Ya saben el dicho, que el Mediterráneo es demasiado estrecho como para separar pero demasiado largo como para unir, y aquí con los 14 Kilómetros de Gibraltar casi ni existe
Ya hemos tratado el tema en varias ocasiones, y más que habrán, pero ya saben, el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra. Si hace año y medio, les hablé de los problemas en nuestro vecindario sur, Argelia en concreto, volvemos a tratar nuestro revoltoso patio trasero, al otro lado del estrecho de Gibraltar, todo provocado por esas tristes imágenes de pateras venidas del Sahara, antaño español.
Pero no puedo proseguir sin comentarles la situación de esa transición argelina, desde que en abril de 2019 se produjo la renuncia del presidente Abdelaziz Buteflika, por evidentes cuestiones de salud y la presión popular. El momento actual que vive Argelia es de relativa calma tensa, ante la incertidumbre de una Constitución recientemente aprobada, al inicio de noviembre, con una escasísima participación, dado el boicot de la oposición y del Hirak (Movimiento Popular del Rif). Situación agravada por la ausencia en el país del presidente Abdelmedjid Tebboune, durante ese referéndum constitucional, por su hospitalización en Alemania desde el 28 de octubre para ser tratado de Covid-19, que parece ha sido satisfactorio. Como pueden observar toda una complicada situación que se mantiene estable como consecuencia de la función del Ejercito argelino, como garante de la estabilidad en aquel país, que nunca olvidemos, es uno de los principales suministradores de hidrocarburos para España.
Pero volviendo a esta semana pasada, hemos visto como los problemas en el Sahara ex-español estallaron, cuando en la madrugada del 13 de noviembre, el ejército marroquí disparó contra los civiles (cosa que parece no admite el derecho internacional) saharauis en El Guerguerat, zona fronteriza entre Mauritania y la antigua provincia española de El Sahara, actualmente bajo el control marroquí.
Ese incidente parece no ser el primero en esa zona, ni será el último en aquella región, pendiente aún de un proceso de descolonización, y tuvo como origen las protestas, como consecuencia de la utilización ilegal, según los representantes saharauis, de un paso fronterizo por parte de los marroquíes, comerciando con Mauritania.
La situación del Sahara es otro de los conflictos congelados, de la época de la guerra fría, en la que tristemente España tuvo un protagonismo pasivo al estar viviendo la debilidad e incertidumbre de lo que iba a ser el inicio de la transición. En aquel entonces, 1975, en el momento que agonizaba Francisco Franco, se produjo la invasión de la provincia española del Sahara por parte de Marruecos, acción ésta deplorable por la resolución 380 del Consejo de Seguridad de la ONU, y donde se recordaba el “llamamiento que el Presidente del Consejo de Seguridad, en virtud de la autorización de éste, hizo al Rey de Marruecos, con una solicitud urgente de poner fin inmediatamente a la marcha declarada al Sáhara Occidental”. Pero la suerte estaba echada, con el apoyo de diversas potencias occidentales a Marruecos, y dada la posición, ya citada, de debilidad del Estado Español, prácticamente con sede vacante, se produjo el acuerdo tripartito de Madrid, ese mismo 14 de noviembre de aquel año, donde España, sencillamente, se quitaba del medio el problema saharaui, traspasando la administración a Marruecos y Mauritania.
Desde entonces ya saben, el Sultán de Marruecos se quedó con todo el pastel (a costa de Mauritania) de los hidrocarburos, fosfatos y explotación pesquera del banco sahariano; cuando los saharauis pensaban que sus hermanos de fe, les iban a ayudar, pues nada de nada, y tuvieron que aliarse con los argelinos que estaban alineados con los soviéticos. Por lo que el conflicto empezó a congelarse para ellos, en beneficio de los marroquíes, que con la seguridad proporcionada por los muros creados en él fueron absorbiendo ese territorio, que si me apuran se pudiera parecer lejanamente, en ese aspecto, al Palestino.
Y claro, en estos momentos que hemos visto otros conflictos descongelarse, como Nagorko Karabag, o incluso el Palestino, con el reconocimiento de Israel por parte de tres países musulmanes (Emiratos Árabes Unidos, Bahréin y Sudan), y dado que este 31 de octubre pasado se renovó, por parte del Consejo de Seguridad de la ONU, la Misión de la ONU en el Sahara, el Frente Polisario ha visto una oportunidad para mover ficha, y probar suerte para ver, si ante la posible debilidad marroquí (económica y de liderazgo), consigue algún avance. Por eso no hay que ignorar una posible escalada en el conflicto por su parte, para así reclamar la necesaria atención internacional, e intentar solucionar el problema.
Pero claro está, ya saben ustedes, que cada vez que nuestro vecino del sur, Marruecos, tiene alguna dificultad internacional, ya sea en forma de tratado comercial, problemas fronterizos con el vecindario, o incluso problemas internos (recordemos que el enemigo exterior es siempre una buena excusa para que los autócratas consigan cohesión interior), se genera un problema de inmigración en nuestras costas, tanto peninsulares como insulares (esta crisis le acaba de tocar a Canarias), o en las vallas de Ceuta y Melilla. Ante lo cual, y tras alguna manifestación de un relevante miembro del gobierno que ha molestado a los marroquíes, han acudido y acudirán diferentes responsables españoles, a buscar la ayuda y el sosiego de las autoridades alauitas, para poner fin a esta actualización, alrededor de un 50%, de aquella crisis de los cayucos de 2006.
Aunque como recordarán, ante un Sátrapa, tirano o autócrata, hay dos opciones, o te doblegas cual Cayo Petronio ante un emperador como Nerón, y eso de todas formas no evita tu muerte, o solo puedes ganar tiempo como el británico Neville Chamberlain y el francés Édouard Daladier ante el insaciable Adolf Hitler en el Pacto de Munich de 1938, para retrasar el enfrentamiento inevitable; esperemos que la sangre no llegue al río del todo, hay que estar preparados, pero lo malo es que en parte sí, pues los inmigrantes siguen dejando su vida frente a nuestras costas.