ALICANTE. La gala del Premio Azorín, hace justo una semana, se convirtió en el primer gran evento organizado por la Diputación de Alicante y Editorial Planeta tras la pandemia. Pese a contar con todas las medidas de seguridad, como el aforo reducido a la mitad, un gran número de personas se dieron cita en la fiesta de la palabra que es este reconocimiento literario. “El año pasado no sabíamos lo que estaba por venir ni las vidas que se quedarían por el camino, por eso estar aquí es una prueba de que poco a poco vamos retomando nuestra vida; como decía Azorín, ‘vivir es volver’, y nosotros hemos vuelto”, destacaba tras el evento Julia Parra, vicepresidenta y diputada de Cultura.
Con la periodista y escritora Nativel Preciado, flamante ganadora de este galardón gracias a su novela El santuario de los elefantes, se daba el pistoletazo de salida a esta nueva etapa en la que la cultura, como el resto de sectores y ámbitos sociales, deben empezar a levantar el vuelo. Sin pausa, pero sin prisa. Con la misma técnica con la que la autora fue tejiendo durante el confinamiento las palabras de un texto que le ha llevado a conseguir uno de los premios que más deseaba.
“Desde el primer momento ha sido un premio que me ha ilusionado mucho porque me emociona la figura de Azorín. Tenía un profesor que me hacía leer a Azorín y he disfrutado mucho leyéndolo. Para mí era un premio muy especial”, afirma a Alicante Plaza. Muchos de sus compañeros lo han ganado y eso le despertaba ciertos celos. “Me daba una envidia tremenda —confiesa—. Pensé que por qué no iba a presentarme yo y conseguir así ese pequeño sueño que llevaba persiguiendo tanto tiempo”.
Cuando llegó la pandemia, vio una oportunidad para dedicarse lo suficiente a escribir una nueva novela que mereciese este premio. “He escrito muchísimo porque durante la pandemia era lo único que hacía. No he ido a los medios ni he hecho otra cosa. Es la primera vez en mi vida que he tenido tanto tiempo para escribir”, recuerda. Sin embargo, podría haber sido una novela muy larga, pero prescinde de todo lo superfluo. “He hecho un ejercicio, con perdón por decirlo yo, muy meritorio, porque duele mucho quitar y prescindir de lo que has escrito, hasta dejarlo, como dice Juan Eslava, en el hueso”, cuenta satisfecha por el trabajo logrado.
Nativel Preciado cita con orgullo las palabras que le dedicó el escritor, quien formaba parte del jurado y que, de forma rotunda, calificaba además su novela como “una de las mejores que han pasado por este concurso”. Un texto que incluso le removió la conciencia. “He cambiado de parecer sobre muchas cosas del hombre blanco gracias a esta novela, y eso que a mi edad es difícil que uno cambie de opinión”, llegó a revelar Eslava tras la gala.
El santuario de los elefantes es un canto a la naturaleza con el objetivo de que los seres humanos dejen de creerse que son la especie elegida, para que la traten con el mismo respeto que ella lo hace con la humanidad. “Sintética, clara, precisa, grotesca a veces”. Así la define su autora, que sitúa a los personajes en África, una tierra a la que ama. “La primera vez que visité el continente, cuando era muy joven, no besé la tierra, pero casi. He ido varias veces y siempre he vuelto un poco transformada, así que quería plasmarlo. Es un territorio donde están sucediendo muchas cosas. Hay una serie de países que están creciendo a ritmo vertiginoso y hay que mirar allí para ver lo que nos va a pasar a nosotros en el futuro”, apunta.
A través de una historia de aventuras y viajes, con una novela alegórica y simbólica, la escritora narra a modo de cuento para adultos una trama de absoluta ficción, que se inicia de forma didáctica, y en la que los personajes se enfrentan entre ellos, aunque algunos también se enamoran. Refleja a esas gentes que esquilman el continente con avaricia y luego se van. “Hay personajes con los que me iba encariñando y otros a los que iba odiando. De hecho, uno estaba pensado para ser protagonista, pero empecé a odiarle, así que le liquidé. Tenía que enamorarse y ser el protagonista, pero lo liquidé”, sentencia. Y a pesar del vínculo, asegura que ya se ha despedido de todos ellos. “Espero que los lectores los acojan ahora con el mismo entusiasmo con el que yo los enfrenté”, afirma con nostalgia.
Nativel Preciado suele ser bastante sintética y poco enfática escribiendo. Muy poco hiperbólica, algo en lo que Azorín ponía el acento. “Lo contrario de la hipérbole es el trabajo: exactitud, reflexión, precisión. Es difícil hacer del idioma un instrumento exacto y dúctil; y es fácil salir del paso con un superlativo que no dice nada”, afirmó en su momento Azorín. Un ‘método’ que siempre ha tenido presente la autora y con el que ahora ha hecho un ejercicio extremo. “Esta vez he rozado el límite; no he podido contar más cosas con menos palabras”, afirma Preciado. Este es, por tanto, su particular homenaje. “No me voy a comparar con él, ni muchísimo menos, pero esta es una novela sin hipérboles ni adjetivos grandilocuentes. Es simple, sencilla, clara y rotunda, pero no simplista. La he hecho con la mayor capacidad de síntesis posible para contar una novela de aventuras y de viajes”, explica.
El fruto de ese trabajo ha recibido ahora, con este premio, el refrendo del jurado. Algo que, según afirma, todo escritor o artista necesita para seguir avanzando. Ni siquiera su amplia experiencia y bagaje le hacen sentir plena confianza. “Necesitamos el refrendo del público, un premio o la opinión de alguien como Juan Eslava, con lo que me ha dicho, para poder creérnoslo. Eso te da seguridad y es muy emocionante —afirma—. Siempre te sientes insegura. He entrevistado a muchísima gente, a muchos les admiraba profundamente, y sentían lo mismo. Por ejemplo, Paco de Lucía, que yo iba a todos sus conciertos. Él me decía que, cuando empezaba algo nuevo, creía que no iba a ser capaz de hacerlo. Eso engrandecía a un ser que artísticamente está por encima del bien y del mal”, relata la escritora. Alicante “una de las tierras más generosas” que conoce, ya le ha dado su reconocimiento. “Siempre que vengo me llevo alguna alegría en forma de amistad, fiesta o reconocimiento”, sentencia.
Una vez obtenido ese refrendo, solo una cosa le queda pendiente, aunque no podrá resolverla. No está en su mano. Y es que este libro estaba pensado para que una persona muy especial lo presentara. “Quería escribir una novela digna de que Javier Reverte me la hubiera presentado. Es lo que más siento, que no esté aquí ahora para hacerlo”, lamenta la autora. Llegó a avisar al escritor de que estaba escribiendo este libro, pero no pudo leer el borrador porque murió el 31 de octubre de 2020 a causa de la covid-19. Esa pena ahí se queda y solo tiene un deseo, harto difícil, con el que quizá podría resarcirse de alguna manera: que la sociedad reflexione. “Quisiera que tomáramos conciencia y meditáramos sobre lo que nos ha pasado en este año, porque la vida ha dado un vuelco y han sucedido cosas sumamente importantes”.