VALÈNCIA. Vivir dos veces no es la primera historia que firma la guionista María Mínguez, pero sí su primer largometraje rodado y estrenado en la gran pantalla. Un estreno que, por cierto, no ha pasado desapercibido: seis galardones (entre ellos, mejor guion) en los recientes Premios del Audiovisual Valenciano y otra nominación en los Premios Forqué sitúan a esta cinta, dirigida por María Ripoll, como una de las más interesantes del año.
Mínguez, que trabajó como guionista en Autoindefinits y Socarrats en Canal 9, y es parte del equipo de la serie de ficción La forastera en la renacida À Punt, atesora un buen número de relatos a sus espaldas. Vivir dos veces, su quinto guión “largo”, nació, sin embargo, muy lejos de aquí: entre los imponentes rascacielos de la Gran Manzana, donde se graduó en la New York Film Academy con una prestigiosa beca Fullbright. Todos sus personajes, en principio, tenían acento americano; pero, cuando regresó a España, decidió adaptarla.
Vivir dos veces nos cuenta la historia de Emilio, un hombre en la primera fase de alzhéimer, que se propone encontrar al amor de su juventud antes de que su memoria se lo impida. Para ello, deberá contar con la ayuda de su hija y su nieta. Una road trip a la española que pone el foco en algo tan valioso como nuestros recuerdos. Que no se nos olvide.
- Películas como Arrugas (basada en un cómic de Paco Roca), o Amor de Haneke, nos hablan de la vejez, de las enfermedades degenerativas y de los inevitables achaques de la edad. ¿Por qué tratar un tema como el alzhéimer y hacerlo, en el caso de Vivir dos veces, desde un personaje protagonista?
-Precisamente por esto quería escribir el guion. El alzhéimer es una enfermedad que me llama mucho la atención por lo demoledora que es, por cómo ataca algo tan valioso como la memoria. Me di cuenta de que había muchas películas que me gustan que tratan este tema (como El hijo de la novia), pero, curiosamente, el protagonista nunca suele ser el que padece alzhéimer, sino el que cuida a la persona que lo padece.
Me parecía interesante que eso no fuera así, y que, además, la persona que padeciera la enfermedad tuviera un objetivo. El alzhéimer, en Vivir dos veces, me funcionaba además de antagonista: de contrarreloj. Así es como empecé a construir el relato.
-¿En qué punto se encuentra el cine en España?
-Creo que el cine que se hace en España es muy bueno, cada vez mejor. Hace nada salieron las nominaciones a los Goya y hay películas buenísimas.
Pero, si hay algo que echo de menos, son más mujeres. Belén Funes es la única directora nominada, pero, eso sí, en dirección novel. Es algo que me llama la atención: están despuntando muchas directoras, pero no en categorías como “Dirección”. El famoso techo de cristal no nos deja subir. De hecho, creo que solo hay una guionista nominada, Isabel Peña, que además es coguionista con Sorogoyen. Y más de lo mismo en los Feroz. Definitivamente, ahí hay un problema. Parece que se arranca… pero no.
-¿Cómo es el día a día de una guionista? ¿Cómo es el oficio?
-Bonito, pero incierto. Yo soy autónoma y, por norma general; o trabajas en proyectos que te encargan, o en proyectos propios que arrancas. En el caso de Vivir dos veces, escribí la historia y se la conseguí vender a Gustavo [Ferrada], el productor, que fue quien armó la financiación.
En general, es un mundo difícil, aunque considero que los guionistas tenemos una ventaja respecto a otras profesiones (que, al final, reconozco que son muy complicadas para todos; directores, actores y demás): nosotros no necesitamos que nos llamen para escribir, podemos hacerlo siempre y cuando queramos. Luego habrá que vender la historia, y eso no es fácil, pero nadie tiene que darte permiso para escribir.
En el caso de una persona que se dedica a la interpretación, sí tienen que llamarla para hacer una película, por ejemplo. Eso es algo que valoro mucho de la profesión de guionista: el tener la autonomía de arrancar nosotros mismos el trabajo.
En cualquier caso, para mí lo más difícil es hacerse un nombre. Que los productores estén dispuestos a leer tus proyectos; presentarte a pitchs, llamar a puertas, enviar guiones… Y es cierto que también te pueden llegar encargos, pero que estos sean de largometrajes a un nivel profesional o muy industrial no es tan sencillo. Eso cuesta.
-Se ha cargado mucho contra los y las guionistas por el desenlace de algunas series. ¿Hasta qué punto tienen responsabilidad o poder en la toma de decisiones de una producción audiovisual?
-Creo que, en las series de ahora, los guionistas tienen todo el poder, mientras que en el cine… no. En el cine el que lo tiene es el director, porque es quien elige el montaje final. Y el montaje puede cambiar mucho una película. En las series, el poder reside en el guionista; en el cine, en el director.
-Entonces, ¿son las series más libres a nivel creativo?
-No sé si “libre” es la palabra, porque también hay productores y otras figuras en el proceso; pero desde luego, el guionista tiene más poder y está más valorado que en el cine. Pero, por supuesto, también depende. Yo he trabajado con Gustavo y María [Ripoll, la directora] y han respetado muchísimo mi trabajo. De hecho, cualquier cosa que me proponían cambiar siempre era bajo mi consentimiento. Y esto no siempre pasa.
-Con el desembarco el año que viene de Disney+, muchas personas se han llevado las manos a la cabeza. ¿Existen demasiadas plataformas y demasiada oferta? ¿La clave para que triunfen es que logren enganchar, cada una de ellas, a un nicho de público específico?
-Mientras sean sostenibles, nunca es demasiado. Creo que todo lo que se haga es bueno, porque siempre habrá historias diferentes y nuevas oportunidades.
Es lo que tú dices: si te gusta el cine de superhéroes y tienes hijos, quizá te hagas socio de Disney+. Y, si no, puede que no. Parece que tenemos que tener de todo, y no es así: es responsabilidad o decisión tuya lo que pagas y lo que no, como en cualquier otro sector. Venimos de una época pasada bastante negra, donde la piratería te ponía absolutamente todo a tu alcance. Todo esto supone un cambio de mentalidad.
Para mí, insisto, no hay suficientes plataformas. Mejor poder elegir y que pagues por aquello que te guste. Además, muchas de estas plataformas permiten pagar solo un mes, por ejemplo. Hay opciones.
-Hace poco se hicieron virales unas declaraciones de Martin Scorsese en las que criticaba duramente el cine de superhéroes. “No son cine, sino parques temáticos”, apuntó. ¿Qué lectura haces al respecto?
-A mí el cine de superhéroes no me llama especialmente la atención, pero no considero que no sea cine. Lo que sí considero un problema es que ese cine cope todo y no permita que se haga otro tipo de cine; o sí se haga, pero no se pueda exhibir, porque no haya hueco.
Da la sensación de que se programa ese cine de superhéroes porque la gente solo quiere ver esas películas. Y no es así. Hay muchas películas que gustarían a la gente, pero, debido a los bajos presupuestos que se manejan, muchas veces no hay inversión en marketing. Y, como resultado, la gente no sabe que existen.
-À Punt se lleva enfrentando desde su nacimiento a un problema: sus bajos datos de audiencia. Hace poco, de hecho, se anunciaba la cancelación de Assumptes interns, uno de sus programas “estrella”. ¿Qué es lo que está fallando?
-Creo que lo que está fallando, y es inevitable, es que Canal 9 se cerró y À Punt ha empezado de nuevo. Y mucha gente, en ese proceso, se ha olvidado de la televisión pública valenciana. Empezar de cero es muy complicado. Por eso, desde ese punto de vista, creo que hay que tener paciencia y darle una oportunidad.
Por otro lado, À Punt necesita más presupuesto. Estamos en un momento en el que hay tantas producciones y de tanta calidad… que es evidente que À Punt no puede producir una serie al nivel que lo hace Netflix; pero, si va a hacerlo, tiene que tener un presupuesto suficiente. Y ahora mismo la tele no tiene el presupuesto que creo que debería tener para poder competir. También se podría hacer más publicidad. Se podrían promocionar las series, no solo dentro de la propia cadena (porque si la gente no la ve, tampoco servirá de mucho), sino también anunciándolas fuera.
A nivel de programas se están haciendo cosas muy chulas. Lo de Assumptes interns me parece una pena: es un programa muy divertido. Creo que hay que tener paciencia con el tema de la audiencia y darle la oportunidad a los proyectos que pensemos que tienen calidad.
-¿Cuál debe ser el punto diferencial de una cadena autonómica como À Punt frente a las grandes plataformas de contenido?
-Creo que el punto diferencial debe ser que À Punt produzca historias que hablen sobre nosotros. En La forastera, por ejemplo, recuperamos esa leyenda que dice que la Coca-Cola fue inventada en Aielo de Malferit, un relato que difícilmente va a tratar Netflix, pero que nosotros sí podemos contar. En la misma línea, hace poco se estrenó Parany, una serie que habla de cuando València fue capital de la República.
En ese sentido, sí se está haciendo en la línea que se debe hacer. Sí se están contando historias que nos interesan, que nacen de aquí. Y también creo que se deben hacer con una ambición internacional, con una calidad. Que sea una serie local, pero, por qué no, la puedas ver el año que viene en Netflix. Igual que con series de TV3. Sin embargo, para eso hace falta invertir en estas y que se hagan con el presupuesto mínimo adecuado.
-TV3 es un buen espejo en el que reflejarse.
-De hecho, TV3, a nivel de ficción, es la autonómica más puntera, y la que hace las series más interesantes y con mejor calidad. Y además saliendo del costumbrismo, haciendo cosas diferentes, como Merlí, una serie bastante irreverente que no pierde de vista ese punto de servicio público (de educar en valores) y perspectiva que tiene que tener una tele pública.
Hay mil historias en València que no se han contado. Mil historias que no tienen por qué tener un punto costumbrista y pueden interesar. Netflix produjo este mismo año un documental sobre el caso Alcàsser, algo que deberíamos haber hecho nosotros. Hay temas en València que interesan.