VALÈNCIA. Dice querer participar en alguna película española. “Me encantaría. De cómo está de bien el cine ahora. Hay una gente estupenda”. María Luisa Merlo (València, 1941) habla con una pasión y energía que nadie achacaría, por norma general, a una persona de su edad; tampoco, el que se maneje con tanto desparpajo entre las diversas plataformas de vídeo bajo demandan que protagonizan el consumo televisivo actual. “Tengo de todo: Filmin, Netflix… Eso sí, también me obligo a ir al cine. Una vez a la semana por lo menos”, admite.
Acaba de llegar a su querida València, la tierra que la vio nacer y de la que se marchó a los 10 años para perseguir su sueño: inicialmente, ser bailarina. Hija de los actores Ismael Merlo y María Luisa Colomina, no tenía en mente continuar con los pasos de sus progenitores, pero así acabó siendo. Su ajetreada vida la ha llevado a muchas partes del mundo, pero siempre recuerda con un cariño especial la terreta. “València tiene una luz tan especial… No la he visto en ninguna otra parte. He estado en Los Ángeles y he visto algo parecido… pero ni siquiera. La más bonita es la luz de València”, comenta risueña sin contener que también ha podido ver, rápidamente, a la Geperudeta (“por una ventanita”).
El motivo que le trae a su ciudad natal no es otro que Conversaciones con mamá, obra que protagoniza junto con Jesús Cisneros, y que habitará en el Teatro Flumen hasta el 27 de enero. Una instructiva comedia que toca temas como la muerte o la solidaridad y que versa sobre la relación entre un hijo, una madre y siete conversaciones entre ambos. “Es una de las obras que más me ha gustado hacer en toda mi carrera: inteligente y, al mismo tiempo, muy divertida”, sostiene, y que lo diga resulta bastante significativo, pues ha sido un rostro habitual de TVE y ha participado en multitud de series.
Tras 60 años de trayectoria, una se pregunta si una artista llega a jubilarse alguna vez. “En mi caso, no”, responde tajante Merlo. “También es cierto que me siento muy fuerte y tengo muchísima memoria. Aquí hago una obra de dos personajes y no paro de rajar divinamente. Sin ningún problema me la he aprendido. Otra cosa es que luego me preguntes dónde he dejado los zapatos”, sonríe y deja escapar una carcajada. La de una persona que sabe aferrarse al presente y hacerlo con la firme convicción de que es la opción más sensata. “’Sabio distraído’ se le llama a esto, ¿no?”, pregunta sin esperar una respuesta concreta. Si es así, hoy hemos tenido la ocasión (el placer) de hablar con una maravillosa distraída.
-En Conversaciones con mamá encarnas a una mujer muy liberal e independiente. ¿Qué tiene de ti tu personaje?
-Mucho. Como madraza y también como mujer liberal, que es lo que soy, y lo que he aprendido toda mi vida de un gran actor valenciano que se llamaba Ismael Merlo. Uno de los actores más modernos que ha tenido esta profesión.
También me he enfrentado a personajes con los que no compartía nada, que conste. En un momento dado, tuve que hacer de Leonor de Aquitania (que fue la primera feminista de la historia), y disfruté mucho. Y he hecho tantas tontas: mujeres que manipulan a los señores a base de marearlos; insinceras… Muy graciosas, por otra parte, por la parte crítica o paródica que también tenían. Pero no me divierte. Me gusta hacer comedia pero, sobre todo, interpretar a personajes que tengan alma.
-Nos acabamos de despedir de un año marcado por las denuncias de abusos sexuales en Hollywood amparados bajo el movimiento del #MeToo. Tú, que llevas tantos años en esta profesión, ¿cómo crees que ha ido cambiando el papel de la mujer en el sector?
-Lo que está pasando es magnífico. En mi caso, he de decir que he conocido el feminismo en el teatro desde que nací. Y no me he encontrado con personajes que por ser femeninos fueran menos interesantes porque, directamente, no los hago. No me interesa transmitir una idea con la que no estoy de acuerdo. Que la gente se quede con algo que no comparto.
Eso sí, a nivel de salarios, había diferencias. Tenías que ser muy luchadora. Pero también es verdad que el teatro ha tenido a muchas mujeres luchadoras y empresarias desde siempre. Es un mundo en que las mujeres no estaban marginadas para nada.
Por lo que respecta a los abusos, como tuve a Ismael Merlo a mi lado, no se les ocurría. Tuve esa inmensa suerte. Le tenían mucho miedo: “A la niña de Merlo no se la puede tocar…”. Pero sí sé de compañeras que tuvieron que ceder a muchas cosas. Ahora se ha hecho más visible con lo que se ha reivindicado, en parte, desde el mundo del espectáculo.
-¿Crees que la gente que forma parte del mundo del espectáculo tiene la obligación de convertirse un altavoz de ciertas reivindicaciones por su relevancia pública?
-En temas de política, por ejemplo, hay que mantenerse más al margen. Se cabrean contigo. Yo, que me he mojado mucho en política, sí he tenido venganza de algunos partidos. Después de entrar en el Congreso con el “no a la guerra”, por ejemplo, sí me quitaron muchas actuaciones en ciertos teatros.
Durante la dictadura, mi padre decía que los actores no debíamos decir ni de qué equipo de fútbol éramos. Son temas delicados. Y eso que él, después, en la democracia, se significó mucho.
-En ciertas ocasiones, de hecho, ha habido críticas por los discursos con matices políticos que han proferido actores y actrices en ceremonias como los Goya…
-Veo estupendo, magnífico, que se utilice el momento en que te está viendo toda España para decir lo que consideres. Para eso existe la libertad de expresión. Afortunadamente. Ya hemos tenido que callarnos mucho una generación.
Lo que es absurdo es que los violadores estén en la calle y los que se manifiesten cantando estén en la cárcel o tengan que huir. Hay mucho que discutir sobre todo lo que está pasando en este país en este momento. La libertad de expresión es importantísima.
-Las mujeres, especialmente, sufren un cierto “destierro” cuando alcanzan ciertas edades. ¿Faltan más papeles de mujeres interesantes en este ámbito?
-Es peor estar en los 50 que estar ya mayor del todo. La crisis de las 50 la pasan muchas actrices; yo he tenido la suerte inmensa de no haberla sufrido. Pero sé que es una edad jorobadísima: un bajón en el mundo entero. Las de Hollywood se quejan igual. Después ya haces señoras mayores y encantada de la vida. Hay personajes bonitos de todas las edades.
-¿Cómo valoras la cultura en València en estos momentos?
-Está estupenda ahora mismo. Hace falta, eso sí, que hagan “dramáticos”: que se televise el teatro. Ya que no lo hace televisión española, que lo hagan en los canales de València… La de público de teatro y afición que creamos con lo que fue Estudio 1. Y todavía nos siguen y recuerdan aquella época como maravillosa. Se forjó toda una generación. Y ahora no: no lo hacen en ninguna parte. Ahora bien, si se hace; que se haga bien. No todo vale.
-¿Crees que ha cambiado mucho el teatro desde que empezaste hasta ahora?
-Lo noto muchísimo, sobre todo en la producción. Los productores nuevos que han entrado no saben mucho. Yo, que soy de una tercera generación de actores y me he criado viendo actores/empresarios, no entiendo muy bien lo que ha pasado: cómo se llevan las cosas ahora. Hay gente que se mete a empresarios sin pasar por el teatro, sin tener ese bagaje. Sin experiencia ninguna y, además, con una soberbia increíble. Aún con todo, hay teatros que lo llevan bien. Todavía hay gente que sabe y ha aprendido de los mayores. Tampoco me gusta la multiprogramación: que en un teatro se hagan siete funciones al día. En Madrid lo estamos viendo. El público está desconcertado. No sabe a dónde va a ir.
Pero bueno, siempre he oído que el teatro estaba en crisis. Desde pequeña. Luego ha tenido épocas maravillosas, como la de que salió Estudio 1 en televisión; esa fue una de las mejores. Ahí se promocionó mucho. Ahora falta; le hacen muy poco caso. En la televisión no hablan de teatro. Nadie. Hay mucha telebasura… pero cuando la ponen es porque el público la ve. Es la pescadilla que se muerde la cola.
-¿Existe un miedo a la vejez en profesiones donde el cuerpo (como en el caso de la interpretación) es tan importante?
-Existe en esta profesión y en todas. Pero, en mi caso, no pienso mucho en el futuro. Vivo mucho el presente que es una manera de ser feliz. Si me pongo a pensar en el futuro, la hemos jorobado.