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EN CONCIENCIA / OPINIÓN

Patocracia y esperanza

4/06/2021 - 

Reordenando libros para la Universidad,  el otro día me topé con uno que leí hace años y que, dadas las circunstancias, tengo que revisar con urgencia: “Ponerología política. Una ciencia de la naturaleza del mal adaptada a propósitos políticos”. Se trata de un texto no demasiado conocido por la opinión pública,  muy curioso... y tremendamente pertinente para entender los tiempos que corren. 

Durante los regímenes comunistas en Polonia, Checoslovaquia y Hungría, un círculo de psiquiatras e investigadores se dedicó a analizar, en secreto, el papel nuclear de las personas psicopáticas en los totalitarismos. Vigilados por la policía secreta, el grupo fue desmantelado, y el manuscrito original, con las conclusiones de años de trabajo en psiquiátricos, quemado en una redada. Años después, algunos de los científicos lograron rehacer una segunda copia que enviaron al Vaticano. Sin embargo, allí no acusaron recibo y los datos se perdieron. 

En 1984, el último de los supervivientes del grupo investigador, Andrzej Lobaczewski, redactó una tercera copia con todo lo que pudo recordar. Sin embargo, tanto la inteligencia comunista como Brzezinski, consejero de Seguridad Nacional de EE.UU, impidieron su publicación. Finalmente en 2013, cinco años después de que Lobaczewski falleciera, el texto vio la luz. 

“Ponerología política” es una obra extensa, con conceptos complicados, en la que se describe la patocracia: "el sistema de gobierno que se da cuando una minoría patológica toma el control de una sociedad de personas normales". 

La idea de fondo es que la política es un campo que atrae especialmente a dominadores patológicos. 

La clave es que un psicópata con poder político puede crear una “epidemia” en personas que no son esencialmente psicopáticas e inocular una “enfermedad macrosocial”. 

Los psicópatas se infiltran con facilidad en el interior de los grupos, especialmente en contextos de falta de valores y con debilidades de razonamiento o pensamiento crítico. Una vez dentro, se van rodeando de un círculo “ponerológico” (individuos con patologías de carácter innatas o adquiridas por emulación). Este grupo suprime el  individualismo, la tolerancia hacia el diferente y se caracteriza por el desprecio a quienes dicen representar.

La patocracia va generalizando una “paralógica”, un “paralenguaje” y una “paramoralidad” que pervierten los valores establecidos en sus opuestos. A partir del control de los medios de comunicación, el adoctrinamiento, el uso del doble discurso y la propaganda, lo que parecía “desviado” o “aberrante” acaba por asumirse como “normal”. La utilización de la gente como recurso para los fines de quienes ostentan el poder se convierte en la costumbre.

En estas circunstancias, la sociedad se va bloqueando cada vez más. El funcionamiento es muy difícil especialmente para quienes se resisten a ser incluidos en el círculo ponerológico. A muchas personas con sentido común les cuesta relacionarse con quienes están a cargo de unos proyectos y unas instituciones que no logran comprender. 

Porque nada responde a su esencia original, sino al constructo que conviene en cada momento al psicópata y que se normaliza silenciosamente. 

La parte positiva es que patocracia no es un sistema inamovible, sino una etapa histórica más. Al menos eso apunta Lobaczewski, afortunadamente.  "No ha de ser permanente el dominio absoluto de los patócratas/…/, pues los grandes sectores de la sociedad acaban rebelándose contra ese régimen y, finalmente, hallan el camino propicio para derrocarlo”/.../ “Un sistema de gobierno semejante no puede hacer más que caer".

No es fácil. La clave para el comienzo de la demolición se da cuando, poco a poco, la gente sana se inmuniza contra la propaganda. Comienza  entonces una división creciente y silenciosa entre los “patócratas” y la sociedad de las personas normales; esas que cuentan con un sentido común sano, y que perciben, por hechos, que ya no se pueden fiar de los gobernantes porque las consecuencias pueden ser desastrosas. 

Paralelamente,  si hay suerte, algunos entusiastas del movimiento inicial -que se adscribieron con frenesí al círculo ponerológico-, descubren que están defendiendo algo  distinto a la ideología original (aunque se empleen sus signos y emblemas). 

Quienes mandan empiezan a oír, así, cada vez más críticas y más fuertes.

Click.

En ese momento el gobierno de la patrocracia al que, según Lobaczewski, le aterra ser reconocido en términos de diagnóstico clínico, rebajará los métodos de actuación y se tratará de presentar de manera más normal para no ser derrocado.  

Pero, en algunas ocasiones, si hay suerte, no habrá marcha atrás: aunque se tarde, y cueste, la sociedad podrá volver a la normalidad.

En otras no.

Se me ocurren muchos escenarios a los que aplicar en estos momentos las tesis de Lobaczewski. Muchos. 

Lean, lean el libro. Espero que aún se pueda lograr…

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