VALÈNCIA. Es una de las autoras cuyos thrillers más han enganchado a miles de lectores en nuestro país. Su personaje Camino Vargas está ya colocado como uno de los policías e investigadores más reputados de las novelas de género. Conversamos con Susana Sánchez Gijón a propósito de su nueva novela, Especie, publicada en Alfaguara y que tiene en el centro de su trama los crímenes de explotación animal.
-¿Cómo evoluciona su gran personaje, Camino Vargas, en esta nueva novela?
-Como en cualquier novela que se precie, Camino recorrerá su particular arco del personaje. Una vez más, la colocaré contra las cuerdas, en una situación límite y con una inmersión en un tema que se le escapa por completo: el mundo del animalismo y el antiespecismo. Así, nos encontraremos con una Camino que ha aprendido mucho y que ve la vida de una forma un poco distinta, aunque seguirá con las características que más nos gustan de ella, como sus comentarios sin filtros.
-¿Cómo ha trabajado la construcción de un personaje femenino dentro de un entorno policial bastante masculinizado? ¿Hay referentes de comisarias reales con las que haya hablado?
-Aunque mi “policía de cabecera” es un hombre, que me ilustra en algunos procedimientos y estructuras policiales, es cierto que he entrevistado a varias policías mujeres que han compartido conmigo lo que implica ser mujer en una profesión que, efectivamente, aún sigue muy masculinizada. Pero las cifras van cambiando y creo que hay que darle naturalidad a ese hecho. Si queremos una sociedad igualitaria, empecemos por normalizarla en espacios como el de la ficción.
-¿Por qué se fijó en una trama de explotación animal para Especie? Parece que no sea un tema especialmente abordado por la novela negra o policíaca.
-Por eso mismo me parecía perfecto. No conozco ninguna novela del género que lo tenga como trasfondo, y sin embargo la de barbaridades que se perpetran en algunos de estos espacios sobrepasan todos los límites de la propia ficción negra. No era mi intención recrearme en ellos, pero sí mostrar una realidad que forma parte de nuestra cotidianidad y sin embargo parece que se esfuerzan –o nos esforzamos– en mantener oculta.
-¿Cree que la explotación animal es uno de esos lugares perversos a los que la sociedad no mira?
-Absolutamente. Ya sea en la industria alimentaria, la experimentación, el ocio, el textil… se cometen verdaderas tropelías contra los animales con tal de obtener un beneficio. Si lo miramos de frente, es espeluznante.
-¿Cree que la novela policíaca o de género puede acabar siendo novela social? ¿En qué sentido lo sería?
-Sí, creo que es uno de sus ingredientes básicos. Si no hay una realidad que nos incumba como sociedad en la que posar la mirada, sino simple trama, simple morbo, simple acción, el libro pasa por uno sin dejar la más mínima huella.
-Barcelona ha sido escenario recurrente de novela negra pero Sevilla siempre ha estado más asociada a la novela histórica. ¿Qué tal es Sevilla como escenario de crímenes?
-Creo que es idónea. Tanto por las diferencias sociales, pues encontramos desde los barrios más elitistas y exclusivos hasta aquellos donde impera la desesperanza (seis de los diez barrios más pobres de España se encuentran en la ciudad), como por otros elementos que dan mucho más sabor a la historia, ya sean los lugares emblemáticos, la gastronomía espectacular –a Carvalho le encantaría–, o la gracia andaluza que aporta un toque de humor siempre de agradecer en el género.
-La definen como la reina del thriller: ¿Qué es lo más jugoso y lo más complejo -narrativamente- para escribir este tipo de libro?
-Lo más complejo seguramente sea hilar la historia sin dejar un solo agujero. Hay tramas cruzadas, sospechosos aquí y allá, giros de guion…, pero todo tiene que quedar atado y bien atado, y además, en el momento justo, no antes ni después. También es de lo más jugoso, porque es un desafío mental para quien escribe.
-¿Quiénes han sido sus referentes en el género?
-Inicialmente, Agatha Christie y Conan Doyle. Después, los clásicos estadounidenses como Chandler o Hammett, aunque me molestaba bastante cómo dibujaban a las mujeres –sobre todo esas terribles femme fatale–. De los actuales, me quedo con Pierre Lemaitre o Giménez Bartlett.