CASTELLÓ. Comprar un libro, hojearlo, oler el papel, hacer anotaciones mientras estás tumbado en la cama, leer en los eternos trenes de Cercanías o con la lluvia de fondo. Sí, suena a típica estampa de postureo para Instagram, pero lo cierto es que las pantallas del móvil, el ordenador o la tablet han quitado el protagonismo del que ha gozado durante mucho tiempo el papel.
El mundo editorial ha vivido unos años convulsos y no solamente por el desarrollo tecnológico, sino también por la poca cultura de la lectura que hay en España. Y así lo reflejan los datos: casi un 40% de los españoles no lee nunca, según la Federación de Gremios de Editores de España (FGEE). A pesar de eso, parece que el papel está empezando a vivir una segunda vida y es que lleva cinco años seguidos de subida -un 2% en 2018.
Y en este resurgimiento tiene un lugar destacado un nuevo elemento que ha aparecido hace unos años: los libros de segunda mano. No la venta o el intercambio de obras, que es algo muy típico de los rastros o los mercados de domingo, sino la profesionalización de este negocio. Se podría decir que los libros usados plantan cara el e-book como los vinilos intentan hacerlo con Spotify en la música. Y es que tener algo que ha pasado por otras manos y que habrá visto la historia con otros ojos puede llegar hasta dar cierto “morbo”.
Vicente Pilizcueta fue el que abrió la veda de la venta de libros usados en Castelló hace ahora diez años con la Librería Herrero (Calle Herrero, 24). Al dueño de esta tienda se le podría describir como el típico librero de las películas, con su barba blanca y su camisa de cuadros pero actualizado al siglo XXI: “Yo llego a casa y si estoy cansado me pongo Netflix y me quedo frito”.
La forma de trabajar de Vicente es sencilla. “Yo me abastezco de la gente que trae libros de sus casas o que utilizan en los colegios. Les digo lo que les puedo pagar, los limpio y si no están muy dañados los pongo directamente a la venta”. El precio de las obras depende de diversos factores: el estado del libro, su singularidad, antigüedad o el interés que pueda tener para los clientes.
A la crisis que ha vivido el papel en los últimos años, se une el hándicap de ser autónomo. “Cuando quieres maldecir a alguien le dices: hazte autónomo”, comenta Vicente con humor. Los impuestos, la luz, el agua o los alquileres. hacen que “sobreviva”: “Para empezar, necesito 2.500 euros cada mes”. A pesar de ello, Vicente remarca y deja bien claro que él hace lo que le gusta.
Pero su función no se limita a comprar y vender libros sino que también tiene un colectivo de escritores, donde se realizan charlas y talleres de lectura en los que se produce un intercambio de conocimiento, que hace que disfrute en su trabajo y que incluso los clientes lleguen a convertirse en amigos.
A Vicente se le podría definir como librero todoterreno y es que incluso hace de personal shopper. Su amplio conocimiento literario le permite hacer todo tipo recomendaciones literarias a los clientes que no saben qué escoger. Y lo curioso es que sabe localizar cualquier libro entre los más de 30.000 que tiene en su preciado espacio y en el que guarda verdaderas joyas como un ejemplar original de la Constitución de 1931 con anotaciones de personajes tan ilustres como Ortega y Gasset, Miguel de Unamuno o Gregorio Marañón.
En el universo de la lectura hay un sinfín de gustos, pero Vicente cuenta que “está muy de moda la novela fantástica. La filosofía se vende y mucha gente joven la compra”. A estos géneros añade también el esoterismo. En el debate de e-book sí o no, lo tiene claro: “El e-book ha hecho mucho daño, pero al final el mercado se regula y cada cosa se tiene su público”.
A solo 500 metros de Herrero se encuentra Re-Read (Calle de Navarra, 77), otro de los negocios de compra-venta de libros de segunda mano. Esta tienda representa a la perfección la profesionalización y el alcance de los libros usados. Y es que esta empresa cuenta con 44 franquicias repartidas por toda España y eso que su nacimiento se produjo hace solo cinco años.
El funcionamiento de esta tienda es diferente, ya que hay unos precios fijos para todos los libros: un libro por tres euros, dos por cinco y cinco por diez. Lo mismo pasa con aquellos que van a vender, para los que tienen "un sistema de compra a bajo coste de 20 céntimos por cada libro porque después vendemos a precios súper económicos”, cuenta Carine Deboaisne, propietaria de Re-Read Castellón. Precisamente es eso, sus precios, lo que hace sean conocidas como librerías lowcost.
En el debate de lo tradicional frente a la tecnología Carine lo tiene más claro: “No tiene nada que ver, el libro queda como objeto, como algo que el e-book no ofrece. Por ejemplo cuando se saca la primera edición de un libro tenerlo en físico es diferente”.
Es evidente que el libro electrónico ha ganado terreno al papel, pero la historia y el tacto de las hojas -también las que ya han pasado por otras manos- siguen teniendo un gran número de seguidores, que hacen que su supervivencia esté, por el momento, asegurada.