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No es como en marzo... ni era una gripe

19/09/2020 - 

Desde que los contagios comenzaron a repuntar en el mes de julio, en lo que ha acabado convirtiéndose en la segunda ola de la pandemia de la covid-19, hizo fortuna un argumento que, esencialmente, continúa siendo cierto: estamos a años luz de padecer una situación tan grave como la del mes de marzo. Entonces, la pandemia se difundió de manera tan silenciosa como incontenible, los hospitales llegaron al colapso y murieron casi 30.000 personas (según las cifras oficiales; oficiosamente, casi 50.000) en menos de tres meses.

De hecho, sería inconcebible que, cuando ni siquiera ha comenzado aún el otoño, tras lo vivido en marzo y abril, con las precauciones que casi todo el mundo está adoptando ahora, así y todo, estuviéramos igual que entonces. La experiencia debería habernos servido para tomar nota y adoptar medidas que permitiesen mitigar los contagios.

Se ha mejorado mucho, sin duda, ... Pero cada vez estamos peor. No es la situación de marzo porque no puede serlo, pero la ilusión de que esta vez la segunda ola sería, de algún modo, casi inocua se está desvaneciendo rápidamente. Este planteamiento, de hecho, recuerda un poco al fenómeno del "gripismo", que afloró entre muchos opinadores, analistas y autoridades públicas en los inicios de la primera ola, cuando se defendía que esto no era peor que una simple gripe. 

Por desgracia, ya comienza a aflorar, en las actualizaciones de las cifras, el número de muertos. Y son cifras por encima del centenar, diariamente. No se incrementa el número de positivos diarios (que es altísimo), pero sí está subiendo el porcentaje de test que dan resultado positivo. Aumentan las hospitalizaciones, los pacientes en la UCI, y la atención primaria está saturada. Es decir: no estamos en marzo porque allí la realidad nos atropelló de manera súbita y terrible, pasando en una semana de celebrar partidos de fútbol, actos falleros, manifestaciones y todo tipo de eventos a estar confinados en nuestras casas. 

Ahora, en cambio, está siendo progresivo. Entre otras razones, porque ahora sí que tenemos monitorizado el virus mediante el testeo, y hemos podido constatar cómo las cifras iban subiendo, semana a semana (algo que ocurrió en España en la primera ola, de forma silenciosa e invisible, a lo largo de enero y febrero). Pero ya hemos alcanzado un nuevo escalón: comenzamos a hablar de más medidas restrictivas, posibles confinamientos, y aplicaciones del Estado de Alarma.

Como en la primera ola, y aquí tenemos otra clara coincidencia, la Comunidad de Madrid constituye el epicentro de la pandemia. Es lógico que así suceda, dada la densidad de población y su elevada movilidad. Pero ahora esta situación se produce en un contexto radicalmente diferente al de entonces en un aspecto: si entonces el gobierno central asumió todo el poder en el proceso de toma de decisiones, ahora se está siguiendo -hasta el momento- la estrategia contraria: que las comunidades autónomas sean las que decidan qué y cómo afrontar la pandemia. Mientras, el gobierno central se pone de perfil, una vez ha podido constatar que la gestión de las medidas contra la covid19 puede quitar muchos más votos de los que da.

Al menos, es así si se gestiona como lo hizo el gobierno en marzo, y como lo está haciendo la Comunidad de Madrid ahora. Otros territorios, con una presencia mediática mucho menor, ofrecen un balance muy distinto (y entre ellos, al menos hasta el momento, habría que contar a la Comunidad Valenciana). Y no sólo por los resultados, sino por las medidas que se han adoptado. La Comunidad de Madrid, en cambio, está dando una imagen que combina incompetencia e impotencia a partes iguales, culminada en el camino que quizás, por desgracia, sigamos muchos más ciudadanos en breve: la imposición de restricciones de movilidad para un 13% de la población madrileña.

La diferencia -para bien- será que no parece probable, incluso en el peor de los casos (que la pandemia se extienda tanto como en marzo), que estas restricciones acaben aplicándose indistintamente en todo el territorio. Hemos pasado, aquí, de la uniformidad absoluta de marzo, cuando se confinaron comarcas enteras en las que no había un solo caso durante meses junto con zonas en las que los hospitales estuvieron al borde del colapso, a una aplicación más razonable, y sobre todo más proporcionada, de las medidas de prevención y distanciamiento social. 

Sin embargo, también está claro que dichas medidas ganarán intensidad en las próximas semanas, pues la pandemia no tiene visos de remitir, y el previsible aumento de las cifras de fallecidos aumentará la presión sobre las autoridades para adoptarlas. Autoridades que, en buena medida, están quedando retratadas ante la opinión pública en estos últimos meses. ¿Cuáles son las prioridades de las personas que nos gobiernan? ¿Cómo reaccionan ante una crisis? ¿Qué políticas desarrollan y cómo se dirigen a la población?  

Dos campeones de la política basada en gestos y maniobras tácticas, el presidente del gobierno, Pedro Sánchez, y la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, está previsto que se reúnan el lunes. Ya veremos si han aprendido por fin que ante esta pandemia no se puede priorizar siempre el juego de maniobras políticas con vistas a su impacto mediático, habitual en ellos. Aunque sólo sea porque la covid19 no se deja impresionar por un titular impactante; y porque, en el largo plazo, la ausencia de una auténtica estrategia tras hospitales de pandemias o comités de desescalada que, como el Guadiana, aparecen y desaparecen, se hace notar y se vuelve en su contra. 

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