VALÈNCIA. Podemos deslumbró en 2014 con su irrupción en el Parlamento Europeo con cinco escaños. Pablo Iglesias y los suyos se lanzaron a "conquistar los cielos" surfeando sobre la ola de descontento existente por la crisis económica y los casos de corrupción que asolaban a los grandes partidos. En las elecciones autonómicas del año siguiente entraron con holgura en las cámaras regionales aunque renunciaron a integrarse en los gobiernos, una estrategia dirigida a no desgastar la marca antes de los comicios estatales y que dejó a las estructuras autonómicas en una posición discutible para mantener la visibilidad.
Los resultados en las elecciones generales fueron importantes pero insuficientes para convertirse en la fuerza sustitutiva del PSOE. 69 escaños de la formación morada frente a los 90 socialistas en 2015 y, en la segunda convocatoria, 71 -ya con pacto con Izquierda Unida- frente a los 85 de Pedro Sánchez. Desde entonces, el partido liderado por Pablo Iglesias no ha remontado el vuelo según indican las distintas encuestas.
Cinco años después de aquel resultado esperanzador en Europa, Podemos se enfrenta a una dura revalida en las elecciones autonómicas. El caso de la Comunitat Valenciana es reseñable en este aspecto: los sondeos no son halagüeños y en el partido de los círculos se conjuran para lograr un golpe de timón que les devuelva a los niveles de popularidad del inicio de legislatura. El reto, pocos lo ocultan ya, sería acercarse lo máximo posible a los 13 diputados en Les Corts conseguidos en 2015. Una marca que garantizaría, no solo su propia supervivencia, sino también la reedición de un gobierno de izquierdas. Pero, ¿cuáles son los problemas de Podem para lograrlo?
-Viacrucis interno. La apuesta por la democracia interna puede resultar cara especialmente en formaciones de reciente creación. El partido que lidera Antonio Estañ en la Comunitat ha sufrido diversos procesos internos que han dejado secuelas de relevancia: unas buenas primarias son las que contribuyen a la movilización y a una posterior permanencia en la fuerza política. Sin embargo, desde el primer enfrentamiento Pablo Iglesias vs Íñigo Errejón, las batallas internas en Podem han dejado heridas que no han terminado de cicatrizar en pugnas posteriores. A día de hoy, la familia 'pablista' agrupada en torno a Pilar Lima, Héctor Illueca o Esther Sanz, parece la más unida y resistente. La tropa de Estañ, si no dividida, apunta síntomas de agotamiento y el 'errejonismo' ha quedado arrinconado a la espera de tiempos mejores. Que referentes del grupo parlamentario como Fabiola Meco o David Torres -o en su día la propia Sandra Mínguez- hayan renunciado a Les Corts indica el desgaste que provoca estas siglas. Ni siquiera el exlíder Antonio Montiel tiene garantizada su continuidad al haber apostado por la lista alternativa en las primarias. En resumen, demasiados procesos para una estructura política no profesionalizada.
-El reto del candidato. La solución de consenso propuesta por Estañ para la candidatura a la Generalitat salió adelante no sin dificultades. El cabeza de lista, el profesor universitario y exdiputado nacional Rubén Martínez Dalmau, ha iniciado una exigente gira por distintos municipios para visitar diferentes colectivos. No obstante, la ilusión no lo puede todo y, según se comenta en los mentideros de la formación morada, ya han existido ciertas desavenencias respecto a la gestión, organización y comunicación de campaña. Unos problemas al parecer ya solventados pero que evidencian las dificultades con las que se encuentra Podem a la hora de lanzar una precampaña competitiva.
-Pacto con Esquerra Unida. Por si hacía falta sazonar el desgaste, las negociaciones de Podem con la formación que lidera Rosa Pérez están siendo largas y extenuantes. Aunque todo apunta a que ambas formaciones acabarán llegando a un acuerdo -el Consell Polític de EU dio luz verde al pacto y tendrá que ratificarlo la militancia-, la duración de un pulso encuadrado básicamente en el reparto de puestos no parece la mejor forma de promocionar una confluencia que, tal y como apuntan algunos sondeos, podría ser la clave para que la izquierda siga gobernando. Un proceso de negociación que, en este caso, perjudica más a quién más tiene que perder en esta situación: en este caso, Podem, que es la fuerza con mayor representación en las instituciones. A todo ello, hay que sumar que este acuerdo sigue pendiente de consumarse en municipios como València capital, donde el pacto se perfila igualmente imprescindible para el bloque progresista.
-Crisis de sondeos y de marca nacional. En el ámbito nacional, prácticamente en ninguna encuesta publicada desde hace año y medio -CIS incluido- Unidos Podemos rebasa el 21,6% de votos cosechado en las elecciones generales de 2016. Un problema asociado al, entre otras cuestiones, debilitamiento externo del liderazgo de Iglesias. Una circunstancia que arrastra a las organizaciones autonómicas y que en el caso de la Comunitat podría verse agravado por la falta de visibilidad derivada de no estar en el Gobierno valenciano y tener no solo de competidor al PSPV-PSOE, sino también a Compromís con Mónica Oltra a la cabeza. Así pues, no resulta extraño que en las últimas encuestas -como por ejemplo la publicada por Castellón Plaza- la proyección de voto estimada de la formación morada sea de un 6,2%, un poco más de la mitad que en 2015.
-La herida de Íñigo Errejón. El problema suscitado con la alianza de Errejón y Carmena ha dejado en una posición muy delicada a Pablo Iglesias ante la cita electoral en la Comunidad de Madrid. Si no se produce la reconciliación, todo apunta a que el influjo de esa ruptura entre dos referentes de la formación morada salpicará a todas las comunidades autonómicas, incluso con la posible bajada de brazos de dirigentes, cuadros intermedios o militancia que simpatiza con Errejón.