GRAND PLACE / OPINIÓN

"Marrakech es una 'black box'"

11/02/2020 - 

Me lo dijo un amigo: “Marrakech es una black box”. Y pensé: “¿Cómo una “black box”? ¿Qué es una “black box”?”. ¡Ah, una caja negra! Y entonces recordé que la madre de mi amiga Anastasia fue ingeniera aeronáutica en la Unión Soviética. Uno de sus primeros trabajos en prácticas fue en la sección de producción de las cajas negras de los Sukhoi’s SU-27, la respuesta soviética a los F-15 y F-16 norteamericanos que amenazaban Europa. Era la época de la Guerra Fría, aunque en Marrakech estén ahora a 27 grados. 

Y avancé en mis auto-respuestas. Una “black box”, cuyo nombre oficial es “flight recorder”, no es más que un dispositivo de color naranja -pese a su nombre-, a prueba de golpes y de altas temperaturas y que fue pensado para ofrecer un testimonio de lo que ocurre segundos antes de un desastre aéreo. Y, aunque no puede impedir un accidente de aviación, sí puede ayudar a evitar incidencias en el futuro gracias a la información que nos aportan. Según el diccionario urbano en inglés, el término “black box” también describe un estado mental que puede experimentar soledad, dolor, frustración… Pero, sobre todo, describe cómo puedes sentirte atrapado u obstruido por algo que te afecta psicológicamente.

Y eso es lo que me encontré en el 11º Marrakech Security Forum 2020, que este año intentaba “Preservar la estabilidad de África ante los terrorismos y las amenazas globales”. Como siempre, esta cita anual depara sorpresas más o menos agradables. Reencuentros con viejos amigos, nuevas amistades y, sobre todo, la agridulce sensación que dejan todos los colores y los olores del zoco en los atardeceres de la plaza Jemaa el-Fna. La cita anual es en el Café de France, justo enfrente del Café Argana, donde 17 personas murieron hace nueve años en un atentado terrorista. Una bomba estalló en el interior de una bolsa abandonada en la terraza, mientras los turistas degustaban a sorbos la puesta de sol que se reflejaba dentro de su vaso de té a la menta. 

El gobierno de Marruecos culpó a Al Qaeda del Magreb Islámico, que negó la autoría.  Amanecía la Primavera Árabe en aquél 2011, con todo el Mahgreb en pie y sus ciudadanos en la calle, mientras los islamistas su sumaban a sus reivindicaciones. El propietario del Argana había financiado la construcción de la mezquita cercana, cuya llamada al rezo nos llega puntual entre té y té… Alguien vio un toque de atención a un movimiento que pronto se sofocó en Marruecos, mientras sus países vecinos ardían, derrocaban gobiernos y aniquilaban a sus presidentes.

 ¿Cómo vamos a preservar África de los terrorismos y amenazas globales en este pequeño encuentro de amigos y conocidos, de todos los colores, si África es en sí misma una amenaza global? Lo expliqué en mi pequeña aportación desde una perspectiva de género, junto al resto del grupo que formamos las escasas mujeres participantes en este Foro de Seguridad, el Global Network Against Women Radicalization (GNAWR), bajo el auspicio de Asmaa Sebbar, directora también de este Foro, organizado por el Centre Marocain d’Etudes Stratégiques (CMES).

¿Cómo luchar contra el terrorismo yihadista si el norte de África está dominado por gobiernos islamistas? Doce Estados aplican normas cercanas a la Sharia, que deja el papel de la mujer en la sociedad como elemento reproductor y al servicio del hombre, alejada de  los espacios de poder e influencia. Los gobiernos del norte, más acomplejados, no se atreven a tanto, pero siguen tolerando matrimonios con niñas, normas civiles discriminatorias de la mujer en cuanto al reparto de la herencia o el divorcio, y hasta leyes con elementos morales y de control de la conducta social de la mujer. 

Pero el Sahel puede convertirse en el nuevo Estado Islámico, con los grupos yihadistas que controlan el tráfico de armas y personas en ese territorio, y que imponen su ley en una zona donde las fronteras se diluyen como las arenas del desierto que lo cruzan. Ésta es la amenaza global de la que África no nos puede preservar porque es intrínseca y porque la están exportando a través del Mediterráneo, que es nuestra frontera. 

Africa es la caja negra que, como la caja de Pandora, alguien abrirá un día no muy lejano y de donde saldrán todos los males del mundo; también la soledad, el dolor y la frustración de no encontrar en su interior la información necesaria para evitar futuras “incidencias”, un rayo de sol reflejado entre las hojas del té a la menta en la plaza Jemaa el-Fna...