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grand place / OPINIÓN

Podía respirar…

11/08/2020 - 

“El uso de la mascarilla es obligatorio, tanto en el interior del transporte público como en la parada o estación. Haga un esfuerzo en solidaridad con las personas vulnerables”. Una voz femenina e impersonal se elevaba entre los vagones cada cinco minutos, devolviéndonos a la cruda realidad de la era post-Covid, a la Nueva Normalidad. La Tieta bajó del vagón del tranvía y cruzó la ancha avenida para subir por las empinadas calles de la parte alta de la Zona Zero-BRX. No se acordó de quitarse la mascarilla que, por entonces aún no era obligatoria en los espacios abiertos en esa zona del Territorio-Europa. Sólo el sudor que empañaba los cristales de sus gafas de sol le recordó que estaba en la calle. Y que podía respirar…

-David, creo que llego tarde. He tenido una notificación de e-Health. Deben de haber cruzado los datos de nuestro geolocalizador y me han llamado para repetir el test mensual. Lo sé. Aunque tú no hayas dado positivo. Presiento que me van a aplicar el Decreto de Confinamiento de Emergencia. Voy a tener que retrasar el viaje en dron, ¡para una vez que consigo un bi-plaza en vuelo directo…! Espero que no me obliguen a la cuarentena en el Territorio-Norte. Están cerrando el espacio aéreo. Necesito otro encuentro en la terraza… No puedo respirar… 

Laura había tentado a la suerte desde el momento en que David se arriesgó a aquella cita sin mascarilla en la Zona Zero-VLC. Con David bajo control del e-Health, decidió apartarse con una excursión al norte para investigar los increíbles incidentes que le relató la Tieta, ocurridos 50 años antes, en el verano del 2020.

Aquél triste verano del Año Zero, los incidentes comenzaron en playas y discotecas, protagonizados por LosJóvenes. Aquella generación truncada había recibido con miedo y calma la pandemia, sin saber gestionar su propia incertidumbre ni la del Nuevo Orden Mundial. Fue con la Desescalada I cuando se rebelaron, mientras eran señalados con el dedo y estigmatizados por no tener síntomas, por estar sanos. Les acusaron de insolidaridad, de ser los propagadores del virus, de ser los contagiosos… El mundo apartó a sus jóvenes, a su generación futura, como apestados.

Sombrero. Foto: RL

Aquél terrible y tórrido verano cerraron las playas. En el norte del Territorio-Europa se sucedieron los actos violentos contra autoridades y fuerzas del orden público. Habían prohibido las concentraciones de jóvenes incluso para tomar el sol. Un numeroso grupo de ciudadanos con derecho a sol y mar iniciaron la protesta al ser desalojados alterando el orden público. La explosión general de rabia e indignación ocurrió después del mediodía. Los veraneantes ocasionales hicieron volar la arena, sombrillas, hamacas y pelotas de playa contra la policía, hiriendo a algunos agentes.

La respuesta no se hizo esperar. Los alcaldes de las zonas costeras cerraron estaciones de trenes para impedir la llegada de “turistas de un día” y pusieron controles de policía a las entradas de los núcleos urbanos para prohibir el paso en cualquier tipo de vehículos. Sólo residentes y trabajadores podían gozar de la tranquilidad de un paseo por la playa. A la llegada a la estación o a la entrada de cada ciudad costera, la policía pedía un documento acreditativo que permitiera su incursión a la zona de ocio: de trabajo, de propiedad de una vivienda o de pernoctación en un hotel… Ocurría a mediados de agosto en la estación balneario de Blankenberge, en la concurrida y elitista playa de Knokke-Heist, y en las de Ostende y Bredene.

Aquél demoledor verano La Tieta decidió pasar al OtroLado. El número confirmado de contagios en el mundo por covid-19 había sobrepasado la cifra de los 15 millones de humanos, con unos 650.000 fallecidos, la misma cifra que provoca la gripe estacional cada año… No obstante, los nuevos brotes y rebrotes en todo el mundo desataron de nuevo una alarma global entre la población y sus gobernantes. De nuevo, se restringieron países y se cerraron fronteras, con recomendaciones primero, con prohibiciones después, el mundo fue preparándose para una nueva hibernación antes incluso de que llegaran el otoño, antes de que llegara la Era Termidor. Fue en ese punto de inflexión cuando el mundo comenzó a despertar, cuando se dio cuenta de que podía respirar…

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