En las próximas semanas se debatirá y votará en el Congreso de los Diputados la moción de censura al Gobierno de Pedro Sánchez y, presumiblemente, únicamente se obtendrán los votos favorables de los 52 diputados del Grupo Parlamentario proponente, y VOX, por a si alguien le quedaba alguna duda, se evidenciará como única oposición frontal al gobierno de la calamidad que los españoles ya hemos sufrido demasiado tiempo. Una votación que mostrará cuales son los verdaderos intereses -y la verdadera cara- de un Pablo Casado que aspira a mostrarse lo suficientemente dócil para evitar que se le acuse de “no sé sabe muy bien qué” por parte de “no se sabe muy bien quién”. Es decir, que no le llamen facha. Y poco más. Él quiere echar a Sánchez, pero no mucho.
Hoy, a estas horas, Casado solo valora el No o la Abstención. O lo que es lo mismo: prefiere traicionar a sus votantes antes de que Pablo Iglesias -en política no se pide perdón, en política se dimite- le acuse de hacer seguidismo de Santiago Abascal. Nadie se habría imaginado que aquel hombre que ganó unas primarias prometiendo contundencia iba a acabar “metiendo la cabeza en el bolso de Soraya”.
Como se ha dicho, la moción de censura no prosperará -o sí, si queda cordura y conciencia fuera de VOX-, pero sí lo hará la dignidad de millones de españoles que se estremecieron cuando el Presidente del Reino de España dio el pésame en el Senado al brazo político de ETA (también denominado EH Bildu) por el suicidio de un etarra, un vulgar asesino, denostando a los 864 inocentes asesinados por un terrorismo al que su vicepresidente Iglesias legitima alegando que “tenía una justificación política”. Prosperará la dignidad de los españoles que se estremecieron cuando el Ministro de Justicia del Reino de España anunció en el Congreso de los Diputados que “ya se están tramitando los indultos” de los golpistas catalanes que intentaron poner de rodillas la Constitución el fatídico 1 de octubre de 2017 (en aquel entonces solo VOX -de nuevo- dio la cara por la unidad nacional). Prosperará la dignidad de los españoles que se estremecieron cuando se descubrió que no había comité de expertos que amparara los atropellos socialistas a sus libertades en la gestión de la pandemia y que el propio Sánchez ocultó a pesar de los continuos avisos de Seguridad Nacional sobre la llegada al Reino de España de la peor crisis sanitaria en más de un siglo. Y, desde luego, prosperará la dignidad de los españoles que no toleran los ataques de Podemos -y el cobarde silencio socialista- a su Jefe de Estado, a nuestro Rey, y que solo buscan fragmentar lo que en cualquier estado moderno es inquebrantable: la soberanía nacional.
A finales de julio se anunció la moción de censura poniendo encima de la mesa que no era una cuestión partidista y que se buscaría, en consenso con el resto de los partidos constitucionalistas, un candidato para derrocar al peor gobierno que ha tenido el Reino de España en varios siglos. Desde VOX, abandono de todo ego. Desde el Partido Popular, silencio. El mismo silencio cobarde de la cúpula popular con el que se está asfixiando a la que será, a todas luces, la siguiente víctima de Teodoro García Egea: Isabel Díaz Ayuso. Otro motivo de peso que debería motivar la renuncia del Partido Popular a mantener la rodilla clavada en el suelo. Pero nada. El único movimiento de confrontación a la apisonadora de Ferraz con la Comunidad de Madrid lo vuelve a hacer VOX con una Rocío Monasterio que parece ser la única líder madrileña que ha entendido “de que va la película” y ha evidenciado lo que es público y notorio: la necesidad imperante de una convocatoria de elecciones para mantener la cordura en la autonomía de la capital del Reino.
Y, por si hubiera pocos motivos, “el partido que cogobierna, está imputado por corrupción”. Pero claro… “¿De quién depende la fiscalía?... Pues eso”. Ellos están por encima del bien y del mal, por encima del Estado de Derecho y por encima de nuestra Nación.
Y sí, me refiero a nuestra Nación como Reino de España, que desde 1492 lo ha sido, lo es y lo seguirá siendo mientras prospere la dignidad de los españoles que todavía nos estremecemos cuando vemos a sus enemigos pisotear lo que siempre fuimos y la memoria de los españoles que cayeron para que lo podamos seguir siendo.
Ésta es una verdad incómoda, pero alguien tenía que decirlo.