Decepcionado con la política y temeroso de una economía que se enfría, el personal se refugia, como siempre, en el sexo. La última moda es el Satisfyer, un succionador de clítoris con gran demanda. El aparato refuerza la independencia de la mujer en perjuicio del hombre, que camina hacia la más absoluta irrelevancia
No se habla de otra cosa. No importa adonde vayas porque es casi seguro que el asunto saldrá a la luz, en ajustada competencia con el final de La isla de las tentaciones. Es la comidilla en las conversaciones, preferentemente de mujeres.
Una tarde de la semana pasada merendé en Valor, en la plaza de la Reina de València. A mi lado estaban sentadas cuatro señoras que habían cumplido los cuarenta con holgura. Al principio no supe de qué charlaban; sólo oía frases inconexas, dichas en un tono bajo, hasta que al final deduje, atando cabos, que ellas también hablaban de lo mismo: del Satisfyer que, aunque lo parezca, no guarda ninguna relación con el Satisfaction de los Stones. Al contrario: el Satisfyer es garantía de satisfacción sexual de las mujeres. Por si alguien aún no lo sabe, que lo dudo, se trata de un succionador de clítoris. Al parecer, las vuelve locas. Es, a mi modesto entender, la culminación de la revolución sexual que comenzó con la píldora el siglo pasado.
Como sigo siendo periodista a pesar de todo, me informé de las características técnicas del aparatito. Fui a dos sex shop del centro de València, Blue Sex Factory y Sex Toys Center. Nunca había acudido a un supermercado del sexo, y me atendieron con mucha profesionalidad: en uno un chico; en el otro una joven. Yo, que soy un cateto en este terreno, me vi abrumado por sus prolijas explicaciones.
La verdad es que este estimulador de clítoris es una pasada (lástima de no ser mujer, aunque me cuenta Vladímir que hay también para hombres). Según la información que recopilé, el más completo tiene diez modos de vibración y succión. Es recargable, lo que evita el engorro de las pilas, y tiene una autonomía de entre una y dos horas. Vi uno de pequeño tamaño, ideal para meterlo en el neceser cuando viajas un fin de semana. Hay de todos los precios, pero el estándar ronda los cincuenta euros. El más caro alcanza los 190 euros porque tiene, entre otras prestaciones, la de un simulador de lengua. La dependienta me lo hizo probar (es un decir) colocando el Satisfyer en mi pulgar… ¡Menudo gustirrinín! En internet los precios bajan hasta los treinta euros.
Si los hombres ya no eran necesarios para tener hijos, ahora ni siquiera su concurso es imprescindible para el placer sexual de las mujeres
El Satisfyer es una metáfora perfecta de este tiempo. Comparte la filosofía de Ikea (móntatelo tú mismo) ya que en ambos casos se trata de tener una buena mano. El autoservicio, originariamente un concepto de venta pensado para el consumidor, ha saltado al sexo gracias el Satisfyer. Todo en él son ventajas: es higiénico y evita las enfermedades de transmisión sexual; puede llevarse a cualquier sitio (al ser impermeable vale también para la ducha o la bañera); garantiza el orgasmo en condiciones normales y, lo que es más importante, permite prescindir de ese animal triste, incómodo y rancio llamado hombre.
Como parte del sexo masculino me pregunto, al hilo del éxito del succionador de clítoris, por el futuro de los varones. Si ya no eran necesarios para tener hijos y cuidarlos, ahora ni siquiera su concurso es imprescindible para el placer sexual de las mujeres. Salvo si eres un Rocco Siffredi o un Nacho Vidal (siempre compro aceite de Enguera para parecerme al segundo), la mayoría de los hombres no pueden competir, en vigor y tiempo, con la maquinita que las turba y con la que se masturban.
Un varón es un cúmulo de límites que se hacen más evidentes con la edad, por no mencionar el miedo al gatillazo, y eso que la providencial pastilla azul ha hecho milagros, y si no que se lo pregunten a mi admirado Silvio Berlusconi.
¿Para qué sirve un hombre? Para muy poquita cosa, esa es la verdad. Los varones, que nos hemos convertido en el tiro al plato del feminismo talibán, debemos admitir la derrota. Somos y seremos víctimas de un desquite histórico: saldaremos la deuda de tantos siglos de violencia e injusticia contra ellas. Pagaremos justos por pecadores, ¿pero a quien se le oculta que la vida es injusta?
Este siglo XXI será el de la mujer. Se ve en los valores dominantes de la sociedad, en el lenguaje, en el empuje que demuestran en los centros de poder político, económico e intelectual. Y también en el Satisfyer, el invento con el que han conquistado la completa independencia sexual de los hombres. En San Valentín fue lo más vendido, junto con las mascarillas made in China. Eros y tánatos. Por parecer un hombre moderno, yo también he hecho mi pedido, pero me da vergüenza entregárselo a ella.