La localidad organiza varios actos para recuperar la historia de una instalaciones fundamentales para la Batalla de Levante
CASTELLÓ. A finales de la primavera de 1937, en plena Guerra Civil y en medio de la necesidad de nuevos aeródromos desde los que pudiera operar la aviación republicana, nace le aeródromo de Vilafamés. la instalación se construyó a imagen de muchos otros, con dos pistas para aviones de caza y de bombardeo, con un imponente refugio, con diversas casas de madera, un puesto de mando, trincheras para la tropa, etc. En su construcción, además de los técnicos, participaron muchos hombres del pueblo y de la comarca.
En un principio nació para ser usado en misiones de reconocimiento, vigilancia y protección de la defensa de costas (dado que el cercano Aeródromo de Castellón era conocido desde antes de guerra), basándose en él un par de aparatos anticuados de caza Hispano Nieuport Ni 52. La instalación es ahora objeto de revisión en una jornada que comienza este viernes día 9 con la presentación del libro El aeródromo militar de Vilafamés (de Carlos Mallench, Blas Vicente, Jose F. Albelda y Josep J. Mirallés), en el salón de Actos de la Caixa Rural de Villafamés y se prolongará el sábado 10 con la proyección del documental 442: El camp d’Aviació de Vilafamés. História d’un aeródrom que tendrá lugar a las 23 horas en la Plaça de la Font.
El campo fue utilizado desde su inauguración también como base de la 3ª Escuadrilla del nuevo Grupo 24 a principios y finales de agosto en sus servicios al aeródromo soriano de Garray y más tarde en noviembre fue utilizado por la 1ª Escuadrilla de "Katiuskas", conocida como la escuadrilla fantasma, con muchas de sus tripulaciones de origen soviético, de las que todavía hoy se recuerdan en el pueblo.
"Poco más tarde, con la llegada de la ofensiva sobre Teruel, en el invierno de 1937, se basaron en él tres escuadrillas de caza debido a que los aeródromos turolenses estaban nevados aunque la estancia de dos de ellas fue breve, permaneciendo la 2ª Escuadrilla de I-16 de rusos la primera quincena del mes de enero", explica el investigador Carlos Mallench.
El 12 de junio de 1938 Vilafamés caía en manos de las tropas del Cuerpo de Ejército de Galicia, y sólo dos días después, el campo comenzó a ser usado, de forma intermitente, por dos escuadrillas alemanas de caza, de la J/88, con aviones Messersmith Bf 109. "Con el inicio de la batalla de El Ebro, el campo fue abandonado por los aviones y no volvería a ser usado durante lo restante de la guerra. Al finalizar la misma, los terrenos fueron devueltos a sus anteriores dueños", apunta el historiador Vicente Blas.
Ochenta años después de aquella guerra, de nuevo el campo ha salido a la luz por medio de un proyecto multidisciplinar denominado 442. Camp d'Aviació de Vilafamés - Vilafames Airfield. Dicho proyecto, ha sido encabezado por la empresa Arqueocás del arqueólogo José Francisco Albelda y con el incondicional apoyo del teniente alcalde de la localidad de Turismo Luis Torla. Los que suscriben este artículo han actuado como asesores históricos en el proyecto que además de contemplar la puesta en valor de los restos del campo, se tenía prevista la edición de un libro sobre la historia del mismo y la realización de un documental dirigido por José Francisco Albelda y Blas Vicente con la colaboración del cámara Gabriel Ahís.
El proyecto de recuperación de los restos del antiguo aeródromo nació, apuntan Mallench y Vicente, con tres premisas básicas: debía ser un proyecto sostenible (sin grandes desembolsos económicos), continuado (de manera que no se diese por terminado con la inauguración del proyecto que acabamos de hacer el 3 de febrero, en el que se ha contado con grupos de recreación, presentación del libro ¡Objetivo Levante! y un primer pase del documental sobre el aeródromo) y comprensible para todo el mundo (con una implicación de la población en el proceso con total independencia de sexo, ideología y condición).
Con esta triple idea, y gracias al apoyo logístico del Ayuntamiento de la localidad castellonense, se ha podido desarrollar el proyecto a lo largo de todo el 2017, estando éste enmarcado en la denominada “arqueología social”, que consiste en hacer partícipe a la ciudadanía de la construcción del conocimiento histórico mediante la participación activa en tareas arqueológicas y/o históricas.
La presentación (que es una forma de hacer que los restos no terminen desapareciendo tanto físicamente como del recuerdo) se ha centrado en el refugio del campo así como de estructuras aledañas tales como una torre de luz y de trincheras circundantes. Al margen de ese valor intrínseco de los restos en sí, la idea ha sido poder dotarlos de diferentes usos, algo que ayudará a la comentada “puesta en valor” de los mismos (aunque, como decimos, el valor siempre será independiente del uso). Con esos usos se buscará un equilibrio que ayude al desarrollo local pero sin dañar el objeto: un uso social que huya de radicalismos ideológicos, un uso educativo que trate de llegar a la mayor parte de la población (y no únicamente a élites culturales), un uso económico que aporte ganancias a la localidad (pero sin una búsqueda de rentabilidad que evada su conservación).
Este tipo de actuaciones, según los responsables, ayudan a avanzar hacia el futuro, siempre teniendo en cuenta nuestro pasado reciente, siempre tomando consciencia de dónde venimos.