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Tabúes, insultos y presión social contra las mujeres que deciden no ser madres 

10/11/2018 - 

VALÈNCIA. La presión social y cultural hacia las mujeres que no tienen hijos es un hecho. Sigue habiendo tabúes en torno a esta cuestión. Sobre todo si la mujer, una vez que los ha tenido, exterioriza que se arrepiente. Un documental reúne testimonios de mujeres que no quieren ser madres y de madres que han recibido amenazas e insultos al comentar públicamente que hubieran preferido hacer otra cosa con sus vidas. 

Resumámoslo rápidamente: la mujer ha sido considerada históricamente, y lo sigue siendo en muchos aspectos, el envoltorio de un útero. El útero es una máquina de hacer hijos y una herramienta para obtener placer. Los hijos son útiles a quienes dominan la sociedad, nutren la masa de trabajadores, a los soldados o dan más úteros, de donde saldrían todavía más trabajadores y más soldados y más úteros. Dada la utilidad del útero, la mujer ha sido un bien codiciado, por poseerlo, pero accesorio, puesto que lo que importa es solo la máquina de reproducir o la herramienta para obtener placer, no ella. Por este motivo, aparte de tener hijos, se le han encomendado las tareas laborales menos gratas y, orientadas la obtención de placer, desde los tiempos remotos se le han colgado muchos adornos y puesto pinturitas y demás para que luzcan más. Cuando, llegado el momento, la mujer ha reivindicado su útero como parte de su cuerpo, de la que es dueña, y no como un bien social, han empezado los problemas.

A día de hoy, aunque los derechos fundamentales, la Constitución y la legislación, al menos en España, tiende a garantizar a la mujer el papel de dueña de su cuerpo y su destino, el mar de fondo de todo lo expuesto en el párrafo anterior todavía está muy presente. Una prueba palmaria de todo ello es el documental [m]otherhood, de la productora SUICAfilms , que se presenta en el festival de mediometrajes de València, La Cabina, del 14 al 24 de noviembre de 2018.

El interés en [m]otherhood no es solo que el documental reúna los testimonios de mujeres que no quieren tener hijos. También da voz a las que los han tenido y se han arrepentido, sin que ello vaya en menoscabo del amor que sienten por ellos. Una postura mucho más difícil de digerir para otras madres, pero, de entrada, se parte de la base de que hay estudios que cifran en un 27% la proporción de madres "que se declaran desengañadas" por haber tenido hijos.

En las primeras escenas, queda claro que culturalmente a la mujer que no quiere tener hijos se las ha categorizado negativamente, como "infantiles, narcisistas y neuróticas". Una humorista, Kate Fox se pregunta por qué no tener hijos no es natural y tenerlos sí. En el mundo de la ficción, con frecuencia se ha representado, de hecho, a la mujer sin hijos como una mujer malvada.

En ocasiones, se les dice que no quieren ser madres porque no pueden comprender lo maravilloso que es si no lo son. "Nunca me he casado con Donald Trump, no sé cómo es la experiencia, pero no saberlo no me invita a sentir la necesidad de hacerlo", explica Fox.

Pero no hace falta que exista un gran esfuerzo cultural en censurar esa decisión. Según se explica, las mujeres están "entrenadas para condicionarse" ellas mismas. De ahí que la que la que no comparta los planes de vida convencionales se le diga, o martillee, con que se va a quedar sola, rodeada de gatos, etcétera. Es evidente, subraya el reportaje, que hay una presión social tóxica. La mujer, por tanto, se enfrenta a un reto: ¿Qué pasará si no hago lo que tengo que hacer?

Elisabeth Badinter, filosofa, sentencia en una entrevista: "pienso que la noción del instinto maternal es el mayor engaño de la humanidad. Hemos identificado completamente a la mujer humana y al animal, es un absurdo, la mujer es un animal, pero no como los otros".

Apuntes históricos interesantes sobre el llamado instinto maternal que se citan es cuando, en Francia, las mujeres burguesas le entregaban sus hijos recién nacidos a las nodrizas para que les dieran de mamar porque consideraban que amamantarlos ellas era "abominable". Decían: "Yo no soy una vaca".

Lina Meruane, escritora, lo pone en contexto: "A los veinte años la pregunta no es si vas a tener hijos, sino cuándo. Esa presión es lo que las mujeres convertimos en el instinto materno".

También aparece la escritora Sarah Ficher, con una obra dedicada a su caso: ella se arrepintió de ser madre. Por publicar ese libro, recibió amenazas. Tantas que hasta pensó en mudarse a otro país.

"La gente cree que si te arrepientes de ser madre es que odias a tu hijo, pero no es verdad, no sé por qué tengo que enfatizar siempre que de lo que me arrepiento es de las circunstancias de ser madre", explica.

Sale también un caso español. Una chica que se sintió presionada cuando se quedó embarazada por su pareja y por su madre. Ambos le presionaron y al final, ella, confiesa, antepuso los deseos de ellos a los suyos. Su madre le decía: "Has disfrutado, pues ahora apechuga". Si había tenido sexo, ahora debía pagar el precio pariendo.

A ella le afectó psicológicamente: "estuve muy obsesionada con el tema porque quería ser una buena madre, me empecé a vestir como una señora mayor, dejé de salir, dejé de jugar a videojuegos, quería que me respetaran".

Conforme empezó a ser consciente de que había cometido un error, cuando lo exteriorizaba, todos se echaban encima de ella. Compartía sus nuevos sentimientos en Facebook y le faltaban al respeto. No hay espacios seguros para cuestionar la maternidad, se queja. Le decían que no quería a su hija, que le iba a hacer daño.

Los tabús siguen incluso con las que deciden ser madres. Si un padre antepone su carrera a la paternidad es completamente normal. Si lo hace una mujer, si es ella la que viaja y está lejos del hogar trabajando, se la considera "una bruja", explican. En el último tercio, el documental habla de la ligadura de trompas. Un trabajo de una sola hora, pero que arremete valientemente contra los roles sociales preestablecidos más difíciles de destruir.

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