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Neuroarquitectura, la ciencia que mide las emociones que generan los espacios

Foto: EFE/Biel Aliño
31/05/2021 - 

VALÈNCIA (EFE). Hay lugares que invitan a la calma, unos que fomentan la concentración y otros que levantan el ánimo. Eso, de lo que nadie tiene dudas, ha encontrado una base científica en la neuroarquitectura, la ciencia capaz de medir con variables objetivas la emoción que producen los espacios.

Aunque no es una ciencia totalmente nueva (hay postulados anteriores a los años 50), ha sido en los últimos años cuando se ha producido una evolución "desde meras declaraciones de intenciones a estudios verdaderamente experimentales de neurociencia aplicada directamente a la arquitectura".

Así lo explican a EFE investigadores de la línea de Neuroarquitectura del Instituto de Investigación i3B de la Universitat Politècnica de València (UPV), que lleva más de diez años trabajando en esta materia y ha sido uno de los laboratorios pioneros a nivel internacional.

Además, la irrupción de la pandemia y el confinamiento que impuso ha evidenciado la vinculación que hay entre los espacios que habitan las personas y su salud y bienestar, y está llevando a prestar una mayor atención a la importancia de la vivienda y del entorno, un área donde la neuroarquitectura tiene mucho que aportar.

Mejorar la calidad de vida

Pero ¿para qué sirve la neuroarquitectura? Para determinar las directrices de diseño más adecuadas para lograr un efecto concreto, y mejorar así la calidad de vida de las personas usuarias de un determinado espacio, aunque ellas no lleguen a ser totalmente conscientes de ello.

Y es que esta ciencia comprueba cómo responde la persona a nivel psicológico y neurofisiológico ante un espacio, y ahí entran en juego variables como el color, la iluminación, la altura del techo, la distribución, el olor o la presencia de vegetación, entre otras muchas.

Para ello, echa mano de electrocardiogramas y electroencefalogramas o medidores de la sudoración, que permiten comprobar el efecto psicológico y neurofisiológico de un determinado espacio, así como de la realidad virtual, una aliada imprescindible para poder recrear diferentes ambientes y condiciones dentro de un mismo espacio.

"Ponemos al usuario en el centro de todo", afirma a EFE María Carmen Llinares, coordinadora científica de este grupo de investigación, que actualmente trabaja en un proyecto que analiza las condiciones que ayudan a mejorar los niveles de atención y memoria en las aulas universitarias.

También han emprendido proyectos en espacios sanitarios, con el fin de reducir los niveles de estrés de los pacientes o fomentar la sensación de intimidad; en espacios expositivos, para analizar el comportamiento de los usuarios, y en zonas comerciales, para intentar llegar a determinado público.

Aplicaciones actuales

Lo primero que estos científicos hacen es ver, emocionalmente, cuál es el objetivo que se quiere lograr en un espacio, y comprobar que el usuario responde de la misma manera en el espacio físico que en el virtual; de lo contrario, los resultados obtenidos no serían extrapolables, señala Juan Luis Higuera, arquitecto e investigador del i3B.

Un trabajo muy complejo que, en estos momentos, hace imposible diseñar un proyecto arquitectónico basado desde cero en esta técnica, pero que sí podría usarse para espacios sanitarios o educativos, donde se ha demostrado la influencia del entorno sobre las personas usuarias.

EFE/ Biel Aliño

También podría ser aprovechado por los estudios de arquitectura para comprobar si un diseño concreto logra la emoción o reacción que busca, y sobre todo, tendría una aplicación importante a la hora de introducir cambios en la normativa de habitabilidad, señala Susana Iñarra, investigadora de este grupo.

"Para establecer una normativa que es la que va a modificar el diseño de todo el parque de vivienda de un país, ahí sí que sería necesario realizar estudios específicos y esta inversión sí que sería interesante", afirma Iñarra.

Y es que, según señala, la pandemia ha evidenciado muchos de los problemas que tienen los parques inmobiliarios, con "viviendas que están bien para vivir en un clima mediterráneo, donde pasas mucho tiempo fuera de casa", pero que "no reúnen la calidad" suficiente cuando hay que pasar mucho tiempo en su interior.

Qué esperar del futuro

Estos profesionales celebran el creciente interés que hay por humanizar los espacios y valoran que las Administraciones Públicas empiecen a introducir en las convocatorias "la necesidad de que los proyectos humanicen el espacio".

La directora general de Innovación Ecológica en la Construcción de la Conselleria de Vivienda y Arquitectura Bioclimática, Nuria Matarredona, explica a EFE que los pliegos de condiciones de los tres proyectos piloto de vivienda pública que están desarrollando incorporan cláusulas para la integración de los principios de biohabitabilidad.

En concreto, se valorarán aquellos proyectos que persigan el confort, la salud y el bienestar de las personas, buscando que se logren espacios que sean saludables y tengan en cuenta factores como la calidad del aire, el confort hidrotérmico, la adecuada iluminación o la protección frente al ruido.

"Es uno de los retos que tenemos por delante" y se están haciendo "los primeros esfuerzos", según Matarredona, quien añade que también trabajan para mejorar las condiciones de las viviendas existentes con el fin de poner "a las personas en el centro" y promover esa arquitectura que "cuida de las personas".

Desde el equipo de Neuroarquitectura de la UPV alertan del uso que hacen algunos estudios que ofrecen servicios de neuroarquiectura, pues todo ellos coinciden en afirmar que en estos momentos "es imposible ofrecer un proyecto completamente diseñado a través de neuroarquitectura experimental para un usuario concreto".

"A lo mejor dentro de varios años, cuando los equipos de investigación hayan avanzado mucho y se democratice ese tratamiento y se haga más automático, puede ser que sí, pero hoy no es posible, la ciencia no está en ese punto", asegura Higuera.

Lo que sí pueden ofrecer los arquitectos son directrices que la ciencia ya ha aplicado, pero eso no debería encarecer el diseño: "Sería parecido a aplicar un código técnico", según este investigador, quien pide cautela pues cada estudio está hecho en un contexto y momento concreto, y puede no servir para el actual.

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