TIEMPOS MODERNOS 

Silvia Herreros de Tejada: "Cuba es una especie de isla de Nunca Jamás"

1/07/2020 - 

VALÈNCIA. Silvia habla entre risas constantes. Su voz grave y algo ronca poco se adecúa a una imagen juvenil, sacada de un pasaje de Peter Pan, el relato de J.M. Barrie al que ha dedicado buena parte de su trayectoria profesional. Doctora en Estudios Fílmicos, autora de un ensayo y de dos obras teatrales, ha recibido becas para estancias de investigación en UCLA y en Yale, donde trabajó con el archivo personal de J. M. Barrie. Es profesora en la Universidad Nebrija y en la Escuela de Cinematografía y del Audiovisual de Madrid (ECAM) y cofundó la compañía de teatro La Abducción. Por si todo esto no fuera suficiente, acaba de publicar en Espasa su novela más personal y universal al mismo tiempo: La otra isla narra la vida de Lara, una joven guionista, y de Letty y Mirta, su tía y su madre, exiliadas cubanas que, a su vez, descienden de la gran escritora olvidada Gertrudis Gómez de Avellaneda, pionera del feminismo y el romanticismo. Una novela adictiva, tremendamente divertida, que homenajea a las mujeres de nuestras familias.

-En el prólogo de la novela la protagonista anota siete motivos por los que odia Cuba. Son los mismos motivos que le impulsan a escribir sobre Cuba. ¿Te reflejas como autora en alguno de esos motivos?
-Sí, claro, me reflejo mucho porque mi familia materna es cubana. Entonces ahí hay algo de personal que es gracioso porque todo el mundo me lo pregunta: ¿cuánto hay de ti en la protagonista? Son motivos por los que yo no escribí de Cuba hasta ahora. Es un tema que yo había apartado de mi vida. Era como si no me interesara y no quisiera saber nada y, de repente, con cierta edad me vino la necesidad. Me identifico con eso, es decir, a veces pasan ciertas cosas y tienes que escribir.

-Cuba, “la hermosísima Cuba”, aparece constantemente en la novela como ese lugar melancólico que se recuerda, pero también como un lugar de dolor. ¿De qué manera has construido ese lugar en la novela y cuánto se parece a la Cuba real?
-A mí me interesaba mucho todas las distintas visiones que hay de Cuba desde siempre. Porque en mi familia tenía una muy cerrada y luego había otras muchas que conocí, maravillosas. Como soy estudiosa de Peter Pan, me parecía que Cuba es una especie de isla de Nunca Jamás que en la novela de Peter Pan se dice que cada Nunca Jamás es distinto para quién piensa y sueña en él. Yo quería hablar de todas las otras Cubas que hay. Hay un personaje para quien Cuba es el esplendor de los años 50, hay otro que adora una Cuba de la revolución y su posterior desencantado y hay otro personaje Lara, la protagonista- para quien Cuba es un sitio desconocido que va a descubrir. Es casi como una novela de viajes y aprendizaje. Me interesaban todas esas percepciones y luego, como todas juntas, componen lo que es Cuba en la actualidad, que es un lugar heredero de muchas cosas, de casas majestuosas que están destrozadas y habitada por gente que vivió aquella época desencantada y soñadora. Es un lugar construido a través de muchos fragmentos.

-¿En qué se parece la Cuba de las colonias y la Cuba postdictadura? Porque parece que tú les encuentras una cierta conexión.
-A mí me parece que sí y me parecía que, igual que entonces, pasa algo con Cuba y es que muchos cubanos tienen una identidad partida. Antes Cuba era española pero, ¿qué eran: cubanos o españoles? Y ahora los cubanos que se han ido hace tiempo: ¿son cubanos o son del sitio en el que están viviendo? Por eso me gustaba tanto la figura de Gertrudis Gómez de Avellaneda, nacida en Cuba de padres españoles en el siglo XIX y que vivió gran parte de su vida entre Madrid y Sevilla. Uno de lo problemas que tuvo para que se la reconociera es que en España no se la consideraba española y en Cuba tampoco. Ella representaba bien ese tipo de limbo en el que se encuentran algunos de estos exiliados.

-Gertrudis Gómez de Avellaneda, precursora del feminismo en castellano y del romanticismo; en su tiempo fue mucho más popular que Bécquer o Larra.
-Fíjate, a mí esta novela me surgió por dos intereses que eran el tema del exilio cubano y la escritora olvidada. Y mi reto era integrar estos dos elementos sin escribir una novela histórica. En mi novela anterior, La mano izquierda de Peter Pan, yo rescataba también a una escritora que era secretaria de J.M. Barrie, el autor de Peter Pan. Y quise hacer lo mismo aquí porque Gertrudis me interesaba por el romanticismo, ya que yo he intentado escribir una novela con muchos elementos románticos -fantasmas, nostalgia, pasiones exaltadas, desgarros, amores imposibles- y me interesaba mucho su figura como precursora del feminismo y de las mujeres de hoy. Ella luchó mucho por nuestros derechos y no la conocemos. Y quería enlazar esto con la memoria de las mujeres de nuestras familias. Esas mujeres a las que damos por hecho pero que son las que han construido nuestras libertades.

-Lara, la protagonista de La otra isla le dedica un tratamiento cinematográfico a Tula, que es Gertrudis, ¿no? Y tú metes como capítulo un guion.
-Yo quería que hubiese una parte que se llamara: 'Es mucho hombre esta mujer', que es como definían a Gertrudis. Entonces hubo un momento en el que Gertrudis sí iba a ser un personaje de la novela y uno de los episodios iba a estar narrado desde su punto de vista. Escribí mucho pero no me acabó de convencer y se me ocurrió la idea de que Gertrudis saliese prescrita por otros personajes. Y me gustaba esta idea de que Lara intenta rescatar la figura de su tía y nunca lo hace. Así que con ese guion podía ver a Gertrudis desde otro lugar, porque ella en la novela tiene una presencia fantasmagórica. Pensé en esa presencia y en otro tipo de fantasmagoría que es escribir, ¿no? Es imaginar, conjurar a estos personajes. Me divertí mucho pensando en Gertrudis con 25 años, con cierta ingenuidad.

 -¿Es cierto que llegó a ser en 1853 la primera mujer propuesta para ocupar un asiento en la Real Academia de la Lengua, aunque fue rechazada por cuestiones de género?
-Y porque era muy guapa e iba a distraer a los demás académicos (risas)… Además era amiga de todos los grandes literatos de la época. Decían que las mujeres más importantes de su época era ella y la reina Isabel II.

-Gracias a la beca Leonardo de la Fundación BBVA pudiste viajar para documentarse e investigar en el proceso de creación de la novela. ¿Qué lugares visitaste y por qué?
-Fui a todos los sitios que salen en la novela. Miami sí lo conocía porque había veraneado allí de pequeña. Estuve en Miami en este viaje y conocí a la Fundación Nacional Americana, que es la inspiración a la fundación de la novela de ayuda humanitaria a Cuba, anticastrista. Y estuve metida en casa de una señora y conocí a muchos exiliados. Tenía claro que no quería hacer una novela política pero sí tenía que conocer estas cosas para escribir con rigor. También viajé a Sevilla para seguir los pasos de Gertrudis y conocí a las mujeres que forman parte de la Asociación de Amigas de Gertrudis de Avellaneda, que son estas señoras que se disfrazan de la escritora. Maravillosas. Y luego estuve viendo los manuscritos de las cartas a Ignacio de Cepeda que se guardan en Real Academia de las Letras en Sevilla. Y después hice dos viajes a Cuba. Todo esto gracias a la beca de Leonardo porque es una experiencia única. Es una experiencia de mecenazgo que no me creía: no tenía que estar haciendo mil trabajillos más para escribir esta novela, sino que me podía centrar en ella y, además, viajar. En el primer viaje a Cuba estuve un mes y me detuvieron porque se pensaban que era espía y no se creían que estaba escribiendo la novela sobre Gertrudis (risas). Y mientras lo decía pensaba que era una excusa perfecta que diría una espía. De ahí se me ocurrió que uno de los personajes volviera a Cuba como espía que, al parecer, es algo muy común. Hay mucho espías y por eso me detuvieron, claro.

 -Hablemos del personaje del tío Omar, que trabaja en la radio en Miami y que ejemplifica bien esa comunidad anticastrista que tuvo que exiliarse en Miami y que, además, está basado en un hombre que se llama Omar realmente.
-A ese hombre lo conocí y conectamos mucho. Él trabaja en esa fundación de la que te conté antes y hablaba de l aCuba en su juventud con una tremenda luz en los ojos. Veía en él un dilema moral interno. Trabaja en radio Martí y está lleno de contradicciones. Era como uno de los protagonistas del documental Balseros. Omar tiene ese sueño americano conseguido pero hablaba de Cuba con un amor y luz, de cuando había sido revolucionario. Le pregunté si podía utilizar su nombre y le pareció genial. Estoy muy agradecida a esos viajes porque me ampliaron muchísimo la mirada sobre Cuba que yo tenía de mi familia.

-No es una novela política pero Castro es un personaje recurrente en la novela y, sin duda, parecía estar presente en todas las familias cubanas.
-En un momento de la novela se dice que Fidel Castro fue el mejor escritor romántico de la historia. Castro fascinó a todo el mundo. Esa cosa mítica de que bajaron de las montañas, de Sierra Maestra y demás era brutal. A mi madre y mis tías, cuando eran jovencitas, les encantaba Fidel Castro. Tiene un aura única. Yo he estado oyendo hablar de Castro toda mi vida con gente que salió de Cuba hace 50 años. Mi abuela, cuando los novios de su hija tenían barba decía: “Ay no, como Fidel”. Y mi madre me decía una cosa que está en la novela: “A mí me han destrozado la vida dos hombres: tu padre y Fidel Castro”. Hablaban de Fidel Castro como si pertenecieran a todas las familias cubanas, siendo castristas o no. Tiene algo de héroe romántico también. 

-¿Por qué las mujeres de la novela parecen ser unas islas en sí mismas?
-Sí, esto viene de otra frase que dice J.M. Barrie: “Nacer es naufragar en una isla”. Y yo pensaba: “Depende: si eres hombre no tanto”. Las mujeres se han tenido que montar sus propias islas, donde tienen su propias luchas y son incomprendidas. El personaje de Mirta tiene una cosa que parece pequeña y es que se separa y se vuelve invisible. Y es una lucha que debe ser igual de válida que la de su hermana que es una lucha política. Cada mujer en la novela tiene un secreto y ese secreto les hace ser islas porque no lo pueden compartir con nadie. Las mujeres tenemos y hemos tenido una enorme soledad, por ejemplo, con respecto a la maternidad. 

-¿La isla del siglo XXI se llama Internet?
-Totalmente. De hecho, cuando pedí la beca esa era una de las ideas centrales que luego ha ido diluyéndose un poco pero sí, es así sin duda. Creo que creemos que sabemos más cosas porque las vemos por Internet y no es así. En la novela, las generaciones mayores critican Internet porque todos nos creemos listísimos por leer algo en Facebook o Twitter. Y también me interesan todas esas historias de amor que nos inventamos por internet y no existen. Son como esos otros amores imposibles del romanticismo pero en siglo XXI. 

-Dices al final del libro que esta novela “es como uno de esos muebles dejado en la calle, para que se vea que, sin mi madre, el mundo es otro”. ¿Al final Cuba era tu madre?
-Sí, mi madre murió mientras yo escribía la novela. Y, de alguna manera, tiene algo de novela de duelo y de reconciliación con esas mujeres que damos por hecho y siempre van a estar ahí. Y su amor parece incondicional y es lo que tiene que ser y no lo valoramos. Es como que todo aquello que yo no sabía de mi madre lo he comprendido gracias a Lara y a la relación con su madre. 

-Y otra de esas mujeres fue Belén Bermejo, editora de Espasa que acaba de fallecer y esta es la última novela que editó, ¿verdad?
-Sí, y es muy simbólico. Ella que estaba enferma mientras leía la novela era muy generosa. Y la novela es una novela de duelo -entre otras muchas cosas- y fue tan generosa que se metió con ese ímpetu que tenía en la vida de esas mujeres... en fin, es muy emocionante pero también muy triste pensar que mi libro fue el último que editó.

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