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ENTREVISTA AL ESCRITOR

Pedro Olalla: "Grecia ha sido inmolada en el altar del euro"

1/04/2019 - 

ALICANTE. Dentro de la programación permanente de la Casa del Mediterráneo y de la Feria del Libro de 2019, Alicante ha recibido la visita del escritor, cineasta, profesor, traductor y helenista Pedro Olalla (Oviedo, 1966). Su principal ocupación es la escritura creativa, publicando más de 30 obras originales en distintas lenguas, así como una larga serie de artículos periodísticos y más de un centenar de traducciones de autores griegos y españoles. Algunas de sus publicaciones más recientes son Grecia en el aire, Historia menor de Grecia y De senectute politica, publicadas en español por Acantilado, la editorial fundada por Jaume Vallcorba. Nombrado Embajador del helenismo por el estado griego, tras veinte años de residencia en Grecia, su vinculación le ha llevado incluso a ser candidato al Parlamento Europeo por la formación griega EPAM (Frente Popular Unido).

Aprovechamos su visita para mantener una extensa larga que nos lleva desde la cultura hasta la política, si es que ambas cosas no son una misma, en el sentido clásico.

- Tú eres, principalmente, helenista,...

- Soy helenista, en el sentido de que me ocupo del estudio de la cultura griega y llevo 25 años viviendo allí, más otros 10 más dedicándome a temas griegos, entre Grecia y España, sí, todo lo que he hecho tiene que ver, básicamente, con el helenismo, entendido en un sentido muy lato, muy amplio, no centrado únicamente en la Grecia antigua, ni en el elemento clásico.

- Pues, en tanto que helenista con una visión global de la historia y la cultura griegas, ¿dónde podemos identificar la continuidad entre la Grecia clásica y la Grecia actual?

- La verdad es que siempre se le ha exigido a los griegos actuales, de manera injusta, a mi modo de ver, ya desde las las teorías de Fallmerayer, en el siglo XIX, demostrar su continuidad histórica, su herencia, su condición de continuadores de la Grecia clásica. Sin embargo, es un hecho que todos los occidentales, de manera natural, nos sentimos así, continuadores de la tradición de la herencia clásica. Es verdad que en todas las identidades históricas hay una gran dosis de voluntarismo, de querer sentirse de esa manera o de querer construir una identidad histórica sobre unas bases, de manera selectiva, escogiendo el momento histórico en el que espejarnos, el que más nos conviene, el que más nos representa, la que más esplendor tuvo, eso lo han hecho todas las naciones. Entonces, la nación griega tiene los mismos derechos y las mismas razones para sentirse continuadores históricos de la herencia de la Grecia clásica, cuanto menos, pero además, en su caso hay razones añadidas, como el hecho de estar habitando el mismo territorio y estar hablando la misma lengua, de manera ininterrumpida, desde entonces, aunque se hayan cruzado diferentes influencias, como el turco en la época otomana, o la del francés, en la Ilustración, cuando se crean estas naciones que después lucharán contra el imperialismo europeo. Creo que debemos considerar que si todos nos sentimos con derecho a sentirnos continuadores de la herencia griega clásica, los griegos más todavía. Aunque tampoco podemos pensar que sean los herederos, por una línea sanguínea impoluta, del siglo de oro de Pericles.

- Se le achaca, tal vez, que no sigue siendo generadora, irradiadora de “nueva cultura”, como lo fue entonces…

- Hay que tener en cuenta que Grecia ha sido, desde hace mucho tiempo, desde la conquista de Roma, en tiempos de la República todavía, en el 146 a.C., ha sido una nación sin estado, ha cruzado la historia coesionada únicamente en torno a su eje cultural, que ha sido siempre tan intenso, que ha acabado conquistando a los conquistadores, como decía Horacio. En una continuidad histórica, paralela, como nación cultural, sin un sentido político propiamente independiente. Tanto la Jonia, en Asia Menor, como la Magna Grecia, o el Ponto, que forman parte de la Grecia clásica, no se han integrado después en la formación del Estado griego moderno. Cuando se crea este, en los años 30 del siglo XIX, tras la independencia del Imperio Otomano, en la que participan muy activamente las potencias occidentales de se momento, Rusia, Francia e Inglaterra, pese a que la nación griega había conseguido mantener su cohesión frente a la dominación otomana, musulmanes de lengua turca, se construye sobre el eje del cristianismo ortodoxo, la propia lengua griega y, no ausente, pero sí en menor medida, de la tradición clásica. En ese momento está eclosionando en Europa el Neoclasicismo, una mirada de vuelta a los clásicos. Si toda Europa se estaba mirando en los clásicos, Grecia lo sentía con más derecho y con una voluntad si cabe mayor.

- En la charla con el escritor griego Petros Markaris que tú condujiste hace unos días, este hizo una reivindicación respecto de que la Europa del Norte no reconocía la importancia de la cultura clásica mediterránea en origen de la Europa unida. Sin embargo, unos días más tarde, el escritor Agustín Fernández Mallo aseguraba que el apropiacionismo, la superación del espíritu romántico basado en el genio autónomo, era la característica principal de la modernidad. ¿No es apropiacionismo entonces lo que la cultura germánica hizo con la interpretación romántica de los clásicos helénicos?

- Markaris lo hacía refiriéndose a un cierto supremacismo centroeuropeo. Sí, ya desde las propias teoría denimonónicas de la etnolingüística, de la teoría del desarrollo de las lenguas indoeuropeas… fíjate que hay un momento inicial en que se denominan incluso indogermánicas. Hay un intento ahí de apropiacionismo, sí. En Grecia siempre ha habido una cultura de resistencia frente a señores que han regentado su espacio físico y político, pero que no han podido con su cultura. La Grecia cautiva cautivó al fiero conquistador y trajo la letras al agreste Lacio, es la cita concreta de Horacio que antes mencionaba. Algo que continúa en época medieval, hasta la época de las cruzadas, cuando Grecia cae bajo el dominio de lo francos, de los venecianos, después de los otomanos, de las potencias extranjeras ya en el siglo XIX, lo que hace que esta nación tan atribulada no haya desaparecido como pueblo es esa conciencia previa de pertenecer al núcleo duro de culturización.

- Desde tu posición privilegiada, ¿piensas que Grecia es bien conocida en España, que hay una relación de igual a igual entre ambas?

- No, de igual a igual no, y esto no nos honra. Pese a que en España hay una tradición de helenismo bastante consistente, referida principalmente al mundo clásico, desde principios del siglo XX, y en la actualidad, hay un desconocimiento histórico bastante grande de la Grecia bizantina, de la Grecia medieval, de la Grecia moderna y contemporánea. Siempre ha habido relación, nunca han sido dos realidades totalmente ajenas. No nos honra, digo, porque a pesar de que España, en épocas recientes, sí ha tenido una mayor proyección exterior que Grecia, los griegos actuales saben bastante más de la historia reciente de España que viceversa. La deriva atlántica del Imperio español, en el Siglo de Oro, después del descubrimiento de América, tampoco ha ayudado mucho, en cierto modo, eso supuso darle la espalda a la conexión mediterránea. En la actualidad se está profundizando en el conocimiento de esas épocas en que se ha vivido “de espaldas”. Hay más gente que visita Grecia, que se instala allí, los matrimonios mixtos. Hay una cierta recuperación, pero desde un punto desde el que no se podía ir más atrás, desde cero casi. En el caso del estudio del griego moderno, cuando yo empecé a interesarme por estos temas, hace 30 años, en España no había ni libros para aprenderlo, había que hacerlo a través del francés. El primer diccionario consistente de griego-español fue uno que hicimos un compañero mío y yo. Pero esto es algo de los últimos 15 años, no más.

- ¿Ese desconocimiento no puede ser una de las causas para que políticamente no se construya una idea diferente de Europa, desde el Mediterráneo?

- Sí, evidentemente, eso tiene que operar en ese sentido. Si conociéramos mejor la historia común que tenemos en el Mediterráneo, nos daríamos cuenta de que tenemos muchas bases para construir un proyecto común. Pero no solamente en confrontación con la Europa del norte, o por afinidad temperamental, sino de que compartimos gran cantidad de episodios de nuestra historia, y de que ha habido mucha más relación de la que puede parecer. Una de las cosas que los griegos señalan con asombro es que les parece que los españoles les somos más próximos que los italianos, tal vez por la hegemonía del eje norte sobre el sur en Italia, más tendente a centroEuropa. El hecho de que las dos naciones, Grecia y España, hayamos convivido en diferentes épocas, pero por períodos muy amplios, con la cultura musulmana, en España antes, desde el siglo VIII hasta el siglo XV, en Grecia desde el siglo XV hasta casi antesdeayer, en algunas zonas hasta 1913, es otro elemento de genera dinámicas parecidas.

- ¿Eres un autor griego que escribe en español o un autor español que escribe sobre Grecia?

- No lo sé, algunas de mis obras se han publicado antes en Grecia que aquí, y aunque utilizo principalmente el español, alguna de ellas la he escrito originariamente en griego, o he simultaneado ambas lenguas en su redacción. En el fondo, soy un autor español que escribe sobre Grecia, pero que lo hace desde una perspectiva más próxima a lo griego. Tampoco creo en las categorías determinantes de las literaturas nacionales. Lo que sí veo que es una diferencia es que como el asunto de las cosas que yo escribo es de tema griego y, por extensión, de la influencia de ese elemento en toda la cultura occidental, universal incluso, que es uno de los elementos que la caracterizan, pues desde España llaman la atención por eso, desde Grecia, sin embargo, no llaman la atención por ser el elemento español. No soy un autor que les revele una realidad hispánica a los griegos, soy un autor que les revela una realidad griega, a los griegos. Y esto les crea una sensación de extrañamiento, de incomodidad a veces, como cuando los extranjeros nos diagnostican, nos retratan y nos resulta sorprendente. Lo que sí creo que he logrado conseguir, en todos estos años allí, es percibir la sutileza de la singularidad griega del mismo modo que han hecho algunos griegos que han hecho ese ejercicio de autoconsciencia, nada fácil.

- ¿De dónde te viene esa curiosidad por Grecia?

- Pues puede parecer un poco frívolo, pero a veces no sabemos de dónde vienen las cosas, como si surgieran de una velocidad adquirida antes del nacimiento, a veces parece que nuestras almas contengan una inercia, una vocación, en eso soy muy platónico.  De hecho, no puedo decir que fuera algo súbito, como una iluminación, como una epifanía, sino como un enamoramiento paulatino. Cualquier persona medianamente sensible que se interese por la cultura, acaba topándose con Grecia en cualquier intento de aproximación que haga a esta.

- Vamos a dar un salto a la actualidad más candente. ¿Por qué piensas que Grecia se ha salido del foco mediático, después de ocupar portadas día sí, día no, hasta hace aproximadamente año y medio?

- Tampoco todos los días… esta situación la conozco muy bien, porque la he vivido no solo como víctima, que también, sino como parte activa. Durante estos diez años he estado escribiendo sobre la realidad sociopolítica griega, he participado en acciones políticas, incluso he llegado a ser candidato al parlamento europeo por Grecia, desde una perspectiva contraria a la política de los rescates y a la permanencia de Grecia en el euro y la Unión europea. Grecia ha estado en el foco mediático, sobretodo, cada vez que se aproximaba alguna fecha clave en que tenía que firmar un nuevo tramo del rescate, o que creaba cierta inestabilidad en los mercados, o en la perspectiva de la Troika, ahora ya llamada eufemísticamente Instituciones, cualquier factor de inestabilidad. En esos momentos, Grecia saltaba a las primeras planas de los diarios. Recuerdo el caso de las elecciones de 2015, que serán recordadas por las más adulteradas por la propia acción de la Unión europea, cuando decían, al día siguiente, que respiraban aliviados porque no había pasado nada. Cuando el referéndum del No, que el gobierno de Tsipras, a pesar de estar ya alineado con Bruselas y Berlín, y había dicho que nunca sacaría a Grecia del euro, después de un rotundo 60% a favor del no, al día siguiente resultó que sí, entregó la cabeza de Varoufakis y firmó el tercero y más oneroso de los memoranda, Europa “volvió a respirar aliviada”. Grecia ha estado presente, pero siempre con un carácter como de aleccionador para el resto de Europa. Cuidado con lo que está pasando allí, que no se vaya a contagiar.

- Hubo un momento en que la amenaza era que España fuera a remolque.

- Sí, y ahora, desafortunadamente, en junio del 2018, el eurogrupo decidió que volvería a sacar a Grecia a los mercados, porque no iba a matar a la vaca, y no poder seguir ordeñándola. La preferencia exclusiva es que los acreedores puedan seguir cobrando. Escribí un artículo en el que en el título parafraseaba a Lope de Vega, Engaño es grande, en el que ponía en datos todo esto:

Grecia fue metida en los “rescates” en 2010 con una deuda pública de 300.000 millones de euros (el 129% del PIB de entonces) y –después de ocho años de austeridad, más de 450 reformas impuestas por los acreedores, un aumento del paro del 190%, más de 1.000.000 de despidos, recortes salariales medios del 38%, recortes en pensiones del 45%, más de 300.000 empresas cerradas, una pérdida del 25% de PIB, un descenso dramático de las inversiones extranjeras, un aumento exponencial de los impuestos, el mayor plan de privatizaciones del mundo, casi todos los bienes públicos hipotecados en el Fondo de Activos Estatales y un cuarto de la población bajo el umbral de la pobreza– “sale” ahora de los “rescates” con una deuda bastante superior a los 322.000 millones de euros (cierre de mayo de 2018) y al 180% del PIB actual. 

El único objetivo nacional que tiene Grecia en estos momentos, y que lo va a tener durante los próximos 70, 80, 100 años, quién sabe, es perseguir el superávit primario para que puedan cobrar los acreedores. Y todo esto dentro del sistema del euro, sin soberanía nacional, sin poder controlar su moneda, sin proteccionismo de su economía, sin poder tomar medidas unilaterales, ni acuerdos unilaterales con países externos a la Unión europea, es inviable. Se ha destruido la economía real para servir a la economía especulativa. Si Grecia no se sale de ese marco, no puede hacer una política diferente a la de servir a los acreedores. Y eso ha pasado al silencio, porque no interesa de que ningún otro país sea consciente de esta situación y se contagie. Grecia ha sido inmolada en el altar del euro.

- Y sin embargo, Grecia ha vuelto a ser pionera en algunos movimientos que luego se están reproduciendo por el resto de Europa, y pienso la propia figura de Varoufakis y en Amanecer Dorado.

- A Grecia le ha tocado ir por delante, en este experimento, ha sido el campo de experimentación de medidas de austeridad que ponen en duda la compatibilidad de la democracia con “esta” Unión europea, que está al servicio de los intereses de facto de determinados grupos de poder que nada tienen que ver con la soberanía democrática de una nación, ni del conjunto de esa supuesta federación de naciones que aspira a ser Europa. Es lógico que cosas que puedan sentirse ahora embrionariamente, de una manera más retardada en otros países de Europa, como el caso de Amanecer Dorado, o el reformismo pretendidamente progresista de Varoufakis, se hayan dado en Grecia antes, porque la virulencia de este fenómeno allí ha sido anterior y mucho más fuerte. Hay mucha gente dispuesta a creer que la solución a los males del capitalismo va a venir de la mano del fascismo. Se produce una confusión muy trágica, que se da en España, en Grecia y en otros muchos sitios, y que le interesa al establishment dominante que se dé, que es la confusión entre el nacionalismo y el patriotismo. Este establishment fomenta una tercera noción, fundiendo estas dos nociones con el populismo, con la demagogia, haciendo una especie de amalgama, como si todo fuera lo mismo, lo que le permite situarse, a ese núclo duro “europeísta” en una especie de aurea mediocritas en la que “nosotros somos lo correcto, la única vía, el dogma del camino único”, colocándose como los únicos antagonistas válidos ante este neofascismo populista, el resto es solo comunismo utópico, buenista y bolivariano. Ese camino único está haciéndole mucho daño a Grecia. Se está demostrando que esas pautas están echando abajo el estado de derecho, el derecho internacional, los derechos humanos, el derecho a acceder a una vivienda, a un sistema universal de salud, a unos bienes básicos. Cosas como la jornada laboral de ocho horas, que es una conquista histórica de la humanidad y de Europa en particular, ha sido derogada por los propios memoranda de la Unión Europea, o los convenios colectivos, también derogados, las pensiones… A este núcleo duro le ha venido muy bien hacer creer que todo es lo mismo. Grecia es una colonia de deuda, ahora mismo. 

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