acercarnos a la sustancia genuina de la obra de Eliot gracias al esforzado oficio del traductor comprometido —cuesta conocer a uno que no lo sea, aunque haberlos, ya se sabe—. Acerca de Eliot, de su obra, de la búsqueda de conocimiento y nuevas formas de entender un mundo que ahora se nos antoja extraño, hemos hablado con el autor de esta traducción.
¿Por qué La tierra baldía, qué tiene este poema?
Luis Sanz Irles: Su importancia, la trascendencia que tiene en el desarrollo de la poesía en Occidente, es ya un lugar común, pero además del lugar común, que es un lugar común muy fundado, es que es el big bang de la poesía moderna. No se puede leer poesía como se leía antes de que existiese La tierra baldía. Lleva el modernismo poético al paroxismo, de interés, de elegancia y de fuerza; anula por completo la antigua voz poética lírica, eso ya deja de existir, y además está revestido de una forma, de un ritmo, de una métrica, que lo hace inolvidable. Es un poema, bajo cualquier punto de vista, indispensable. Aunque pueda plantear tesis con las que mucha gente no está en absoluto de acuerdo. Sobre todo desde un punto de vista a veces ideológico, más que estético. Pero eso a mí me da igual.
A nivel personal, ¿qué supuso para ti la lectura de este poema?
Desde pequeño disfruto mucho con la palabra, con las palabras y con los sonidos de las palabras, en paralelo, pero a veces de forma independiente al significado que lleven detrás. Que también. He encontrado en este poema una sonoridad y una musicalidad grandiosas, irrepetibles, y además logrando mezclarlas con temas a veces míticos, muy de alta cultura, pero también con temas de una vulgaridad y de una brutalidad tremendas. Eso siempre me llamó mucho la atención: cómo se puede moldear el sonido con las palabras hasta que ese sonido transforme lo que esas mismas palabras con otro sonido dirían. Y luego también la importancia que da a la cultura, la importancia que da a nuestro pasado y tradición cultural, y cómo es un drama que eso se pierda voluntariamente, se soslaye y abandone, y la meditación en torno a si hay una posible recuperación. Tengamos en cuenta que esto es la situación de Europa después de la Primera Guerra Mundial, que es cuando escribe el poema Eliot. Una Europa destrozada, con la identidad muy desdibujada, perdida sin saber muy bien ya qué era ni de dónde venía. En el fondo no estamos muy lejos de aquella situación.
Has mencionado que existen ciertos reparos a nivel ideológico hacia La tierra baldía...
Hay gente que simplemente desdeña la poesía de Eliot por Eliot mismo, porque era un conservador, porque era religioso, porque era un puritano. Bueno, esto es cuando la gente se pone a leer literatura con las antiparras de la ideología por delante, y entonces todo lo que no sea la ideología que cada uno tenga... La ideología más o menos dominante en lo cultural es que todo lo que no sea lucha de clases y reivindicaciones de ese tipo parece que literariamente no tenga valor. Yo creo que es un error de juicio, y esa adscripción de Eliot a ese tipo de valores y formas de vida ha hecho que mucha gente desdeñe su poesía sin ver más allá. Típicamente además suele coincidir con quienes no la han leído. Han oído hablar de ella y han oído hablar de que Eliot era un tipo muy conservador y por tanto digno de reprobación inmediata. Sin más reflexión.
¿Cómo se encara una nueva traducción de un poema que ha sido tan traducido? ¿Produce vértigo?
Un poco de vértigo sí, pero no por el hecho de que hubiera traducciones anteriores, sino por el poema en sí mismo y por el desafío que el poema pone. Vértigo con mucho afán y ganas de trabajar. ¿Cómo se encara? Se encara decidiendo qué puede aportar mi traducción a lo que ya hay, porque si yo hubiera sospechado que no podía aportar nada nuevo, que sería una repetición de lo anterior, no me habría puesto a trabajar en ella. El motivo personal que yo tenía es que creo que mi traducción aporta dos cosas. La primera y principal: una forma que respeta y se aproxima mucho más a la musicalidad, a la gran sonoridad de Eliot. Esto es algo que Eliot trabajó mucho, y lo dice explícitamente. Pound también lo trabajó mucho, sin embargo otros muchos poetas americanos de esa época desdeñaban este aspecto. Los traductores, prácticamente todos, con muy pocas excepciones, lo han desdeñado casi por completo. Cuando aparece la métrica, el ritmo, parecido al original, es casi por pura casualidad. La rima, como desde que entró el verso libre en nuestras vidas ha sido un Atila que ha arrasado con todo, pues parece que es una cosa a desdeñar, porque claro, la gente piensa en rimar cariño con armiño y cosas así, y no tiene nada que ver: las rimas de Eliot son sabrosas, son sorprendentes, contrastan mucho con mucho humor. Respetar eso era mi gran motivación, y francamente, estoy satisfecho de lo que se ha logrado. Después hermenéuticamente, en algunas traducciones, en bastantes, había lo que yo considero errores de interpretación. En algunos casos errores crasos de interpretación: no se ha traducido lo que Eliot quería decir, y lo que decía, se ha traducido como otra cosa.