Cómo si fundaran una nueva Liga Hanseática, la alianza comercial y defensiva que impulsó el poder de las ciudades-mercado en el este y el norte de Europea desde el S. XII, los alcaldes de Bratislava, Varsovia, Budapest y Praga —Matus Vallo, Rafal Trzaskowski, Gergely Karacsony y Zdenek Hrib, respectivamente— se han reunido esta semana para firmar una alianza entre esas ciudades.
La elección del lugar de la firma, la Universidad Centro-Europea de Budapest, impulsada por George Soros, no fue gratuita. Dicha institución académica se ha visto obligada a trasladar parte de sus programas a Viena ante la persecución a la que la ha ido sometiendo el ultraderechista presidente de Hungría, Viktor Orbán, que ve en Soros la encarnación de todos los males del liberalismo.
Eslovaquia, Polonia, Hungría y la República Checa, países de los cuales las ciudades aliadas son capitales, celebran los 30 años de la caída del Muro de Berlin y el 15 aniversario de la adhesión a la Unión Europea. La transición a la democracia y un razonable crecimiento y desarrollo no han impedido, no obstante, la aparición del populismo que ha acabado por ser hegemónico.
Como afirman los alcaldes en el texto del Pacto de las Ciudades Libres: “nuestras sociedades están empezando a exhibir problemas que observamos con gran alarma. La desigualdad es alta y creciente. El sistema de salud está amenazado. Demasiada gente joven ha tenido que marcharse en busca de oportunidades”.
Ante el populismo que explota el descontento social para el beneficio político sin generar “respuestas reales”, los alcaldes se postulan como ejemplos de otra manera de gobernar basada en la democracia participativa y de base. E identifican como desafíos comunes “el cambio climático y la degradación medioambiental, el incremento de la desigualdad y la intolerancia o el crecimiento de los costes de la vivienda”. Para lo que ven necesaria la colaboración y el intercambio de recursos e ideas entre ciudades.
El “Pacto de las Ciudades Libres”, se presenta como “una red progresista de ciudades dinámicas y ciudadanos empoderados que promueve el pragmatismo y la inclusión, una plataforma colaborativa, abierta a la adhesión de otras ciudades” que pretende “compartir buenas prácticas de gestión urbana socialmente consciente de una manera transparente, inteligente y basada en la evidencia”. Su ambición, frente a gobiernos nacionales euro-escépticos, es tener una conversación de tú a tú con la UE e incluso un acceso directo a sus fondos.
No son la primera alianza de ciudades en Europa o el mundo: Barcelona impulsó el movimiento municipalista Ciudades Sin Miedo, París y Londres se comprometieron a trabajar más unidas pese al Brexit, muchas ciudades americanas han trabajado conjuntamente contra la política migratoria de Trump o desarrollando políticas de sostenibilidad.
Pero, desde un entorno como el centro-europeo, donde la extrema derecha amenaza los derechos LGTBI, niega el problema del cambio climático o idealiza pasados inexistentes con lenguaje militar; una alianza como esta: pragmática, verde y participativa, se convierte en una extraordinaria noticia para la Europa del 2020.