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Relato del atascamiento

13/07/2019 - 

Relato. Seguro que ya están más que acostumbrados a oír esta palabra en un contexto político. Lo importante es que el relato de los hechos nos beneficie. Que nuestra posición se vea avalada por un relato virtuoso. El relato es crucial. En definitiva, hablamos de que lo importante ya no son los hechos, sino la forma de narrarlos. Que lo que hacemos y decimos aparezca bajo una luz positiva ante la opinión pública.

Los partidos políticos españoles viven obsesionados con ganar la batalla del relato. El motivo es muy sencillo: para convencer al público de que les voten, lo primero que hay que hacer, y lo más importante, es convencerles de que la razón les asiste, de que lo que defienden es lo correcto, de que ellos representan los intereses de los ciudadanos a los que aspiran a representar. Es decir: el relato.

Pedro Sánchez adelantó las elecciones al 28 de abril sin mucho a su favor... salvo un relato. Cuando las convocó, casi todas las encuestas daban mayoría absoluta de las tres derechas. En escaños y a veces también en votos. El trifachito daba miedo, sobre todo entre los votantes de izquierdas y de los partidos nacionalistas. Ese miedo era una parte del relato: "¡que viene la derecha!", como siempre, pero amplificado el grito por la inclusión de la extrema derecha en el cóctel. ¿Y quién puede parar a la derecha? Pues el PSOE, como siempre, aunque sea para ver si luego logra pactar con la derecha (eso, huelga decirlo, ya no es parte del relato preelectoral, pero sí del postelectoral).

Pasaron las elecciones generales, pasaron las elecciones municipales y europeas, y volvimos a la batalla del relato, que había quedado en un impasse. En esta ocasión, la batalla se libra entre PSOE y Podemos. Podemos fue la formación que puso de moda el término. Un partido político formado por profesores de Universidad, especializados en análisis del discurso, sólo podía obsesionarse con el relato de los hechos, más que con los hechos en sí (no podía ser de otra manera, proviniendo de la Universidad: ¡dejadme de hechos y mundo real y escuchadme, que voy a contaros un relato!). Pero su relato ha ido degenerando año tras año, hasta llegar al cisma de principios de este año, cuando el gran maestro del relato, Íñigo Errejón, abandonó el partido en busca de un relato de factura propia: me fui de Podemos por la deriva autoritaria del partido, así como para conectar con la sociedad española y sus verdaderas preocupaciones e intereses. Todo muy bien, aunque luego el relato consistiera en hacer magdalenas con Manuela Carmena.

El PSOE, y sobre todo el jefe de gabinete de Pedro Sánchez, Iván Redondo, vive también obsesionado con el relato, que tantos éxitos les han deparado. Piensen que a estas alturas no está muy claro para qué quiere gobernar Pedro Sánchez, qué es lo que quiere hacer. Pero sí sabemos que le encanta gobernar. Y su relato da miedo, es como el Juego de Tronos de los relatos políticos: me negué a seguirle el juego a los malvados poderes fácticos que me pedían que votara a Rajoy --> me echaron de la secretaría general y dimití de mi escaño --> contra pronóstico y apoyándome en las bases del partido, vencí en las primarias del PSOE y recuperé el sillón --> gané la única moción de censura exitosa de la historia de la democracia española para acabar con la corrupción del PP --> goberné (tampoco es que hiciera mucho en este año de gobierno, salvo subir el salario mínimo a instancias de Podemos y sacar y meter, casi ritualmente, a Franco de su tumba) ---> convoqué unas elecciones para parar a la malvada extrema derecha fascista-franquista de ultraderecha y logré hacerlo.

Menudo pedazo de relato. Con ese historial, y con su potencia de fuego mediática, el PSOE sigue inmerso en la batalla por el relato. Ahora el relato es "que nos dejen gobernar, hemos ganado las elecciones". Claro, pero con 123 escaños, 53 menos de la mayoría absoluta.

La clave de arco del asunto es conseguir que Unidas Podemos acepte ser socio menor, muy menor, de un "Gobierno de cooperación", que no se sabe muy bien qué significa eso, aunque está claro lo que no significa: nada de ministros de Podemos "pata negra", y muy especialmente Pablo Iglesias, en el Gobierno. Cuatro figuras menores para disimular y punto.

En los últimos tiempos, el relato empieza a ponérsele un poco cuesta arriba al PSOE. El caso es que ganaron las elecciones hace dos meses y medio y las negociaciones de la investidura, propiamente dichas, apenas han arrancado. Eso sí, el "relato de las negociaciones" lleva en marcha desde la misma noche del 28A. Pero negociar, lo que se dice negociar, nada de nada. ¿Para qué convocará Pedro Sánchez a los líderes de otros partidos en La Moncloa? ¿Qué harán, ver la tele juntos hasta que la prudencia aconseje salir a hacer unas declaraciones que cimenten "el relato del encuentro"?

Unidas Podemos tampoco está saliendo muy bien de este envite, la verdad. Se nota demasiado que su interés es entrar en el Gobierno a cualquier precio, aunque sea para no hacer nada en él ("el relato de la coalición de Gobierno con Ministerios para Podemos"). Se está mascando un ministerio de Arquitectura Bioclimática, o algo por el estilo. Pero hay que reconocer que están aguantando el envite del relato del PSOE y su batería mediática con más solvencia de lo esperado; al menos, por el momento.

Supongo que el teatrillo (perdón: el "relato") de las negociaciones acabará por conducir a algún tipo de acuerdo de legislatura y/o Gobierno. Fundamentalmente, porque ahora el PSOE y Podemos tienen cuatro años por delante en los que pueden mandar, y no está nada claro que sucediera lo mismo si se repitieran las elecciones. Sobre todo, por una consecuencia indirecta de la repetición electoral: tal vez se desinflaría el voto independentista. No porque deje de existir, sino porque se desmovilice al constatar que la amenaza del trifachito no era real. De ahí que ERC (y en menor medida JxCat) sea sorprendentemente proclive a abstenerse en la investidura a cambio de nada: por pavor a una repetición electoral que les haga perder posiciones y, con ello, que su relato perdiera fuerza. En cambio, el PNV, donde tienen sus escaños bastante mejor amarrados, son avezados negociadores, y ya han dado un toque de atención al PSOE y su teatrillo postelectoral: tanto relato ya cansa. A ellos y a la mayoría de la población, aunque eso quizás no baste para impedir que tengamos relato hasta después del verano. Además, cuanto más dure el relato, menos tiempo habrá para tomar decisiones, aprobar leyes, pactar cosas... Todo eso que antaño se conocía como "hacer política".

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