VALÈNCIA. Desde que Marcos Antonio de Orellana, conocido popularmente como el Erudito Orellana, capaz de escribir sobre todo lo imaginable, publicara su Biografía Pictórica Valentina “vida de los pintores, arquitectos, escultores y grabadores valencianos”, entre los siglos XVIII y XIX, y con posterioridad, ya en 1897 José Ruíz de Lihory, Barón de Alcahalí lo hiciera con el Diccionario biográfico de artistas valencianos, hemos ido comprobando que el relato del arte, en este caso valenciano, no sólo lo protagonizan los artistas sino también quienes escriben sobre ellos. Quiénes son los que deben aparecer en los libros, y quiénes no, es algo que, en realidad, no depende exclusivamente del buen hacer de los pintores y escultores, circunstancia que, a veces, se convierte en un asunto de justicia o ausencia de esta. No sé que sería hoy del gran Caravaggio si el historiador del arte Roberto Longhi no lo hubiera rescatado del ostracismo en 1951, ¡sí, 1951!, cuando le organiza la primera exposición en Milán. Dicho esto, ya tenemos debate: la valoración mayor o menor del artista está condicionada por las opiniones de quienes están investidos de autoridad, que se han vertido sobre él.
El relato del arte valenciano no escapa a este reparto de papeles y también está protagonizado por nombres que estudian y escriben sobre éste, por ello también es justo que nos fijemos en ellos. Por un lado, los históricos, algunos de estos todavía en activo y que abordaremos hoy, y por otro los más jóvenes y que lo haremos el próximo domingo. Déjenme, por tanto, que hoy les cite a algunos de estos (la relación no es ni mucho menos exhaustiva) y dé algunas pinceladas, lejos de pretender ser una relación de méritos puesto que estos darían para un libro entero.
La reciente historia del arte valenciano pasa por la creación del Instituto Valenciano de Arte Moderno y éste no se puede contar sin tres valencianos fundamentales, que trazaron la filosofía inicial del mismo (mancillada años después, como saben), y que configuraron su excelente colección, aunque sus trayectorias van mucho más allá de nuestro contexto artístico. Vicente Todolí, el castellonense Tomás Llorens y Jose Francisco Yvars. Cuatro nombres imprescindibles en la historiografía del arte valenciano y español de los siglos XX y XXI con una hoja de servicio abrumadora: Vicente Todolí fue seis años director artístico del IVAM y siete de la Modern Tate de Londres; Tomás Llorens, además del primer director del centro valenciano, y del Reina Sofía, ha sido conservador jefe del Museo Thyssen durante quince años; Jose Francisco Yvars ha sido, y es, otro hombre fundamental de la crítica del arte valenciano, español e internacional. Director del IVAM durante dos años es autor de una ingente cantidad de libros biográficos y ensayos, que recorren de arriba abajo la pasada centuria. Es, además, un magnífico conferenciante y un conversador del que siempre aprendo.
Ni siquiera era una idea la creación del IVAM cuando Vicente Aguilera Cerni era ya posiblemente el crítico más citado cuando hablamos de arte valenciano de la segunda mitad del siglo XX. Fundador del Museo Popular de Arte Contemporáneo de Vilafamés en los 70, aunque tuvo una inicial vocación medievalista, su labor como crítico de arte de su tiempo se inicia en los años 50 al entablar relación con artistas de la vanguardia en Valencia. Aguilera Cerni será el principal teórico e impulsor de grupos artísticos como el esencial grupo “Parpalló” (1956) que lo busca y encuentra como intelectual del grupo. Con el tiempo sus escritos trascienden a un ámbito más nacional, siendo fundamental su obra Panorama del Nuevo Arte Español del año 1966 editada por Guadarrama. Fue Premio Internacional de la Crítica de Arte en la XXIX Bienal de Venecia en 1959 y en 1989 se le concede el Premi de les Lletres de la Generalitat Valenciana
Tras Aguilera Cerni, el testigo de la crítica recae en manos del profesor y académico, alcoyano, Román de la Calle (1942), otra de las figuras esenciales de la crítica valenciana. Un caso más de una figura cuyo currículum es tan extenso como tedioso sería detallarlo aquí. Autor de numerosas monografías, comisario de exposiciones y académico. Todavía recuerdo su dimisión como director del MUVIM, una decisión cargada de dignidad, por la censura política de una de las exposiciones vetada en algunas de las imágenes que se iban a exponer. Dos de los historiadores del arte más importantes del ámbito valenciano tienen igual nombre y apellido. Felipe Garín Ortiz de Tarancón dedicó su labor a la divulgación y la protección del arte y patrimonio cultural valenciano. Sus publicaciones y su compromiso activo con la ciudad salvó de la desaparición un buen número de elementos patrimoniales de la ciudad en unos tiempos en que la protección del patrimonio era una rareza en la agenda pública y privada. Entre su ingente obra destacaremos por su carácter divulgador su Historia del arte de Valencia, libro que recientemente ha sido reeditado por su hijo. Felipe Garín Llombart (1942) siguió con la labor desarrollada por su padre sucediéndolo en la dirección del Museo de Bellas Artes, compaginando esta con la del Museo Nacional de Cerámica, siendo nombrado director del museo del Prado en el año 1991 hasta el 1993, permaneciendo en el cargo a penas dos años tras ser relevado por un extraño problema de goteras en el edificio. Más allá de este capítulo hay que destacar su labor como director del Museo de Bellas Artes entre los años 1969, sucediendo a su padre y el año . Durante esa época también ejerció como director del Museo Nacional de Cerámica. Recientemente publicaba Castellón Plaza un artículo de Carlos Garsán con una relación de 15 joyas culturales valencianas seleccionadas por Garín respecto de la mayoría de las cuales debo mostrar mi coincidencia.
El erudito González Martí, fallecido en 1972, como se sabe fue fundador del Museo Nacional de Cerámica que lleva su nombre y del que fue director durante casi veinte años y su relevante obra en tres tomos del año 1944 Cerámica del Levante Español. Empresa monumental, muy buscada, y cotizada, por los estudiosos y coleccionistas de la cerámica medieval, realizada a partir de sus trabajos en las excavaciones en paterna en las primeras décadas del siglo pasado. A finales de los años 40 decide donar su impresionante colección de cerámica al Estado español. Sin salirnos del mundo de la cerámica, que no se me olvide citar a Ximo Todolí (1948), como gran especialista en la cerámica de Alcora.
Entre los activos, el crítico, historiador y académico Francisco Agramunt (1948) tiene en su haber dos obras importantes. El diccionario sobre artistas valencianos del siglo XX puede conseguirse a buen precio en librerías de lance, que lo encuentro utilísimo y que he consultado en numerosas ocasiones y el también interesante Un arte valenciano en América: exiliados y emigrados.
Entre los recientemente fallecidos hay que mencionar a Salvador Aldana, doblemente académico y presidente de la Academia de San Carlos. Una labor ingente de publicaciones e investigación entre la que destacaría la Guía Abreviada de artista valencianas (1970) o el libro sobre Pintores Valencianos de Flores, todo un clásico. Fernando Benito Domenech es otro de los personajes importantes en este caso estudioso de la pintura valenciana del Renacimiento al Barroco. Fue director de la Real Academia de San Fernando entre los años 1996 y 2010 y durante más de 13 años director del Museo de Bellas Artes. Bajo su mandato el museo recibió la importante donación Orts-Bosch. Joaquín Bérchez, quien fuera mi profesor en la carrera, nos hizo valorar la ciudad por el carácter enciclopédico de su arquitectura, como le gustaba decir. Nacido en Córdoba, pero valenciano de adopción es el gran sabio de la arquitectura renacentista y barroca valenciana. El también profesor Miguel Ángel Catalá, recientemente fallecido, académico y especialista en Vergara o el caso del historiador Javier Pérez Rojas (1947), auténtica voz especializada en artistas como Ignacio Pinazo, José Navarro o Antonio Fillol y, en definitiva, el arte desarrollado en las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del XX. Sería imposible citar a todos y cada uno de los historiadores y críticos a través de los cuales hoy tenemos a nuestra disposición un relato del arte valenciano del que, en determinados aspectos, podemos discrepar o no, pero es absolutamente necesario.
Observarán la ausencia de mujeres en un mundo en el que durante esto años la dirección de instituciones, cátedras, publicaciones etc estaban dirigidas en la práctica totalidad por hombres. El signo de aquellos tiempos. No obstante, finalizaremos con un nombre de mujer que, aunque nacida en Madrid ha ejercido mucho tiempo su labor en Valencia: Adela Espinós, hoy jubilada ejerció como conservadora de dibujo y grabado en el Museo de Bellas Artes desde 1987 hasta prácticamente hoy, siendo toda una referente a nivel nacional en obra antigua sobre papel.