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crónica por los otros / OPINIÓN

Sin techos en la crisis del coronavirus

Hoy me gustaría compartir la estampa que viví esta semana, el día festivo en la Comunitat Valenciana que seguro se puede extrapolar a cualquier ciudad europea en estas fechas. La visibilidad de las personas sin hogar ha sido un bofetazo con la mano abierta, de los que duelen, de cruda realidad más evidente que nunca

21/03/2020 - 

Por razones laborales y profesionales el jueves salí de casa. Un 19 de marzo cualquiera la ciudad de València hubiera sido un hervidero de gente, de alegría, de luz y de color pero este año la fotografía que me encontré fue justo la opuesta. Una ciudad muerta, gris, con calles casi vacías, sin vida y un ambiente de tristeza y miedo generalizado. Sólo me cruzaba con personas sin techo.  Esta  imagen me dolía allá por donde pasaba, en cada una de las esquinas de la calle. 

No es la primera vez que veo los grupos de las personas sin techo en las calles , los parques donde habitan, los cajeros donde duermen, los lugares donde se encuentran,  cuando deambulan por la calle… no es la primera vez ni será la última, pero de momento ha sido la más dura, la más impactante, la más desoladora y la más cruda.

Las personas sin techo son ahora más visibles que nunca. Son las únicas personas que hay en la calle… porque no tienen lugar donde ir. Los espacios municipales habilitados para darles cobijo están desbordados y no pueden cubrir las necesidades que existen.

La estampa de las personas sin hogar es en general una imagen más visible por las noches cuando caminas cualquier ciudad.  Las horas nocturnas son horas en que las personas se recojan en sus casas, son horas en que aparecen las personas de la calle, o mejor dicho, se hacen más visibles porque nunca se han ido. Son personas sin hogar porque no tienen donde irse, viven en la calle y con una red humana que de alguna manera les sostiene y les hace poder llevar una vida más digna.

Estos días las personas sin hogar son más visibles que nunca. Están solas en la calle y  no se confunden con todo el grupo de personas que habitualmente habitamos las calles.

Bien cierto es que si no queremos ver, no veremos estas otras realidades por mucha soledad que se impongan en las calles estos días. Hay que tener cierta sensibilidad y dejar de mirarse al ombligo para ver realidades tan cercanas como dolorosas.

El problema es que debido al confinamiento y a no poder salir de las casas, la realidad de los sin techo es una realidad que se vuelva a pasar desapercibida porque no se ve, son los protagonistas invisibles de las calles de nuestras ciudades hoy día.  Un protagonismo que cuando podamos volver a las rutinas habituales y volverá a ser una realidad que se esfuma y se distorsiona.

En estos días de confinamiento esta realidad de las personas sin techo pasará desapercibida porque, aunque son los absolutos protagonistas invisibles de las calles, no se ven.

Pero hoy estoy hablando de ellos, consciente que las preocupaciones generales van en otra línea y que quizá las preocupaciones para algunos de ustedes  son tan grandes que no hay cabida para nada más, intento poner al menos un granito de arena para que esta realidad tan real como invisible no se olvide.

Las personas sin techo también están expuestas a infectarse por el coronavirus con la gran diferencia que no tienen dónde cobijarse ni tienen la posibilidad de seguir las recomendaciones sanitarias  pues a veces ni tan siquiera están informadas. No creo que me equivoque cuando intuyo que si algunas de estas personas de la calle se infecta con el coronavirus, no será atendido como el resto de ciudadanos, no se le hará el test, porque  sencillamente no entra dentro del circuito sanitario básico, y posiblemente lo pase o no sin saber si ha sido infectado o no. 

No es el momento de sacar trapos sucios ni es lo que pretendo. No es el momento de evidenciar el fracaso y la escasez de recursos que disponen las instituciones y organizaciones que trabajan en el Tercer Sector para hacer frente a estas crisis y ayudar a las personas más vulnerables pero es una realidad que no se debe silenciar.

No seré yo quien recuerde que en época de crisis quienes más sufren son las personas sin recursos o en situación de vulnerabilidad.

No seré yo quien recuerde que las personas sin hogar además de estar expuestas también al  virus  no tienen lugar donde recogerse, están desprovistas de esa red humana tan necesaria para ellos y ellas cuando las coberturas sociales públicas no llegan y no seré yo quien recuerde que este tipo de situaciones evidencia la falta de recursos que normalmente se tiene con este segmento de la población.

Por ello las organizaciones privadas y las iniciativas privadas y humanas son tan necesarias para trabajar con estas realidades pero a día de hoy esta red humana y organizativa, especialmente, no puede ni debe salir a la calle para seguir trabajando en la calle. 

Insisto que no me gustaría que esto pareciera una crítica a la administración e instituciones públicas en estos momentos porque no es el objeto de mi reflexión. 

El objetivo máximo es despertar la solidaridad que ahora nos está caracterizando con nuestros vecinos y vecinas, con las personas sin techo y que entren dentro de la rueda de la solidaridad humana y ciudadana.

 La red humana que normalmente les asiste cuando no llegan los servicios sociales, que es necesaria y vital aunque evidencie la falta de recursos de la administración pública, ha caído. Esta red ahora ya no existe y las personas sin hogar se han quedado más desamparadas que nunca. 

 Por ello mi llamamiento desde aquí  para que ,en la medida que podamos siguiendo siempre las indicaciones del gobierno con el confinamiento en nuestras casas,  ayudemos a estas personas sin techo como podamos. Seguro que respetando las normas, encontramos la manera de hacerles llegar aunque sea algo de comida o de abrigo. Nunca tanto como ahora podemos todos arrimar el hombro y ayudar , porque las instituciones están desbordadas, porque las organizaciones que normalmente trabajan con los sin techo  no llegan a todo ni pueden salir a las calles. 

Yo que nunca he sido partidaria de ser asistencialista, ni de dar nada en la calle para que acudan a las instituciones preparadas para atender a los sin techo y de alguna manera forzar un trabajo y una manera de hacer profesional y controlada hoy es el día  que pido asistencia básica para las personas sin hogar.

Y lo más grave de todo, lo que desata más aún todas las alarmas es que no hay más personas sin hogar que antes, son las mismas pero antes no se veían con tanta claridad ni nitidez como se ven ahora. 

La semana que viene… más! 

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