Desde hace demasiados años, la estrategia de la mayoría de los partidos cuenta como principal método de definición el ensayo y error y, como no podría ser de otra manera en la situación más difícil a la que se ha enfrentado la política nacional, autonómica y municipal en los últimos cuarenta años, los experimentos en los equilibrios de poder están a la orden del día.
Con un PSOE abalanzándose sobre los comunistas como tiburón contra banco de peces, la lucha por el puñado de votos -decreciente- enmarcados en la izquierda radical se definirá en “las cloacas” del Gobierno de España. El macho alfa bolivariano se ha envuelto en la estética samurái para cubrirse del aura del guerrero que resiste las más vigorosas tempestades. Pero él y su ejército de amigos convertidos en asesores por la gracia de Sánchez saben muy bien que su despeluchado moño no le salvará del único lugar donde la Fiscala Generala del Estado (“¿De quién depende la Fiscalía? Pues eso”, que dijo aquél) no es omnipotente: las urnas. El chalet de millonario, las fiestas de cumpleaños en el Ministerio de Igualdad de Irene Montero y las comilonas de lujo de su trasnochado gurú Monedero tras su falsa lucha por la clase obrera evidencian que Podemos abandonó -si es que en algún momento lo tuvo- su objetivo de salvar a los españoles de las garras del neoliberalismo fascistoide heteropatriarcal y, con ello, se finiquita su poca credibilidad y abre paso a la decadencia de los que venían a representar “a los de abajo”. Sánchez huele el miedo en las filas podemitas y éstos lo saben, pero se van a aferrar al sillón en la que a todas luces es su última oportunidad de aprovechar el rebufo electoral que da ostentar cargos de gobierno. Que a nadie le extrañe que para que los círculos de Podemos vuelvan a la burocracia del “partido único socialista”, Pedro “el profanador” se cuele en el Valle de los Caídos con un martillo y un cincel para, con nocturnidad, sustituir el rostro de los cuatro evangelistas situados en la base de la cruz por el suyo propio. Porque sí. Porque él lo vale. Total, ya ha pactado con el brazo político de ETA. Ya sabemos que la vergüenza y la dignidad no son palabras de las que Sánchez se repite cada mañana en el espejo para “venirse arriba”.
Las intrigas, los susurros en oídos distraídos y las ansias de borrar del mapa -con o sin piolet- a sus enemigos dentro de las barricadas también se cuecen en los pasillos y despachos del Palacio de los Borgia. Pero en el Botánico han de contar con el invitado estrella: los separatistas de Compromís. Un Compromís que cotiza a la baja con su lideresa tocada y hundida por la nefasta gestión de las residencias de ancianos en la Comunidad ante la covid19 y, que a nadie se le olvide, la falta absoluta de diligencia y de capacidad de reacción en el escándalo de abusos a menores en centros públicos autonómicos. La que antaño fuera show-woman y reina de las camisetas reivindicativas -con nulo gusto hemos de decir- lleva desde marzo escondida sin saber muy bien qué decir, qué hacer y, como notoriamente aparenta, como “huir de la escena del crimen” sin ser vista.
Ciudadanos ha entrado de lleno en la partida ante su más que asegurada desaparición y lo ha hecho lanzándose a los brazos del partido más corrupto de Europa. Sánchez y Puig saben que siempre les quedará Ciudadanos, ese aliado fiel que es capaz de devolver al cajón su discurso belicista contra la izquierda radical para ser la muleta favorita de los socialistas en apuros. A Arrimadas y a Cantó poco o nada les importa lanzar en público “piropos” a aquellos que pactan con separatistas, comunistas y filoetarras y lo hacen por el mismo motivo por el que en Podemos “dimitir” únicamente es un nombre ruso mal pronunciado: porque la comodidad del sillón puede suponer la delgada línea entre asegurarse un puesto para cuatro años y caer en el ostracismo.
Y si el PSOE se radicalizada para “devorar” a Podemos y Ciudadanos y se lanza a sus brazos para intentar a la desesperada abanderar la “socialdemocracia patriótica”, ¿dónde queda el Partido Popular? Si se les pregunta a ellos no te sabrán decir nada concreto, pero a la vista de la salida traumática de Cayetana cuando aireó el abandono por parte de Pablo Casado de la batalla cultural o de las ideas, que el lector tenga por seguro que el sorayismo ha vuelto y que el famoso “bolso de Soraya” terminará por ser recordado como el opositor “popular” más férreo que ha tenido Sánchez desde que triunfó la moción de censura contra Rajoy.
Ésta es una verdad incómoda, pero alguien tenía que decirlo.