ALCOY. La última crisis sanitaria ha cogido tal velocidad e intensidad en las últimas semanas que muchos filósofos ya hablan de pandemia social, incluso de un efecto psicovírico. Algo que ha afectado en gran medida al subconsciente colectivo, atrofiado y paralizado por el miedo que alimenta vehementemente el sistema. Y de su sueño, como ya decía aquel, que produce monstruos, un virus con forma de humano, casi como un delincuente que puede probar su existencia de manera empírica, y que puede ser arrestado con esposas por la policía o abatido por un militar (!), incluso. A las diferentes mutaciones orgánicas del propio bicho, la que emerge de esta sinrazón, que le permite tener ojos y boca, prácticamente comunicarse con otros seres vivos. ¿Cuál es el poder real de esta sensación de contagio colectivo? ¿Se trata de un golpe al capitalismo "a lo Kill Bill", como afirmó el filósofo y sociólogo esloveno Slavoj ŽiŽek, o es una declaración de guerra en toda regla? Conocemos la opinión del filósofo, ensayista y crítico de arte, reconocido catedrático de Estética de la UV, Román de la Calle, en la siguiente entrevista. Primera parte; el acercamiento al concepto acuñado de confinavirus.
-Me remito a un artículo de Byung-Chul Han para rebotarle la pregunta. ¿Puede el virus remplazar a la razón?
RC: Justamente Byung-Chul Han se decanta hacia el rechazo de tal posibilidad, al apostar, de forma explícita, por la carta salvadora de la recuperación de los fundamentos radicales/constituyentes de la humanidad -el redescubrimiento de la persona- que él vincula, en concreto, a manera de revolución necesaria, de cara al futuro más inmediato, tanto con el desarrollo de los sentimientos de solidaridad, interpretados/asumidos en favor de una nueva paideia transformadora, como con la compartida solicitación de la facultad de la razón. Una razón práctica que se relacionaría, para nuestra impostergable supervivencia, en primer lugar, con la directa salvación del planeta, frente al cambio climático. Ese es, a mi parecer, el sentido básico de la óptica filosófica de Byung-Chul Han: la transformación que, tras la pandemia, cabría apuntarse, solo podría venir de la razón humana, tendente a la optimización de las metas de un nuevo sistema equilibrado. Esa es le revolución humana que propone y desea. A pesar de que me cuesta pensar que, de hecho, la espere, en efecto, dado el contexto apabullante que la COVID-19 ha destapado, más descarnada y brutalmente, en torno a los increíbles poderes del omnicapitalismo.
-El virus, ¿no será un golpe al sistema capitalista, entonces? ¿Qué va a cambiar?
RC: El continuum explicativo global en el que nos estamos moviendo y al que me voy a referir, queda definido, esquemáticamente, por necesidad de simplificación didáctica, (en)tre una clara dualidad de conceptos: por un lado, la supervivencia, donde se ampara directamente la salud y, por otro, la subsistencia, que arropa estratégicamente los engranajes de la economía. El continuum, cuyos extremos ocupan ambos conceptos, se transforma, pues, en escenario de la representación, para el sistema que social y económicamente regula la organización global, desde el momento que no es viable, de facto, mantener el equilibrio funcional que polarizan sus extremos. Según los respectivos subsistemas político-económicos vigentes, al socaire del macrocapitalismo, se tenderá a dar prioridad –en el contexto de la realidad existencial presente, en torno al coronavirus-- o bien a la supervivencia, defendiendo la salud de las personas, por ejemplo optando, como opción básica, por la aplicación del confinamiento, o bien respaldando la subsistencia del sistema, con el decantamiento hacia las propuestas del entramado empresarial, abriendo -por ejemplo- las actividades ciudadanas, como objetivo básico. Los sistemas reguladores de nuestras vidas han hecho agua por múltiples extremos y, sobre todo, han quedado al descubierto sus limitaciones e incluso sus miserias, las cuales nos eran sabidas, por descontado. Pero una cosa es saber y otra, tristemente, experimentar y/o sufrir directamente. El mejor ejemplo, paradigmático de lo indicado, es el resultado liberador del estado del aire respirable -por fin- en nuestras ciudades. Igualmente ha quedado al descubierto el mito idealizado de la Unión Europea, con sus claros vacíos de unidad y solidaridad. Sin duda, un problema determinante -que habrá que resolver, cuanto antes-, de cara al futuro.
"La transformación solo podría venir de la razón humana, tendente a la optimización en un nuevo sistema equilibrado"
- ¿El virus tiene más capacidad de aislar o de crear comunidad? En un sentido figurado, claro está.
RC: El fenómeno de confinamiento, postulando/amparando la supervivencia, con el argumento del no contagio, es resultado directo y general de la pandemia, que se reconoce y valora en sus consecuencias individuales y colectivas. En realidad, la presencia, constatada, del riesgo efectivo, puede provocar además, psicológicamente, el autoaislamiento, como manifestación de temor y autoprotección. Pero, asimismo la duración de la reclusión nos hace valorar/añorar, efectivamente, -por compensación- los aportes y ventajas de la convivencia y de la vida en comunidad. De todas maneras, el confinamiento debe especificarse y analizarse en sus grados diferentes. No es lo mismo el aislamiento individual, que la reclusión en pareja o el mantenimiento de la unidad familiar, más numerosa. También debe matizarse la referencia vital a las relaciones ausentes, en cada caso, según las personas distanciadas, su estado y limitaciones o carencias. El mes ya experimentado, en el confinavirus que nos afecta, ha agravado, evidentemente, las derivaciones ramificadas coexistentes.
-Y la libertad de expresión, ¿también se ha visto afectada, a su parecer? ¿Qué hay bajo la epidermis del miedo?
RC: Hay toda una gama de categorías, que recoge puntualmente el lenguaje, en el campo de las emociones. Tal ocurre en el dominio estético (lo agradable, lo bello, lo sublime/el humor, lo cómico, lo trágico…) pero también existe esta gradación categorial en los sentimientos de inquietud, temor, miedo o pánico, que pueden pasar -y de hecho pasan- de las expresiones del ámbito artístico al rigor efectivo de lo cotidiano, bajo determinadas condiciones, que son precisamente las que el coronavirus ha introducido en nuestro calendario vital. Cuando se alcanzan los grados máximos a tales situaciones emotivas y se producen bloqueos, efectivamente silenciamos e inhibimos la posibilidad de momentos expresivos. Pero difícilmente cabe hablar de carencia de libertad de expresión, en el sentido de censura. También las situaciones límite pueden forzar, a la inversa, explosiones incontinentes y extremas de directa comunicación, cuya motivación derivará precisamente de tal contexto privativo, inusual. Otra cosa es que, de manera argumental, en sentido crítico, frente a una mala gestión desarrollada por los responsables actuantes, precisamente, debido a la gravedad y complejidad de la situación vivida, nos lleve a justificar y silenciar -compasivamente- el grado de responsabilidad política, que debía asumirse, por lo que quizás su exteriorización y/o sanción pública pueda quedar relegada o mermada, por tales presiones.
"Los sistemas reguladores de la vida han hecho agua y han quedado al descubierto sus miserias, que nos eran sabidas"
-Sigo por el mismo camino. ¿Ha despertado ya la 'sociedad del cansancio'? ¿Vamos hacia un mayor control de los sujetos, por parte de la jerarquía?
RC: Yo diferenciaría, sociológicamente, entre dos nociones. Una cosa es, en concreto, el posible "cansancio social", debido al largo mes, ya transcurrido, de este confinavirus general, y otra muy diferente sería el concepto, políticamente muy cargado de connotaciones, de "sociedad del cansancio", referido quizás --a mi modo de entender-- a una posible/efectiva toma de consciencia, frente a las pautas de conducta derivadas/implantadas por el sistema neoliberal, al socaire y en aplicación de la consabida "Doctrina del Shock" (Milton Friedman), que facilita estratégicamente los cambios, aprovechando, paso a paso, la presencia emergente de las crisis, ofreciendo siempre, como contrapartida, altamente significativa, -frente al riesgo- seguridad, pero a costa de la creciente y/o drástica reducción de libertades. (…) Es evidentemente constatable el mayor grado de control de los sujetos, amparado/justificado, pragmáticamente, por la dureza de la coyuntura socio-sanitaria. Acción debidamente argumentada y, en principio, transitoria. Pero que, tras lo indicado, podría arriesgadamente, de manera estructural y metodológica, integrarse, al amparo de la citada doctrina del shock, si la "sociedad para los ciudadanos" -como acción común, reguladora y determinante, por la que me inclino, sin duda- no es capaz de reaccionar, paso a paso, en el conjunto de países, también en el nuestro, como participación unitaria, de persistente supervisión equilibradora.
- ¿Es más oportuno tomar una actitud estoica o rebelde, heroica, en su opinión?
RC: Nos podemos referir, diferencialmente, a la actitud resignada, estoica e integrada, de amplio espectro y extensión, pero también cabe ser destacada la actitud heroica y sumamente participativa, en primera línea de entrega y fuerte responsabilidad, o, asimismo, puede subrayarse la actitud creativa y diversificada,en sus voluntarias intervenciones de amplia colaboración socio-artística; mientras, paralelamente, no debe silenciarse la posible actitud cargada de rebeldía, contestación, discordancia e indisciplina, explícitamente no integrada en la situación; tampoco falta la actitud distante, crítica, no satisfecha, quizás también políticamente tamizada, cuya presencia en las redes sociales suele ser abundante, con grados diferentes de problematicidad.
-¿Cómo se ve afectada la moral en esta pandemia?
RC: Adscribimos la moral al conocimiento que el ser humano, en cuanto sujeto de actos voluntarios, tiene del conjunto de normas, valores y creencias, como totalidad directamente vinculada a la regulación de los usos y costumbres, que aseguran la estabilidad del ámbito social, al que está vinculado y pertenece. En consecuencia, una situación catastrófica como la que estamos viviendo implica evidentemente la alteración/suspensión, revisión/adecuación de tal conjunto normativo y, además, de las costumbres, según la conmoción socio-personal experimentada. Pongamos un simple ejemplo, pero bien elocuente, a tal respecto: se trata del replanteamiento axiológico que el conjunto de la ciudadanía, dados los duros hechos que la cotidianidad nos presenta -en un juego límite, de vida y muerte-, ha llevado a cabo sobre la tradicional pirámide jerárquica de las profesiones y trabajos, integrados en el marco social vigente. Es sorprendente cómo las profesiones vinculadas al ámbito sanitario, en su conjunto, así como aquellas otras adscritas a las funciones de ayuda, ordenación, salvaguarda, abastecimiento y colaboración ciudadana, han pasado a ocupar, emotiva y estimativamente, los niveles superiores de reconocimiento social y atrayendo, en paralelo, explícitas manifestaciones diarias de afecto y estimulación.
"¿O es que, tras el 'rayo' pandémico, van a llegar unos aires renovados? Perdonad mi escepticismo, pero lo dudo"
-¿Qué valores se prevén para, ya, este nuevo futuro?
RC: Comenzaré diciendo que el posible baile de valores ha sido, puntualmente, forzado por una situación (supuestamente) natural de insospechada radicalidad. Pero, sin duda, muchos de las experiencias vividas -con intensidad, ahora- nos han ayudado a reinterpretar, como auténticos problemas, muchas de las actitudes, decisiones, pautas establecidas y regulaciones, que las sociedades han venido asumiendo/sufriendo, pero tolerando e incorporando a su diario quehacer, durante el último siglo (por indicar un tope significativo), en lo referente al cambio climático, a la desestabilización laboral (temporalidad de empleo y pauperización salarial), a la reubicación industrial internacional, al turismo no sostenible, a la sistemática extracción/explotación de materias, a la emigración in-visible o al crecimiento imparable de la pobreza, junto al afán acumulativo de riquezas, demostrable estadísticamente. La verdad es que venimos mirando hacia otro lado, sin excesivos remordimientos, durante mucho tiempo, mientras las gigantescas ruedas del poder han girado, a sus anchas, implantando sus propias reglas y objetivos internacionales, sobre los ejes reguladores del sistema, que hemos adoptado/nos ha adoptado y deglutido, jugando con habilidad, entre los extremos regulativos de sobrevivencia & subsistencia, de sostenibilidad & rentabilidad. Claro que, posiblemente, cada vez somos más conscientes de la situación y que, quizás, la pandemia ha sacudido algunos (o todos) los cimientos del desmesurado andamiaje, que nos "protege" (a unos más que a otros). Pero también es importante replantearse si es viable, de hecho, el apuntalamiento de los necesarios cambios, sin las estructuras de poder efectivo que los hagan posible. ¿O es que, tras la iluminación del terremoto/rayo pandémico, va efectivamente a posibilitarse, intergeneracionalmente, la acreditación drástica y paulatina de la llegada de otros aires renovadores, imprescindibles, de cara al futuro? ¿Cómo un regalo, acaso, llegado del cielo oscuro, que haga posible la formulación revulsiva de una ética renaciente? Perdonad mi escepticismo, pero lo dudo. Posiblemente se cambie algo, sí, pero para seguir rodando en la misma pendiente.
-No le hemos preguntado. ¿Cómo está (sobre)llevando esta crisis, a nivel personal?
RC: En mi caso, se ha desenvuelto en pareja, exclusivamente, dado que las familias de los hijos y nietos residen fuera, en otras ciudades. Somos un filósofo y una psicopedagoga (María Dolores Pérez-Molina), que han celebrado (en el 2019) sus 50 años de convivencia, en contextos distintos, pero siempre en conexión profesional con el mundo docente y, en especial, en medio del entramado artístico. Respondería que la sobrevivencia y el cuidado han sido eficientemente calculados, en torno a un horario, entretejido de imprescindible actividad física, controlada, junto a una serie de objetivos culturales bien marcados. Concretamente, para especificar un tanto tales proyectos, apuntaremos la preparación de un par de libros, ya en cartera previamente. Por un lado, uno de carácter colectivo (250 páginas) con la colaboración de veinte especialistas (sin olvidar la complejidad que ello supone), que estaba, ya desde hace algún tiempo, coordinando y en el que lógicamente participo, como uno de los autores, y que además prologo, de forma extensa, para asegurar su coherencia contextual; libro que versa -paradojas de la vida- sobre las difíciles y complejas relaciones del arte contemporáneo valenciano y la crisis socioeconómica. Su título: Entre la crisis, la resistencia y la imaginación. Los diez últimos años del arte valenciano contemporáneo (2008-2018). Ya está, por fin, maquetado, supervisado y a la espera de entrar en imprenta. ¿Quién nos iba a decir que se iba a retrasar su presentación, planificada para le feria del libro de este mismo año, que ya ha visto, lamentablemente, alterado también su calendario? El otro núcleo de atención es, asimismo, la preparación dual (entre Rosa Mª Castells/MACA y Román de la Calle) de un volumen monográfico, de estudio e investigación, para la Institución Alfons el Magnànim, que se mueve también -deformaciones de la profesión/raíces de la tierra- en torno a un tema (el arte contemporáneo valenciano) que, muy concretamente, nos ha interesado, intensamente, a ambos: La correspondencia entre Eusebio Sempere y Alfons Roig (1953-1983).
-¿Cómo ayuda la educación a 'erradicar' este virus del pánico que corre en paralelo? Y como la pólvora.
RC: La cascada de informaciones oficiales, periódicas, recibidas, no sin rectificaciones, por los reajustes de las gestiones emprendidas, y plurales en sus referencias, en torno a los efectos devastadores circundantes del coronavirus, ha motivado justificadas tensiones, en el propio contexto ciudadano. Obligado es traer a colación, asimismo, el abuso de informaciones oficiosas, paralelas, deformantes, a las que se ha visto sometida la población, en las redes, o el bombardeo de los medios de comunicación, además de las fake news, campando por sus respetos y a sus anchas. También esta escenografía plural, mediática y abarcante, ha formado parte del día a día del confinamiento. Y nos ha exigido un paralelo activismo educativo, selector y regulativo, de cara al grado de necesaria seguridad, imprescindible para mantener el equilibrio personal, grupal y social, en medio de la experiencia excepcional sobrevenida. Hemos debido activar, pues, todos nuestros recursos de sobrevivencia, en los redescubiertos espacios de convivencia. Nunca habíamos experimentado el núcleo habitacional con la intensidad exigente de ahora. Seguro que la pedagogía aplicada a la arquitectura tiene ya mucho que decir, de cara al futuro constructivo. Es decir que las mil caras de la educación -entendida como aprendizaje, paideia extensiva o didáctica aplicada- han debido activarse, frente a la convivencia sometida a evaluación continua. Sobre todo cuando en la unidad de convivencia hay niños, con sus tareas escolares pendientes, con sus perspectivas lúdicas a pleno rendimiento. Aunque, de hecho, nunca como ahora ha quedado tan claro que cada familia es un mundo, en su intracontexto, en sus aspiraciones, exigencias y disponibilidades. Podremos, colectivamente, en nuestras consideraciones, incidir, quizás, en sus identidades, en sus semejanzas, pero también en sus diferencias y caracterizaciones. Esa es la clave de la educación como paideia (suma de saber ser y saber hacer / transmisión de valores y actualización de saberes técnicos) a la que no podemos dejar de apelar, incluso, en este tenso enclave de nuestra propia historia. Sin duda, se ha redescubierto, en esta situación, la oportunidad de la comunicación vecinal como un importante ingrediente relacional, posiblemente olvidado, recibido/relegado, en nuestro actual ritmo de vida, de la antigua convivencia histórica rural. Los aplausos sincronizados, las actividades compartidas externas directas o a través de los medios tecnológicos son parámetros, intermitentes, de sugerente impacto, en torno a los cuales, a menudo, se han catalizado importantes grados de creatividad personal, estimables grados de socialización estimativa, frente a la indiferencia o el desconocimiento precedentes. Otra faceta más, por tanto, de estas gavillas educativas, a las que venimos refiriéndonos y reconociendo su versatilidad.
-No sé si considera que el ser humano se ha olvidado de mantener intacta la salud mental... Con lo importante que resulta.
RS: Tampoco creo que deban agigantarse los efectos intrínsecos sobre la persona, por las consecuencias del confinavirus, a pesar de que marquen, de algún modo, su influencia. Hablar directamente de salud mental atosigada y/o del olvido de tales derivaciones sobre los sujetos, al proclamar el Estado de Alarma, quizás supone, simplemente, relegar la conveniencia de la elección del mal menor, por parte del legislador. Otra cosa pueden ser las dolencias previas y los estados de riesgo, que sin duda han debido minimizarse, por parte de los pertinentes contactos –mediáticos- con parientes, amigos o voluntarios. Además, todo el conjunto de interrelaciones ya indicadas, con el entorno vecinal, con los medios de comunicación, la cultura visual, la lectura, el cobijo del online y el conjunto de manifestaciones musicales colaborativas se han convertido, de facto, en la mejor estructura de intermediación y de sostenimiento para potenciar la distracción, la autoconsciencia y el conocimiento, la creatividad y la acción participativa, la memoria reforzada, los juegos de imaginación, sobre el fondo de la socialización copresencial y la responsabilidad aplicada al día a día, en el cuidado de los demás, en la proximidad doméstica.
"NUNCA HABÍAMOS EXPERIMENTADO EL NÚCLEO HABITACIONAL CON UNA INTENSIDAD TAN EXIGENTE "
-Como ciudadano, profesor y filósofo, ¿contempla la situación presente con optimismo o quizás con pesimismo?
RC: Recuerdo un planteamiento que, a menudo, he mantenido ante mis alumnos de varias especialidades (filosofía, historia del arte, comunicación, estética o arquitectura) incluso desde los primeros años de profesor, allá por el mítico 68, pasando luego por tres universidades, como docente. A cada paso les referenciaba, constantemente, bibliografía (para saber más), cosa que recuerdan y me comentan aún, y que nunca he dejado de hacer. Y, en tal sentido, más de una vez, me ha venido a la mente -repitiéndola cuando consideraba pedagógicamente necesario hacerlo-, la metáfora del pozo y del agua extraída, pero aplicada efectivamente al quehacer diario, de mis lecturas, en relación paralela a la constancia del quehacer de mi escritura. "Dado que no paro de escribir, si no leyera maximizadamente, y no viviera con avidez de esponja, más y más, en el contexto crítico de mi especialidad (la estética y la teoría del arte), ¿cómo voy a mantener el nivel del agua potable disponible, en mi pozo personal?". Ese es el problema, pero también la palanca y el problema equilibrante, frente al que cada profesional, en su respectivo dominio, se encuentra. Sigo escribiendo bastante y continúo necesitando llenar/reponer el agua de mi pozo compartido, para que se mantenga viable el funcionamiento colaborativo, en relación con los demás. Pero, en relación a la compleja y difícil coyuntura que vivimos, como en varios extremos ya he apuntado, soy más posibilista que simplemente optimista/pesimista. Debe intentarse lo posible, lo que permite la situación, a la vez que se aspira, por necesidad, eso sí, hacia la creciente optimización de los resultados. Me explico. Es cierto que el coronavirus ha puesto sobre la mesa, en un momento álgido y comprometido, ya de por sí, un amplio racimo de cuestiones, que afectan a nuestra existencia humana y a nuestra convivencia democrática. Debemos mover ficha, pero mirando al entorno, en su diversidad de alcances e influencias. Por definición, jugamos siempre en un entramado de muñecas rusas, que deviene sistema. El sujeto en sociedad/la sociedad en marcos nacionales y supranacionales. Tal realidad sociocultural-económicopolítica e ideológica se asienta, a su vez, en la naturaleza, con todas las mediaciones pertinentes, industriales/tecnológicas/comerciales y de dominación.
-Es sabido que Emilió Lledó, por su parte, 'tira' de la platoniana alegoría de la Caverna y apela a que "ojalá" el virus nos haga salir de ella, "de la oscuridad y de las sombras". Él dice que dialoga con Homero. Román, ¿con quién conversaría?
RC: En y frente al confinavirus, diré que justamente en esas estructuras y escenografías descritas, con la metáfora de las muñecas rusas (sujeto/sociedad, hombre/naturaleza) anida el histórico drama tensional, que sigue animando la complejidad de la vida. Seamos, pues, posibilistas, paso a paso, y vayamos hacia adelante, a sabiendas de que, en nuestra trayectoria colectiva, a la que no podemos dejar de apelar (la humanidad es historia encarnada), recordaremos que en el histórico dintel de la puerta, tantos siglos, generacionalmente, atravesada, sigue escrito aquel dictum realista/pesimista, aviso de caminantes (constatativo, que no imperativo, quede claro) del Homo, homini lupus. Un motto que apuntó -fino observador y detector de la compleja diacronía humana- el comediógrafo latino T. M. Plauto (254-184 a C.). A cuya dura referencia se opondría Séneca (4 a C.- 65 d. C), replicando, dos siglos largos después, otro dictum, con el meditado peso ético que le caracterizaba: Homo, sacra res homini. Una vez más, los dos extremos de un continuum marcan las posibilidades de reubicación histórica de las conductas y de las concepciones ejercitadas, en el plano de la realidad vital, respecto al constatable comportamiento humano en relación a los individuos de la especie. El posterior y definitivo recurso/rescate del citado motto clásico -Thomas Hobbes (1588-1679)- logrará, históricamente, abrirse destacado camino en la filosofía política moderna. Los meandros del comportamiento humano, respecto a sus congéneres, seguían haciendo reflexionar comprometidamente. Pero, a pesar de todo ello, hasta aquí hemos llegado, entrecruzando sueños, decepciones, brazos, masacres, ideales, esfuerzos y programas de acción-reacción. Lo que ocurre es que el coronavirus, con su potente espejo, ha logrado reflejar y agigantar la p de Palanca, que ha venido moviendo/sustentando hasta hoy, históricamente, el sistema, a la vez que también ha superpuesto, en un nuevo espectáculo colectivo, la p del ingente "problema" planteado globalmente. De hecho, al contemplar, preocupados, reflexivos, conmocionados y nerviosos la escena, nos apercibimos de que el otro gran dintel lateral, que delimita la escena de la historia, también ostenta su propio dictum, complementario, y tan terrible como el primero: Homo, naturae lupus. En realidad, lo sabíamos, en silencio cómplice, interesado y corresponsable, pero quizás no lo habíamos externalizado, en vergonzante globalidad, con tanta parafernalia mediática y personalmente experimentada, como -en este concreto período pandémico- el confinavirus, en forma paradójica, pero sumamente eficaz, nos ha permitido/facilitado llevar comparativamente a cabo, de manera testimonial, al ofrecernos (bofetada sin manos) las aguas transparentes de Venecia, por ejemplo, y los cielos sorprendentemente azules, de cualquier rincón de las macrociudades y/o de los núcleos productivos. Sin palabras, pero con hechos. Me replanteo, por tanto, la pregunta que viene pasando, como de mano en mano: ¿Pesimismo u optimismo? Me gustaría seguir siendo, personalmente, posibilista.
-Si el conocimiento brota de la experiencia más empírica... Ahora, estamos limitados en este sentido.
RC: El conocimiento, efectivamente, mantiene parte de sus bases en la experiencia, pero también en la historia y en la capacidad de desvelar y calcular los condicionamientos del contexto. En primer lugar, comencemos por la posibilidad más temible: las cosas, tras el duro paréntesis del COVID-19, pueden lamentablemente seguir una deriva crecientemente autoritaria y reguladora, a nivel global, con los matices que se desee planificar explicativamente; que la historia activa, como tejido de fuerzas intervinientes, jugando ante nuestros ojos, tanto como a nuestras espaldas, aproveche y rentabilice las condiciones del continuum, ya comentado, entre seguridad y control, entre sobrevivencia y subsistencia. Se trataría, por tanto, de una nueva vuelta de tuerca, en ese sentido de cruzados intereses y posibilidades no renunciables, por parte de diferentes estamentos de poder internacional, para consolidar un programa-rampa, por el que sutilmente se pueda reubicar/empujar a la ciudadanía, hacia aquí y hacia allá, en aras a constituir un enjambre global, predeterminado. Casi el argumento semicomún a un puñado de novelas, en el que no quiero sumergirme más.
"EL CONFINAVIRUS NOS HA OFRECIDO LAS AGUAS TRANSPARENTES DE VENECIA Y LOS CIELOS AZULES DE LAS MACROCIUDADES"
La segunda versión viable sería la de seguir tal cual, navegando entre dinteles, conocidos hasta la actualidad, permaneciendo, estrictamente, en el sistema de regulación mundial existente. Incluso, frente a la posición anteriormente formulada -más restrictiva, autoritaria, maximalista y controladora- hasta podría parecer aceptable y discreta. Maquillar, argüir reactualizaciones, para, en efecto, no cambiar nada. Tampoco faltan tramas literarias y cinematográficas al respecto. Viejas fórmulas, para nuevas ocasiones. Justificativamente, tras el envite restrictivo y mortal del COVI-19, con su dureza, miedo, duelos intensos, heroicidades generosas y ejemplares, quizás, como la otra carta del amenazante azar, no faltarán, posiblemente, apuestas del tipo que me quedo como estaba, referidas a la anterior situación, de la amarga travesía, por metafóricos desiertos y tsunamis. Incluso la crisis del 2008, que aún desgarraba nuestros recuerdos y esfuerzos de recuperación hace simplemente unos meses, podría parecer, ahora, según estrategias de re-estabilización, como una ligera pesadilla salvable, si se trata de volver a jugar nuestras apuestas individuales, compensatorias y sectoriales, disponibles en la memoria inmediata, no exentas de ciertas prerrogativas históricas. En consecuencia, el Homo naturae lupus y su versión clásica anterior, referida a los valores compartidos, estrictamente humanos, podrían quedar aparcados, sin excesivos remordimientos, ni críticas aclaratorias, entre las leyes del mercado y las reuniones del G-20. El tercer envite, cargado de posibles recursos transformadores, supone una directa implicación democrática, en su conjunto. Y para empezar, no puedo dejar de formular, quizás por deformación profesional conminatoria, un eslogan, de alcance, esta vez, imperativo y no ya simplemente proposicional o descriptivo. Se trata, ni más ni menos, del irrenunciable principio Nulla Política sine Ethica, en la base de la sociedad para los ciudadanos, que, desde el principio, venimos preanunciando, como meta de nuestras propuestas. Pero sabiendo, además, que entre recuperar y transformar (en un sentido o en otro) existe, en esta segunda opción, por la que apostamos, todo un mundo de sueños, expectativas, obligaciones y apuestas coaligados y a la espera común, en cuyo filo nos movemos, querámoslo o no, ya, incluso, en estas fechas premonitorias, cuando hablamos -confinados- de que las cosas no pueden seguir igual y/o cuando afirmamos que el coronavirus ha abierto la puerta a los imperativos socioecológicos del cambio. Efectivamente, quisiera, para cerrar la entrevista, quizás excesivamente prolija, en las respuestas, llevado por mis entusiasmos históricos y reflexivos, hacer un guiño directo al viejo Séneca, cuando comprometido e implicado (en sus Epístolas Morales a Lucilio, XCV, 33) jugaba sus cartas (nunca mejor dicho), de forma decidida, a favor del sustrato común humano. El concreto y definitivo guiño consiste sencillamente en aplicar su propuesta, del ámbito de la especie humana, en la que se mueven sus reflexiones, al de la tristemente relegada naturaleza actual. Con lo que apostaríamos por involucrar al hombre estrechamente con la naturaleza, en un mismo y común adagio, reconocimiento y destino: Natura, sacra res homini. Apostemos, pues, por el reto compartido.