Los beneficios de una semana laboral de 4 días
Korina no es artista, autónoma ni emprendedora. Es una especialista en riesgos financieros que trabaja para una de las instituciones más importantes de los Países Bajos. Hace un par de años tomó una decisión de la que no se arrepiente. La empresa le ofreció lap osibilidad de tener una jornada laboral de lunes a jueves e inmediatamente aceptó. A partir de ese momento su calidad de vida mejoró notablemente. Según sus propias palabras su “equilibrio entre vida personal y vida profesional es perfecto” y ahora tiene “tiempo de verdad para desconectar y relajarse”.
Lo que también ha sucedido, de manera quizá más sorprendente, es que Korina es “claramente más productiva”, no pierde el tiempo en la oficina, y tiene más “predisposición a trabajar extra los fines de semana” si es necesario para la empresa.
A pesar de que incrementar las horas de trabajo no ha demostrado aumentar la creatividad ni la productividad, siguen existiendo muchos mitos sobre la importancia del (exceso de) trabajo en nuestras vidas. Las generaciones jóvenes no son una excepción y han caído también, incluso más, en la auto-explotación y la precarización.
La falta de separación entre vida laboral y vida profesional, el networking perpetuo y la necesidad de proyectar la marca personal han dibujado un escenario donde ya no se sabe muy bien dónde empieza y dónde acaba el trabajo.
Pero es posible que ese pretendido amor al trabajo y los eslóganes de taza de café se hayan convertido en contraproducentes. ¿Y si realmente fuésemos más felices y mucho más productivos trabajando menos? Seguramente así amaríamos de verdad lo que hacemos.
La semana laboral de 4 días puede parecer una idea radical y lejana pero no lo es en absoluto. Maynard Keynes ya predijo en los años 1930 que la jornada laboral se acortaría a 15 horas a la semana. Hoy en día think-tanks como Autonomy o movimientos sociales como Demand a 4 Day Week en el Reino Unido están trabajando en repensar el futuro del trabajo.
De hecho, la Generalitat Valenciana está siendo pionera a través de Labora (el antiguo Servef), promoviendo un debate sobre los efectos y beneficios de la reducción de la jornada laboral en colaboración con Autonomy, el mencionado think tank. No es muy habitual que una de nuestras instituciones públicas trabaje con otra institución pionera internacionalmente en un campo de investigación y sea capaz de liderar un debate a nivel europeo. Solo por eso ya deberíamos felicitarles.
El último documento de investigación publicado por Autonomy (Una semana laboral más corta: una propuesta radical y pragmática) recoge conclusiones demoledoras bajo la contundencia de un título muy apropiado. A veces, necesitamos ideas pretendidamente radicales para cambiar las cosas y obtener mejoras tangibles. Es necesario además buscar espacios en la agenda de discusión pública para analizar pragmáticamente los posibles efectos de dicho radicalismo.
El documento, editado por Will Stronge y Aidan Harper, afirma rotundamente que la transición a una semana más corta es una posibilidad real y no una utopía abstracta y que puede servir para contrarrestar la polarización en el trabajo, la precariedad, la desigualdad de género, el estancamiento de la productividad, la amenaza de la automatización y el aumento de la contaminación.
Como en el caso de todas las propuestas económicas y políticas no hay recetas mágicas, pero esta suena demasiado interesante como para al menos no debatirla y probarla. Y, estoy seguro, que si llegamos a probarla será difícilmente reversible. Pregunten a Korina un viernes de descanso o a su banco un martes cuando resuelve las tareas más complejas. Lo radical es pragmático cuando todos ganamos, cuando es una opción realizable y no una imposición estructural.